Comunicación
«El Marcapáginas» desembarca en Capital Radio
El pasado 8 de enero la emisora económica Capital Radio, que dirige Luis Vicente Muñoz, renovó su parrilla con un clásico de las ondas y un peso pesado de la cultura, “El Marcapáginas” , veterano programa que dirige el filólogo y periodista vallisoletano David Felipe Arranz. Hablamos con él de esta nueva etapa, cuando el programa cumplirá dieciséis años en septiembre. Se emite ya todos los viernes, de 22:00 a 0:00 y se repite los sábados, de 19:00 a 21:00.
-Cultura en el mundo de los medios: “El Marcapáginas” parece imbatible, contra todo pronóstico...
-Es como un hijo. Es un programa que ha crecido desde el año 2000 y cuya fórmula funciona. El periodismo cultural, si está hecho con cariño, gusta porque a los que lo hacemos nos encanta. Eso se transmite y el oyente lo nota y se contagia de nuestra ilusión en antena. Es ósmosis. Es pura magia.
-Radio Círculo, Radio Cervantes, Radio Intercontinental, Gestiona Radio y ahora Capital Radio. ¿Qué ha aprendido vd. de este largo viaje?
-Que lo más importante es la libertad de expresión, la transmisión de conocimiento y las personas que un periodista conoce a lo largo del camino. Cuando empecé a hacer “El Marcapáginas” apenas había terminado periodismo y venía de hacer producción en Radio España. Me acuerdo mucho de aquellas noches mágicas, con Julián Lago. Uno tiene maestros a lo largo de su vida y Julián ha sido uno de ellos: un ser excepcional y no volverá a haber otro como él. Lo echo muchísimo de menos y mi programa es un homenaje semanal a él.
-Usted deja a sus alumnos de Periodismo de la Universidad Carlos III que participen en el programa y eso no es muy habitual: es una oportunidad de oro para una profesión muy difícil...
-Por eso lo hago; porque a mí me hubiese gustado que también lo hiciesen conmigo. Es un tema de empatía, de amor por la profesión y de pasión por contar historias. En seguida se ve qué alumnos comparten con uno ese entusiasmo y el que sean jóvenes no quiere decir que no puedan redactar y locutar bien, transmitir sus opiniones y emitir sus reportajes. Además, la juventud va por dentro: hay jóvenes muy mayores porque se han desilusionado y mayores de corazón muy lozano con una energía vital que tumbaría a muchos veinteañeros. Nunca pontificamos: planteamos debates abiertos y exponemos todos los puntos de vista posibles sobre una noticia.
-Columnismo, docencia, radio, libros... ¿Ser buen periodista pasa por tocar todos los “palos” del oficio?
-No ser buen periodista, pero sí ser un enamorado del periodismo. En cuanto entras en el mundo del periodismo, el formato da igual: es lo que uno dice y cómo lo dice, tratar de apartarse de cómo lo cuentan los demás y conseguir tu propio estilo. Sale solo porque antes que pensar en formatos, me centro en el contenido: lo importante es contarlo bien y el continente es secundario, ya sea periodismo online, en papel, radio o televisión.
-¿Y cuál es el suyo, si puede saberse?
-No lo sé. Creo que llevo un rebelde dentro y mi manera de sacarlo a la calle sin que escandalice a los políticamente correctos es a través del periodismo. Por mi formación como filólogo y comparatista suelo relacionar la actualidad con el mundo de la literatura, casi de forma automática. Soy un gran defensor del libro en papel y el programa es una forma de llevar el papel a las ondas, una suerte de sinestesia maravillosa. Hay que ser un indómito para hacer estas cosas; tal vez pagas un precio al no ser dócil porque hay personas que no te perdonan esa libertad o no te comprenden. Pero uno es como es: lo llevamos en los genes y los periodistas estamos hechos de una pasta muy especial. Luego están los que se apuntan a la mamandurria del poder y van a las tertulias después de leer la nota de prensa del partido de turno o de llamar a un jefe de gabinete, los que incluso dan el salto al fango de la política, como Irene Lozano o el actual presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont... A eso le juntas que soy un castellano químicamente puro y ya la hemos liado.
-Con tanta libertad de opinión que vd. practica, ¿de Gestiona Radio se ha marchado o le han echado?
-No, no. Hubo reajustes en la parrilla en septiembre por la inclusión de un programa de fútbol y fuimos de un directo a las grabaciones. Y es que no cabíamos en el segundo estudio; estábamos muy contentos allí, son gente maravillosa. Jamás he tenido problemas de libertad de opinión en Gestiona Radio, donde los techos de libertad son muy altos, más que en otras emisoras que se jactan de ser medios libres y donde los periodistas son fulminados en un instante por traspasar unas líneas rojas editoriales. Lo hemos tenido que mover por un motivo exclusivamente espacial y porque no hay nada como un directo, en vivo: sale mejor y experimentas esa dulce tensión, el riesgo de que, ocurra lo que ocurra, no te puedes echar atrás. Y cuando vi el ambiente de la redacción, el estudio de Capital Radio y conocí a sus responsables, conectamos inmediatamente y en cuanto intercambiamos unas palabras supimos que iba a ser la próxima casa, el nuevo hogar de “El Marcapáginas”. ¡Hasta tiene chimenea el estudio! Es una gozada.
-¿Qué cambios ha hecho, cara a su desembarco en Capital Radio?
-Le he dado un aire más juvenil y más fresco, más dinámico. El viernes hemos estrenado cuatro secciones nuevas: “La mirilla”, con Marina Cascón; “A la caza del hombre blanco”, con Sara Barroso; “Mordiscos de pop y rock”, con Ruth Drake; y “Cultura con sal y pimienta”, con Mar Forteza. ¡Y este viernes llegan otras cuatro! Ese tono de desenfado, que el programa ya traía de serie, se ha visto potenciado. Mezclar veteranía y profesionalidad con la ilusión y las ganas de quienes empiezan es una fórmula infalible. He mantenido a los contertulios de siempre, las secciones clásicas de Miguel Pato, David Barrado, Adolfo Jiménez, Antonio Domingo o la “Revista de prensa”, e incorporado como tertulianos a periodistas como Mar Abad o Diego Bagnera.
-¿Qué espera del periodismo?
-A nivel personal, una mayor comprensión del mundo y de los comportamientos de las personas, y un mayor conocimiento de cómo funciona este sistema global tan cínico y basado en la desigualdad social que nos hemos construido; a nivel general, que nos haga ciudadanos mejores, porque es una profesión que tiene esa capacidad, pero que habitualmente está en manos de empresarios que no aman el periodismo ni tienen nada que ver con él: únicamente lo contemplan como un negocio y desconocen su esencia, su misión ética, formativa, educativa... Es una paradoja que los propietarios de los medios no sean periodistas; esto, por ejemplo, afortunadamente en Capital Radio no ocurre. Estoy convencido de que el periodismo volverá a ocupar el lugar que tuvo en la década de los 80 porque es esencial para la salud democrática de cualquier sociedad, tan importante como el cuerpo sanitario o el docente. Sin un buen periodismo, una sociedad que descuide a sus profesionales de la información es carne de cañón de la dictadura de las élites del poder, como diría Wright Mills, y de la injusticia social.
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