Investigación científica
¿Cuánta radiación recibimos en el hospital?
Entra en vigor la nueva normativa europea para controlar mejor el uso de rayos X e isótopos radiactivos con fines médicos
Entra en vigor la nueva normativa europea para controlar mejor el uso de rayos X e isótopos radiactivos con fines médicos.
Todos estamos familiarizados con el símbolo de aspas negras sobre fondo amarillo que indica que estamos cerca de una fuente de radiación. Es el que llaman «trébol radiactivo». Y no es que vayamos con frecuencia a una central nuclear, no. En la mayor parte de las ocasiones vemos el icono de advertencia cuando vamos al médico. El uso de radiaciones ionizantes en el diagnóstico de enfermedades es ya una práctica habitual. Nos hacemos radiografías, TAC, escáneres, pruebas con contraste, pruebas de medicina nuclear... Llámense como se llamen, todos esos actos médicos que pueden salvarnos la vida implican la exposición a una cierta dosis de radiación.
Desde esta semana debería estar en vigor en España, como en el resto de países de la Unión Europea, la directiva 2013/59 Euratom sobre seguridad de las radiaciones ionizantes, un marco legal que amplía las regulaciones, la necesidad de justificación y los límites a las dosis radiológicas que reciben la población general y los profesionales de la salud. Su efecto más evidente será que médicos y pacientes deberán conocer la cantidad de radiación que se aplica en cada prueba y que estos datos podrán pasar a formar parte de las historias clínicas.
Aunque la normativa se aprobó en 2013 su aplicación aún no ha culminado. De hecho, algunos expertos opinan que muchos países, incluido España, están muy lejos de poder cumplir al 100 porciento la nueva ley. Para que sea posible disponer de las tecnologías de medición es necesario realizar una actualización de equipos e infraestructuras que en muchos casos no se ha podido acometer en medio de la mayor crisis de recursos sanitarios que se recuerda.
Según ha declarado el presidente de la Sociedad Española de Radiología Vascular e Intervencionista, José Urbano, en un encuentro con la Asociación Española de Neurofibromatosis, «no ha sido posible que la normativa entre en vigor a tiempo. Hay que hacer una serie de adecuaciones que, en parte, se han llevado a cabo, pero no con todo el rigor necesario». De hecho, aún quedan algunos meses para que la administración conozca en profundidad en qué condiciones están las más de 120 unidades de radiología vascular intervencionista en las que trabajan los radiólogos vasculares con el fin de saber si cumplen la normativa, cuáles son muy viejas y cuántas necesitan una remodelación.
Algunos centros hospitalarios se han adelantado a la normativa y ya llevan un tiempo aplicando medidas que se ajustan a ella. El Sistema Vasco de Salud, por ejemplo, puso en marcha en 2012 un sistema pionero que consiste en registrar las radiaciones ionizantes que acumulan los pacientes para que consten en su historial clínico y se eviten así las exposiciones innecesarias que podrían acarrear efectos secundarios como el cáncer. El objetivo es tener constancia sobre todo de las pruebas con mayor grado de radiación, como los TAC, ya que las radiografías convencionales no suponen un riesgo importante para la salud.
La nueva legislación establece la necesidad de que exista un «historial dosimétrico», algo así como la cartilla de vacunación en la que se recoja la cantidad de radiación que recibe un paciente cada vez que acude a un acto médico. Además, se impone que los profesionales que sobrepasen los límites de radiación de referencia dejen de entrar en contacto con las unidades de diagnóstico. Algunos expertos advierten que la nueva medida puede aumentar el miedo injustificado a las tecnologías de radiología o medicina nuclear. En la actualidad, el sistema sanitario español goza de todas las medidas de seguridad necesarias.
Pero no cabe duda de que su aplicación va a volver a sacar a la luz la relación entre pacientes y radiación, una relación cada vez más frecuente. Una radiografía de tórax, por ejemplo, equivale a toda la radiación que recibe un ser humano de manera natural durante 3 días de vida.
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