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De Josiah Bartlet a Frank Underwood

El idealismo de «El Ala Oeste de la Casa Blanca» choca con el realismo crudo de «House of Cards»

A la izda. Spacey en «House of Cards»; a la dcha., Sheen en «El Ala Oeste de la Casa Blanca»
A la izda. Spacey en «House of Cards»; a la dcha., Sheen en «El Ala Oeste de la Casa Blanca»larazon

El idealismo de «El Ala Oeste de la Casa Blanca» choca con el realismo crudo de «House of Cards»

La enconada batalla electoral en Estados Unidos y el triunfo de Trump ha puesto en primer plano la buena salud de las series políticas. A falta de una aportación española significativa, se ha hecho un hueco en la ficción extranjera hasta ser algo más que una tendencia; es la reivindicación de productores y cadenas de ofrecer su propia visión de lo que ocurre en la cima del poder y cómo los gobernantes, o los aspirantes a serlo, hacen y deshacen a su antojo con tal de mantener su estatus.

En 1999 irrumpió como uno de los grandes acontecimientos de la historia de la televisión «El Ala Oeste de la Casa Blanca», una serie de Aaron Sorkin que, durante siete temporadas, acumuló más de treinta premios y fue alababa por los críticos y los politicólogos por su veracidad sobre lo que ocurría tras los visillos de la mansión presidencial más famosa del mundo. Es difícil ponerle algún pero. Sin embargo, hay que decir que era una ficción política muy civilizada. Dicho de otra forma, el presidente, Josiah Bartlet (interpretado por Martin Sheen) era un ideal de la imaginación colectiva con un comportamiento casi sin mácula. Inteligente y muy íntegro, aunque flaqueó en alguna ocasión. En clave interna, mostraba compasión con los más desfavorecidos y sabía manejar con mano izquierda los desafíos en política exterior. En resumen, era la versión del siglo XXI del sobrevalorado Camelot de Kennedy. Hubo que esperar unos años a que las producciones ofrecieran una versión más descarnada y entrasen en el lado oscuro de la política, bien fuese en comedia o drama.

En 2012, la HBO estrenó «Veep», una sátira brutal sobre lo que se cuece en la Casa Blanca. Allí llega la senadora Selina Meyer (Julia Louis-Dreyfuss), que cumple el mayor deseo de su vida: ser la presidenta de Estados Unidos. Pero se topa con la terca realidad: es una inepta que no tiene ni idea de cómo gobernar el país y está rodeada de pelotas que porfían por ser su mano derecha. Sin embargo, ella y su equipo se las arreglan para, a través de todo tipo de estratagemas, mantenerse en el cargo. Pocas veces se ha visto a unos inquilinos del Despacho Oval tan deslenguados e irrespetuosos entre ellos a los que sólo les une su afán de supervivencia. Por un lado, en Europa, la serie danesa «Borgen» muestra cómo una primera ministra es víctima de su idealismo e intenta no perder su integridad en cuanto llega al poder.

Luchas barriobajeras

El culmen de las ficciones políticas es «House of Cards», de la plataforma Netflix. Frank Underwood (Kevin Spacey) es un tipo amoral, cínico –dice que la democracia está sobrevalorada–, arribista, conspirador y con una mente privilegiada para humillar y derrotar a sus rivales. Para él, el fin siempre justifica los medios. En la serie se pueden ver las cloacas de Washington, las luchas barriobajeras entre demócratas y republicanos, y entre los miembros del mismo partido, para hacerse con el poder. «House of Cards» es un manual de la mala praxis política y Underwood un digno sucesor de Maquiavelo.

Varios escalones más abajo en términos de calidad se encuentra «Scandal», que se centra en la vida amorosa del presidente, aunque su retrato de los personajes que están en torno a él –lobbys, senadores y congresistas– no puede ser más inquietante.

Netflix ofrece «House of Cards» en línea