Estados Unidos
Héroes imperfectos
Dexter, el Dr. House, Carrie Mathison («Homeland»), Sheldon Cooper (The Big Band Theory»), Tara Gregson («United States of Tara), Tony Soprano («Los Soprano»), Walter White («Breaking Bad») Hannibal Lecter («Hannibal»)... Perturban tanto como fascinan con unas armas de seducción heterodoxas como el trastorno bipolar, el síndrome de Asperger, personalidad múltiple, la psicopatía o distintas adiciones producto de frustraciones subterráneas que agrietan su carácter. Las series de ficción estadounidenses han experimentado una mutación: sus protagonistas tienen aristas en su comportamiento que provocan que se asomen al precipicio que les aleja de una «normalidad» que, sin embargo, ha logrado la complicidad de millones de seguidores.
Echando la vista atrás, villanos de una pieza como Angela Channing («Falcon Crest») o Falconetti («Hombre rico, hombre pobre») que mantenían a los espectadores en vilo se quedan ahora en un esbozo. Los del siglo XXI son más sofisticados, abarcan toda una paleta de grises entre el blanco y el negro. Su maldad es el trasfondo de su vulnerabilidad.
Vínculos emocionales
Temporada tras temporada, no se puede concebir a Carrie Mathison («Homeland») sin el trastorno bipolar que la diagnosticaron a los 22 años. Los picos en su estado de ánimo y su obsesión por Nicholas Brody –el marine prisionero de guerra– le provocan un conflicto permanente con el que la audiencia se ha vinculado emocionalmente a pesar de ser un personaje a priori que podría producir rechazo. También el público ha asistido con congoja al proceso de degradación mental del protagonista de «Breaking Bad» y su espiral autodestructiva.
¿Y qué decir de Dexter? Este analista forense es un psicópata, un asesino en serie movido por un particularísimo código de justicia. Sin embargo, la audiencia empatiza con él. Prueba de ello son sus audiencias descomunales de 6,4 millones de espectadores en Estados Unidos, una cifra más que meritoria ya que la serie se emite por cable.
Tras su triunfal paso por el cine, Hannibal Lecter ya es un viejo conocido con el no se compartiría una comida, o sí con la condición de ser su plato principal, pero sí una conversación que desarma a su interlocutor.
Los casos del Dr. House y Tony Soprano, dentro de la singularidad de los personajes, son más cercanos para millones de personas. House es un drogadicto de una sustancia legal, la vicodina, para soportar sus dolores. Insoportable en las distancias cortas está dotado de una ironía y mordacidad que provoca cuando menos la admiración. Tony Soprano es el reflejo de la ansiedad sin adorno y también de sus contracciones... ¿Un mafioso que ordena matar sin titubeos puede ser tan frágil? Sí, Soprano es el camino más recto entre los sentimientos de perplejidad y cercanía que se puede crear entre un espectador y el personaje.
Pero no sólo los géneros de drama y de suspense se han poblado de estos sujetos. El humor cáustico de «The Big Band Theory» no se podría entender sin el síndrome de Asperger que sufre Sheldon Cooper. Parecido es el caso de «Unites State of Tara», cuya protagonista sufre un desorden de la personalidad que le lleva a tener múltiples personalidades que su familia soporta con estoicismo. En definitiva, son fieramente humanos.
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