Estreno
Cuatro desnuda la ignorancia
La telerrealidad en la televisión española ya tiene un nuevo punto de mira. El martes Cuatro estrenó su último formato de «dating show» en el que varios concursantes pretenden encontrar el amor... desnudos. «Adán y Eva» alcanzó ayer un 14,8 de «share» y más de 2,8 millones de espectadores, lo que lo convirtió en el estreno de entretenimiento más visto en la historia de la cadena. También llegó rápidamente a «trending topic», pero no por la ausencia de ropa de sus concursantes, sino por la ausencia de cultura de éstos.
Un perfil muy particular
«El formato se enmarca perfectamente en la trayectoria de Cuatro», asegura Álvar Peris, profesor de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Valencia, que matiza que da «un paso más en la línea de buscar más un TT que el entretenimiento para reírse del casting». Y es que el hecho de que los concursantes vayan desnudos –en el formato original holandés se pixelaban los genitales– parece diluirse tras los primeros cinco minutos para dejar en evidencia que se ha buscado a unos protagonistas con papeles fijos para «promocionar un tipo de perfil joven muy particular que aunque no tiene calificación quiere hacer una carrera rápida en los medios y promocionarse por la vía más corta posible, hasta el punto de desnudarse en ‘‘prime time’’».
Así, «Adán y Eva» se aparta del «reality» al que estamos acostumbrados para, según Peris, «la apuesta por el tono de un entretenimiento más burdo y superficial. A nivel narrativo, este programa no da mucho juego y hay poco por explotar, salvo ver qué tontería han dicho». Estefanía Jiménez, profesora del Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad del País Vasco, resalta que «ha tenido mucha incidencia en las redes sociales en una franja con un tipo de público muy acostumbrado a sacar punta a cualquier comentario. No creo que por eso sea más exitoso ni lo más visto». En el fondo, el espacio está mucho más enfocado a uno de los elementos de la telerrealidad. «Permite al espectador conocer vidas ajenas y ver que la suyas son mejores y eso supone un alivio, al igual que con los programas en los que se habla de dramas personales», matiza Jiménez.
El elemento de la desnudez, al que los productores de «Adán y Eva» restaron importancia en la presentación, «no es más que una vuelta de tuerca al formato del ‘‘dating show’’: decían que lo importante eran otras cosas, pero eso ya lo tiene ‘‘Mujeres hombres y viceversa’’, por lo que la venta al espectador de este espacio fue hipócrita», asegura Jiménez. «Me sorprendió que en el debate posterior se presentara como un experimento sociológico, como para dotarlo de un halo de cientificidad cuando en realidad es para reírse de reacciones sacadas de contexto». Lo que ambos expertos afirman en común es lo que Jiménez describe como «el tono irónico de la narración: el programa no se toma en serio a sus protagonistas». Según el profesor Peris, «lo que engancha de estos programas es saber de la vida de sus protagonistas, pero no le doy mucha vida útil más allá de las cuatro semanas a menos que incorporen personajes más potentes».
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