Enfermedades
Las emociones están bajo control
El Síndrome de Asperger, una tendencia entre los personajes televisivos, celebra el miércoles su Día Internacional
El Síndrome de Asperger, una tendencia entre los personajes televisivos, celebra el miércoles su Día Internacional
El deseo de trasladar al espectador realidades poco frecuentes en las series de televisión, y la exigencia de contar con roles que le sorprendan y agraden, han llevado a los creadores a incluir en sus historias personajes que no son habituales en la ficción, pero que están presentes en la realidad. Cada vez son más las ficciones que ponen atención en patologías y trastornos poco frecuentes. Así el personaje cuenta con cualidades que resultan atractivas y novedosas para el espectador, pero que también contribuyen a que se familiarice con ellas. Éste es el caso del síndrome de Asperger, cuyo Día Internacional se celebra el miércoles.
Sin la popularidad de Sheldon Cooper, que gracias al trabajo de Jim Parsons se ha convertido en la primera referencia televisiva del síndrome, Max Braverman es, posiblemente, el personaje con Asperger mejor escrito y más documentado de la televisión. De ello ha sido responsable durante seis temporadas Jason Katims, creador de «Parenthood», un drama que se ocupa de narrar las vidas de Camille y Zeek Braverman, y su extensa familia, formada por sus cuatro hijos en edad adulta. El mayor de ellos es Adam, que junto a Kristina forma un matrimonio feliz que presume de sus dos hijos, Haddie y Max.
Temor y desconcierto
Estrenada en 2010 por la NBC, plantea desde su arranque los temores que sienten los padres de Max cuando descubren que los problemas en la escuela de su hijo van más allá de una simple rabieta, y se impone la necesidad de buscar un diagnóstico. Y cuando este llega, y la palabra Asperger se convierte en una de las habituales en su vocabulario, surgen los miedos y se impone la incertidumbre de no saber cómo comunicarse con su propio hijo. Mientras, Max deberá afrontar numerosos desafíos, entre los que se encuentran se encuentran las relaciones sociales y el día a día en la escuela, que se ven afectadas por su falta de empatía y sus dificultades a la hora de comunicarse. A lo largo de ciento tres episodios Katims compone con el personaje de Max un interesante retrato del síndrome, sus características y las consecuencias que tiene en el entorno de la persona que lo padece pasando por sus posibles, aunque poco fructíferas, relaciones personales. Así, entre grupos de apoyo para padres, y profesores particulares que le enseñan a Max a ceñirse a una rutina, llegan a la vida del joven los cambios de escuela y la adolescencia. A pesar de su honestidad y su continuo afán de superación, Max tiene que luchar contra la incomprensión de sus compañeros, que son crueles con una realidad que no comprenden y de la que se burlan. Junto a Max luchan Adam y Kristina, no dispuestos a aceptar que su hijo tenga menos posibilidades para aprender que el resto y celebran cada uno de sus avances con entusiasmo y cautela.
Interpretado por el actor californiano Max Burkholder, el personaje homónimo es fruto de la intensa y laboriosa investigación realizada por Katims, que además ha trasladado a la pantalla alguna de sus vivencias personales, ya que él mismo tiene un hijo con síndrome de Asperger. Burkholder detalló recientemente a un medio norteamericano cómo preparaba los pasos a seguir por su personaje, reuniéndose cada dos episodios con un equipo de personas formadas por el productor, el director, algunos guionistas y un especialista en Asperger. En estas reuniones se consensuaba cuál sería la reacción de Max ante ciertas situaciones y cómo afrontaría determinados problemas una persona Asperger. Aunque en la última etapa de la serie la imagen creíble y honesta que se había construido sobre Max, su síndrome y su familia, queda un poco desvirtuada por una decisión que podría considerarse idílica, «Parenthood» se ha preocupado, a lo largo de toda su historia, por plantear con seriedad y determinación la realidad de las personas Asperger. Una realidad que, hasta el momento, se había utilizado para crear personajes con una identidad casi única, pero de los que apenas se ofrecía un punto de vista pedagógico que reflejase los aspectos más difíciles del síndrome.
Roles como el de la Dr. Temperance Brennan, protagonista de «Bones», o el del Dr. Sheldon Cooper en «The Big Bang Theory» cuentan con las características propias de aquellos que padecen Asperger, pero en ningún momento sus creadores han admitido que sus personajes hayan sido diagnosticados. En otros casos, como el de Will Graham en «Hannibal» o Sonya Cross en «The Bridge», la enfermedad está presente, pero sólo es utilizada como un rasgo característico del personaje y no como una trama a desarrollar.
El protagonista de «Sherlock» interpretado por Benedict Cumberbatch o el personaje de Abed Nadir en Community, son roles que cuentan con rasgos propios de una patología de especto autista, pero que no se ciñen extrictamente a aquellos que definen el Asperger. Y también los hay que, como Sugar Motta en «Glee», se quedan a medio camino y sólo logran caer en el estereotipo fácil.
Afortunadamente, este tipo de clichés tienden a ser cada vez más escasos, y en la actualidad la industria televisiva se preocupa por plantear al espectador historias que, aún siendo ficción, plasmen un universo en el que tengan cabida todas las identidades presentes en la sociedad. Es en la admisión de ese compromiso, implícito en la función pedagógica de la televisión, donde reside el afán de ofrecer a la audiencia otros Max Braverman que sirvan para otorgar visibilidad a aquellos que, por no formar parte de la mayoría, terminan siendo invisibles.
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