Ciencias humanas
Con la misma cara desde hace un millón de años
Si hay un homínido que causa controversia en la paleontología a día de hoy ése es el Homo antecessor. No en vano, hablamos del primer homínido europeo, un ancestro común del Neandertal y del Sapiens, un «padre» de ambas especies que obliga a replantearse los orígenes evolutivos en nuestro continente. Sin embargo, no toda la comunidad científica tiene claro que se trate de una especie diferenciada. Ahora, el concienzudo análisis desarrollado por un equipo científico hispano-norteamericano del hueso malar del conocido como «chico de la Gran Dolina», en el yacimiento de Atapuerca, viene a demostrar dos cosas: por un lado, el Antecessor posee rasgos no vistos hasta ahora, lo que le otorgaría el estatus de nueva especie; por otro, que la cara de este homínido es muy similar a la nuestra, no sólo en la morfología, sino en su desarrollo biológico. «Ahora podemos afirmar que la cara ''moderna'' apareció en alguna población humana hace al menos un millón de años, y que, por el momento, Homo antecessor sigue siendo la especie más antigua con ese rasgo anatómico tan importante», afirmó José María Bermúdez de Castro, del Grupo de Antropología Dental del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH). El estudio se ha publicado en la revista «Plos One» y, junto al Cenieh, ha participado la Universidad de Nueva York.
Crecimiento «en vivo»
La doctora María Martinón-Torres, del CENIEH, explica a este diario que el hueso del «chico de la Gran Dolina», un adolescente que murió en la Sierra de Atapuerca, fue comparado con los restos del «chico de Turkana», perteneciente a la especie más primitiva del Homo ergaster. A través del uso del microscopio electrónico, los investigadores comprobaron no sólo los rasgos externos, «sino el proceso biológico, ver cómo crece el hueso ''en vivo''». ¿El resultado? El patrón de crecimiento del hueso del adolescente Antecessor es más similar al de los humanos modernos, existiendo además reabsorción ósea.
Si bien su cráneo era más pequeño que el nuestro –unos 1.000 cm3 frente a nuestros 1.400 actuales–, su cara presenta una estructura vertical similar a la nuestra. De hecho, de haber sobrevivido a la edad adulta y de haber seguido creciendo, su cara habría seguido desarrollándose como la del Sapiens.
Su cráneo era más grande que el del Homo erectus, lo que implica que se dirigía hacia la modernidad», apunta Martinón-Torres. Del mismo modo, en lo que respecta al patrón de desarrollo dental, se trata de la primera especie parecida a los humanos modernos en este sentido. Todos estos rasgos se evidencian por primera vez en el Homo antecessor, una especie que vendría a «anunciar la modernidad».
¿Conclusión? Para los investigadores, el Antecessor presenta una serie de rasgos no vistos hasta ahora, por lo que se trata de «una especie diferente». ¿Y qué sabemos de este homínido hasta ahora? Los últimos estudios denotan que tiene un origen asiático, posiblemente en una zona del Próximo Oriente. El área concreta se desconoce debido a la ausencia de registros fósiles.
Como explica a LA RAZÓN Bermúdez de Castro, el Homo antecessor, como todas las especies del Pleistoceno, era un cazador- recolector, un aspecto que lo diferencia de homínidos carroñeros previos. De corpulencia similar a la nuestra y muy sociales, tenían dificultades para alimentarse debido a la «estacionalidad» del continente: en otoño comían más frutos y en invierno sólo consumían carne. Huevos de pájaros y reptiles, insectos, setas, frutos del bosque y vegetales componían su dieta. «En general, llevaban una vida sencilla: cazar, procrear y defenderse de los predadores», afirma Bermúdez de Castro.
Uno de los aspectos sobre los que se continúa investigando es sobre su canibalismo. Un reciente estudio del CENIEH confirmó que, efectivamente, el Homo antecessor llevaba a cabo esta práctica. Sin embargo, en su artículo, publicado en el «Journal of Human Evolution», sostuvieron que no lo hacía por escasez de recursos alimenticios, pues podía aprovisionarse de abundante carne y grasa procedentes de los grandes mamíferos que poblaban la zona.
Sin embargo, aún podría haber más sorpresas. Bermúdez de Castro se mostró convencido ayer, durante la presentación de estos resultados, de que todavía pueden encontrarse en el yacimiento burgalés miles de restos más, lo que sería «una orgía científica». Eso sí, aún faltan décadas para dar ese paso, por lo que «es probable que sean mis nietos los que lleguen a verlo».
Los bebés humanos y los simios se comunican igual
Psicólogos de la Universidad de California analizaron a través de vídeos los gestos de una bebé humana, un chimpancé y un bonobo (chimpancé pigmeo) y encontraron notables similitudes. El hallazgo, publicado en la revista «Frontiers», demuestra que las tres especies usaron gestos similares para alcanzar un objeto –señalándolo con los dedos o la cabeza– o al levantar los brazos para ser cargados. Tanto la bebé como los simios usaron gestos «comunicativos», es decir hubo un contacto visual con el interlocutor, acompañado de la vocalización –sonidos no vocales– o incluyó un esfuerzo comportamiento visible para provocar una respuesta. En los primeros meses de existencia, el gesto fue el principal medio de comunicación para las tres especies. Sin embargo, la niña progresó mucho más rápidamente en el desarrollo de símbolos. Los investigadores concluyeron que los seres humanos heredan un lenguaje de gestos y una capacidad latente para aprender el lenguaje simbólico del último antepasado que compartieron con los chimpancés y bonobos hace unos seis millones de años. Kristen Gillespie-Lynch, quien dirigió la investigación, afirmó que el gesto juega un papel en la evolución, así como en el desarrollo de la lengua, informa S. Morán.
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