Los Ángeles

Unos fuera de serie

Los primos de Pablo Iglesias
Los primos de Pablo Iglesiaslarazon

Brett Martin, autor de un estudio sobre las ficciones de televisión, desgrana en su libro el ADN de los malvados como antihéroes en papeles protagonistas

El acontecimiento inaugural fue la aparición de Tony Soprano conduciendo hacia Nueva York, con el puro humeante y las Torres Gemelas al fondo del skyline industrial de la América de la era Bush en los créditos de «Los Soprano». En pocos años el modelo de malvado familiar, violento pero padre amantísimo, asesino aunque traumatizado y con una neurosis que le obliga a iniciar una terapia peligrosa, se hizo tan usual como representativo de la televisión del siglo XXI. Dos fueron los responsables: el guionista David Chase y la cadena por cable HBO. Brett Martin, autor del fundamental estudio sobre las series de la televisión posmoderna «Hombres fuera de serie» (Ariel, 2014), la denomina como «la primera oleada de la tercera época dorada» de la televisión por cable. El periodo, todavía inacabado, se inició en 1999 y lo compara con los años del New Cinema de Altman, Scorsese y Ford Coppola en los 70.

Los precedentes televisivos están en las míticas series de Steven Bochco «Canción triste de Hill Street» y «La ley de Los Ángeles» para la NBC. Cantera de guionistas que cambiarían la unidad narrativa autoconclusiva por un arco inacabable que se alargaría durante temporadas con un final imprevisible. Bochco fue el primero en nombrar a un guionista como presidente ejecutivo para supervisar el rodaje, concentrarse en los guiones y coordinar las «reuniones de tono» con todo el personal, estableciendo el papel del «showrunner autocrático» –según el análisis de Brett Martin–.

«El Padrino» para televisión

En 1980, el negocio televisivo estaba en pleno cambio. La quinta parte de los hogares vivían enganchados a la televisión por cable y a cadenas privadas. La videograbadora permitió ver las series a la carta, los videojuegos alejaban a los jóvenes del cine y la irrupción de internet fomentó los foros de fans y la mitomanía de series y malvados jamás vistos en la televisión generalista. Hasta dicho cambio, la HBO se caracterizaba por emitir boxeo, pechos, palabrotas y películas de Hollywood, del cual dependía en exceso.

La llegada del nuevo jefe de producción ejecutiva Chris Albrecht y la emisión de «Oz» propiciaron el cambio con la contratación del guionista David Chase, artífice de «Los Soprano». «Oz» estaba protagonizada por un psicópata gay y neonazi, marca de HBO, que comenzó a destacar por sus personajes problemáticos, de moralidad cuestionable, asesinos y psicópatas que el espectador veía por primera vez convertidos en antihéroes protagonistas de historias complejas repletas de corrupción y violencia. La siguiente serie de Albrech fue «Sexo en Nueva York» (1998), la cara desvergonzada de «Las chicas de oro». Pero el cambio real ocurrió en el ascensor de la HBO cuando el directivo Lloyd Braum se encontró al guionista David Chase y le preguntó: «¿Has pensado alguna vez hacer ‘‘El Padrino’’ para televisión?».

En «Hombres fuera de serie», Brett Martin analiza desde dentro los fenómenos televisivos que convirtieron a sus guionistas en los nuevos genios del medio, comenzando por la canonización de los showrunners y la importancia del episodio piloto, cuyo requisito principal es condensar la idea de la serie e «insinuar un futuro a menudo ni siquiera imaginado aún por sus creadores». Para Martin «es un número de trapecio único y terrorífico en el que el creador se balancea sobre un abismo narrativo con la convicción de que la historia continuará». Pero lo que cambió el universo dramático televisivo fue la pregunta que se hicieron los directivos de HBO: «¿Podemos tener una serie en la que el protagonista sea un delincuente?». Lo significativo fue que guionistas como Chase y Gilligan, radicalmente izquierdosos, querían mostrar «la idea de que en el fondo el sueño americano pudiera ser una empresa criminal». Una vez la HBO aceptó la serie, la sala de guionistas se convirtió en centro creativo: «Semillero de agitación y transmisión emocional, cuyo centro es el showrunner, junto a una pizarra y un ordenador portátil donde se toma nota de todas las chorradas y genialidades que se dicen». «Una comunión creativa» con sus colegas que anuncia la naturaleza y los ritmos de la historia que intentan explicar. Y al fondo, egos que enloquecen.Graig Whright, el guionista de «A dos metros bajo tierra», dijo: «Una serie como ‘‘Los Soprano’’ tiene un efecto calmante porque, en última instancia, da por sentado que incluso a las personas más monstruosas les obsesionan las mismas preocupaciones que a nosotros». En realidad, era como si en «Falcon Crest» se hubiera llevado al límite aquel culebrón de dinero y poder protagonizado por Angela Channing, antecedente de Tony Soprano. El paso de la laxa inmoralidad de las malvadas con hombreras a la amoralidad de los asesinos complejos y problemáticos del siglo XXI.

En el MoMA

Dice Brett Martin que «el impacto cultural –de ‘‘Los Soprano’’– superó a las cifras de audiencia»: 11,3 millones de espectadores, cuando «Urgencias» tenía 22,4. Comenzaron entonces las exclusivas sobre los problemas conyugales de Galdonfini, sus adicciones y su comportamiento errático, justo cuando el MoMA proyectó las dos temporadas de la serie, comparando sus guiones con los genios de Zola y Balzac. Martin dice que la megalomanía del guionista y la fanatización de su público hicieron de «Los Soprano» una ficción de culto con una complejidad moral tan escasa como la de Batman y la pretenciosidad de un culebrón a lo «American Beauty» (1999). Así piensa el desmesurado David Chase: «Antes, el mensaje de todas las series había sido que el protagonista paga por sus pecados. Delinquir no sale a cuenta. Bueno, eso es falso». Asunto distinto fue la «biblia» que David Simon envió para vender «The Wire» a la HBO. Una serie policiaca en el paisaje postindustrial asolado por la droga de los suburbios de Baltimore, aunque la pretensión de Simon era nada menos que una serie sobre el «existencialismo nacional» rodada con un realismo de denuncia periodística nunca antes alcanzado en una ficción sobre la droga y la delincuencia. A HBO le siguieron la AMT y FX. Estas cadenas consiguieron hacer triunfar series por cable como «Boardwalk Empire», «True Blood», «Juego de tronos» y tres que definieron el estilo de la ficción televisiva de la última década: «The Walking Dead», «Mad Men» y «Breaking Bad».