Medio ambiente
La contaminación reduce el efecto de la vacuna anticovid
Estudio impulsado por la Fundación «la Caixa» en colaboración con el Instituto Germans Trias i Pujol
De sobras conocidos son los efectos adversos de la contaminación atmosférica sobre nuestra salud. Ésta se asocia con el cáncer de pulmón, enfermedades cardiovasculares y respiratorias, así como con diabetes.
Además, también se ha visto que los contaminantes atmosféricos afectan a las respuestas inmunitarias y, en este sentido, recientemente un equipo de ISGlobal liderado por el investigador Manolis Kogevinas puso de manifiesto la asociación entre la exposición a esta contaminación antes de la pandemia y un mayor riesgo de enfermar gravemente por la COVID-19.
Ante esta evidencia, desde ISGlobal, centro impulsado por la Fundación “la Caixa”, en colaboración con el Instituto de Investigación Germans Trias i Pujol, se puso en marcha una investigación para comprar si la contaminación atmosférica podría también afectar a la producción de anticuerpos tras la vacuna contra la COVID-19.
Con este objetivo, Kogevins y su equipo estudiaron los datos de 927 pacientes de la cohorte GCAT/Genomes for Life, que completaron un cuestionario y a quienes se les tomó una primera muestra de sangre en el verano de 2020, tras el primer confinamiento, y una segunda en la primavera de 2021, cuando ya se había puesto en marcha la campaña de vacunación contra la COVID-19. Todos los participantes en esta investigación habían recibido, al menos, la primera dosis, alguno incluso la segunda, de las vacunas administradas en España, bien sea Moderna, Pfizer o AstraZeneca.
En dichas muestras, los investigadores midieron los anticuerpos IgM, IgG e IgA de cada participante frente a cinco antígenos víricos, de los cuales tres de ellos en la proteína Spike que contiene la vacuna. En cuanto a la exposición a la contaminación atmosférica, se tomaron de referencia los datos de PM2,5, Hollín, NO2 y ozono relativos a la zona en la que cada uno de los participantes residía antes de la pandemia.
A partir de estos datos, el estudio arrojó resultados clarificadores: en aquellas personas que no habían sido infectadas por SARS-CoV-2, la exposición a la contaminación atmosférica se asoció a una reducción de entre el 5% y el 10% en los niveles de anticuerpos anti-Spike inducidos por la vacuna.
Es decir que, en el marco de esta investigación, se observó que la exposición a partículas finas, dióxido de nitrógeno y carbono negro reduce hasta un 10% la respuesta de anticuerpos en personas sin infección previa. Y esa reducción es evidente tanto en las respuestas tempranas (IgM) como para las respuestas tardias (IgG). Además, cabe señalar que el pico de anticuerpos IgG tras la primera dosis tuvo lugar de forma más tardía en los pacientes expuestos a una mayor contaminación, mientras que los niveles reducidos de IgG se mantuvieron durante varios menos tras la inoculación.
Al respecto, Carlota Dobaño, investigadora de ISGlobal y última autora del estudio, comenta que “la contaminación atmosférica puede provocar una inflamación crónica, que se ha asociado a un efecto negativo sobe la eficacia de las vacunas”. En la misma línea, su colega Cathryn Tonne apunta que los hallazgos de esta investigación
“coinciden con estudios que muestran que los contaminantes orgánicos persistentes reducen la respuesta a las vacunas en la población infantil”.
Por otro lado, el efecto de los contaminantes solo se observó en personas que no habían pasado la infección, lo que podría explicarse por el hecho de que la infección previa favorece una mayor respuesta a la vacuna. En cualquier caso, los resultados de este estudio, publicados en Environmental Health Perspectives, aportan más evidencia acerca de los efectos adversos de la contaminación atmosférica en el sistema inmunitario, lo cual, según señala Tonne, “subraya la necesidad de imponer límites más estrictos de contaminación atmosférica”.
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