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La opinión de Antonio Pelayo
Una deuda pendiente con la memoria de José María Javierre Ortas
No escogió el camino de los honores eclesiásticos. Se hizo sacerdote operario y desarrolló durante sus largos años de vida una actividad incesante en todos los campos de los medios de comunicación
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Hace cien años, en un pueblecito perdido de la provincia de Huesca, nació el tercer hijo de una familia profundamente religiosa. Le pusieron de nombre José María y su apellido era Javierre Ortas. Su hermano mayor, Antonio María, salesiano, llegó a ser cardenal y sirvió a la Iglesia en la Curia Romana durante varias décadas.
José María no escogió el camino de los honores eclesiásticos. Se hizo sacerdote operario y desarrolló durante sus largos años de vida una actividad incesante en todos los campos de los medios de comunicación. Comenzó publicando biografías de santos, muchos de ellos españoles: San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Ávila, Sor Ángela de la Cruz, Isabel la Católica y otros muchos que alcanzaron tiradas importantes y le granjearon el título de "hagiógrafo mayor del reino".
Pero su incansable entrega le llevó a dirigir, en los tiempos difíciles del tardofranquismo,“El Correo de Andalucía”, propiedad entonces de la archidiócesis hispalense y a fundar, con otros sacerdotes, la editorial PPC. Fue corresponsal en Roma del diario “Ya” del que siguió siendo colaborador muchos años y su firma apareció en revistas y periódicos de toda España.
Su rostro, su inolvidable sonrisa y su palabra siempre acertada y empática se asomó durante muchos años a las pantallas de RTVE donde dirigió un programa semanal que años más tarde se trasladó a Canal Sur con el título “Testigos hoy”.
Siendo aún muy joven fue nombrado Vicerector del Colegio Español de Roma donde se forman las élites del clero de nuestro país y allí fundo la revista de poesía “Estría” donde se publicaron poemas de José Luis Martín Descalzo, Antonio Montero, José María Cabodevilla, Joaquín Luis Ortega y laicos como José María Valverde con ilustraciones de Antonio Mingote.
Llegó a Sevilla para preparar la biografía del Cardenal Marcelo Spinola y al lado del Guadalquivir este aragonés de pura cepa echó sus raíces. La ciudad le nombró, junto a Curro Romero, hijo predilecto y allí murió. Todo esto se ha recordado en un homenaje celebrado el jueves presidido por el Arzobispo José Ángel Saiz Meneses y que saldó una deuda pendiente con su memoria.
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