José María Marco

«Efecto llamada» electoral de la nueva izquierda

El PSOE busca votantes urbanos de Podemos, tolerantes con la migración y confía en no tener el rechazo de sus votantes mucho más reacios a recibir extranjeros

El «Aquarius» ha puesto la lupa en un fénomeno que puede fracturar la convivencia y la Unión Europea si no se aborda con responsabilidad / Efe
El «Aquarius» ha puesto la lupa en un fénomeno que puede fracturar la convivencia y la Unión Europea si no se aborda con responsabilidad / Efelarazon

El PSOE busca votantes urbanos de Podemos, tolerantes con la migración y confía en no tener el rechazo de sus votantes mucho más reacios a recibir extranjeros.

En su primera semana, el Gobierno de Pedro Sánchez ha dado la prioridad a la inmigración. El espectacular rescate del «Aquarius» dio la salida. Vino luego el anuncio de la supresión de las concertinas en las vallas de Ceuta y de Melilla. Y por fin llegó el anuncio de la ampliación de la Sanidad pública a los inmigrantes ilegales, que desde 2012 accedían a ella por urgencias y en caso de enfermedad grave. Aunque la supresión de las concertinas es sobre todo de orden simbólico, porque habrán de ser sustituidas por otro mecanismo para defender la frontera, resulta muy llamativa. La última responde a lo que el PSOE y la izquierda han venido solicitando desde la decisión restrictiva del Gobierno del PP, en 2012. Las tres son medidas relevantes y aspiran a indicar un cambio en las políticas de inmigración. Otro asunto es hacia dónde van dirigidas, y cuál es el objetivo que persiguen.

Tendemos a pensar que la cuestión de la inmigración tiene un reflejo claro en la diferencia entre izquierda y derecha. Los votantes del PP serían más partidarios de una opción restrictiva, mientras que los del PSOE tenderían a adoptar posiciones más abiertas. Esto es cierto, como corroboran los datos del último CIS que trató el asunto de la inmigración, en diciembre de 2016. En un 70,9%, los votantes del PP consideran que el número de inmigrantes es –ahora mismo– elevado y excesivo. Lo mismo ocurre cuando se trata de evaluar la legislación sobre inmigración: un 65,2% opina que es más bien o demasiado tolerante. Y ante la cuestión del modo de vida, los votantes del PP tienden a pensar que los inmigrantes tienen que estar dispuestos a adoptar el del país que recibe

El PSOE ofrece cifras más bajas... pero con sorpresa. Un 62,3 % de los votantes considera elevado o excesivo el número de inmigrantes. Un 48,3% ve tolerante o demasiado tolerante la legislación al respecto. Y la exigencia en cuanto al modo de vida es menor. Hay, por tanto, diferencias sensibles entre los votantes de los dos partidos, pero sigue siendo importante el porcentaje de votantes socialistas que se inclinan a posiciones más cercanas a las del votante del PP. La misma coincidencia aparece en todas las preguntas. A la hora de evaluar si los inmigrantes reciben del Estado más de lo que dan, un 63 % de los votantes del PP contesta que reciben más o mucho más, mientras que en el PSOE opinan lo mismo un 50,6%.

Quienes se manifiestan así son los votantes tradicionales del PSOE, personas de cierta edad y trabajadores con un nivel de vida no muy holgado que desconfían de los inmigrantes, tanto por su forma de vida como por la posible competencia en los puestos de trabajo. Las decisiones de Sánchez en esta primera semana apuntan por tanto a un alejamiento de este electorado tradicional. Hay una apuesta socialista por una izquierda distinta, más universitaria y «urbanita», con mayores ingresos y más abierta a la inmigración: la base social de la nueva izquierda, y la misma que apoya a Unidos Podemos.

Sánchez, desde esta perspectiva, continúa el experimento de Rodríguez Zapatero. Con un matiz distinto, porque ahora se trata de recomponer la unidad de la izquierda que en aquellos años, entre 2004 y 2011, empezó a resquebrajarse y luego, con la irrupción de Podemos, se rompió del todo. En esta primera semana hemos empezado a ver por dónde se inclina el nuevo socialismo salido de la crisis. Se trata de competir con Podemos por la creación y la hegemonía de una nueva izquierda, que parece abandonar los sectores sociales más vulnerables, los más directamente enfrentados a la competencia de una inmigración sin cualificación y los más apegados a su identidad cultural.

En este punto, Sánchez cuenta con una novedad, y es que también ha habido escisión en el centro derecha y las posiciones de los votantes del PP contrastan con las de los votantes de Ciudadanos. Aunque estos oscilan, como era de esperar, tienden a situarse entre los primeros y los segundos. Esta realidad contrasta con los electores de Unidos Podemos, más abiertos a la inmigración que los demás, incluido el PSOE. Es posible que la posición del PP se haya endurecido a medida que ha ido perdiendo electores en favor de Ciudadanos. En cualquier caso, eso podría permitir a Sánchez apelar al miedo al extremismo para contener a los electores que no estén de acuerdo con su nueva definición de la izquierda. Está por ver si –de querer hacerlo– tendría margen para jugar a la provocación e intentar suscitar propuestas electorales arriesgadas como la de García Albiol en Badalona. Algo que hasta aquí ha sido excepcional.