Reino Unido

El «bebé probeta» cumple 40 años

El 25 de julio de 1978 nacía el fruto de la perseverancia de unos padres y la habilidad de dos profesionales, Robert Edwards y Patrick Steptoe, la mundialmente conocida como «niña probeta», Louise Brown

Louise Brown pesó 2,608 kilos y fue sometida a 60 pruebas diferentes para asegurar que era “normal”
Louise Brown pesó 2,608 kilos y fue sometida a 60 pruebas diferentes para asegurar que era “normal”larazon

En estas últimas cuatro décadas, han nacido entre 6 y 8 millones de niños en todo el mundo gracias a este método

Cuando Louise Brown cumplió cuatro años, sus padres le enseñaron el video de su nacimiento. Estaba a punto de comenzar la escuela y sabían que los otros niños “podían comentar cosas”. “Mi madre me explicó que había necesitado ayuda de los doctores para poder tenerme. Pero no supe el significado de todo aquello hasta diez años más tarde. Poco a poco fui entendiendo todo escuchando las entrevistas que daban”, asegura.

Ahora es ella la que atiende a los periodistas. Los medios han seguido prácticamente cada minuto de su vida. Antes de venir al mundo despertaba ya gran curiosidad y su nacimiento protagonizó luego todas las portadas. Fue la primera “bebé probeta”, la protagonista indiscutible de uno de los avances científicos más espectaculares del siglo XX.

“Yo prefiero el término “bebé FIV (Fecundación In Vitro)”, pero tampoco me importa “bebé probeta” porque así es como me han llamado toda mi vida”, explica a LA RAZÓN.

Louise acaba de cumplir cuarenta años. En estas últimas cuatro décadas, han nacido entre 6 y 8 millones de niños en todo el mundo gracias a este método, que permite fecundar un óvulo con un espermatozoide fuera del útero. Coincidiendo con el aniversario del hito, las cifras que se publican estos días varían. Pero en cualquier caso, suponen ya la normalización de una técnica considerada en su día “milagro” para unos y “escándalo” para otros.

John -trabajador de ferrocarril- y Lesley -ama de casa- llevaban nueve años intentado tener hijos sin éxito. Ella sufría obstrucción en las trompas de Falopio y acabó cayendo en depresión. Fue entonces cuando le pusieron en contacto con el ginecólogo Patrick Steptoe y el fisiólogo Robert Edwards, quienes desde los años 60 llevaban trabajando en un proyecto que parecía tan sólo una quimera.

Los científicos habían estado experimentando con la fertilización de óvulos de animales fuera del cuerpo, pero pocos creían que alguna vez sería posible crear embriones humanos. Incluso dentro de la comunidad científica muchos consideraron que aquello no era ético ni moral. El Medical Research Council les negó una subvención, pero no se dieron por vencidos y establecieron una base en el Hospital General de Oldham, a las afueras de Manchester, donde no les faltaron mujeres infértiles como voluntarias para el tratamiento experimental.

Lesley se convirtió en una de ellas. De 1968 a 1978, se trataron 282 féminas en Gran Bretaña. Se consiguieron 5 embarazos clínicos, pero sólo un nacimiento, el de Louise. Todo se llevó en absoluto secretismo. Incluso la futura madre no supo hasta el último momento que nadie había logrado hasta entonces concluir felizmente la gestación. “Cuando mi madre conoció a los doctores había mujeres con bebés en la sala de espera por lo que supuso que había funcionado ya previamente”, explica Louise.

La Prensa terminó enterándose y el hospital fue tomado por los fotógrafos. En el momento del parto, el futuro padre tuvo que ser escoltado por la Policía. Los reporteros gráficos llegaron incluso a lanzar una falsa amenaza de bomba, que obligó a la evacuación de los pacientes, con la esperanza de conseguir así una foto de la bebé.

“Mi madre tuvo que ser llevada al quirófano para que le practicaran una cesárea en completa oscuridad, con sólo una linterna alumbrando el camino”, explica Louise. “Apenas unos pocos sabían quién era ella”, matiza.

Tras un acuerdo con el gobierno, la cesárea fue grabada para documentar la evidencia que Louise había realmente nacido de su madre. Antes de que ésta la pudiera cogerla en sus brazos, la recién nacida -que pesó 2,608 kilos- fue sometida a 60 pruebas diferentes para asegurar que era “normal”.

Aquel 25 de julio a las 11.47 horas, cambió el mundo. Los científicos sugirieron a los padres poner a la niña de segundo nombre Joy (Alegría), conscientes de lo que cambiaría la vida a partir de entonces a otras futuras familias.

Steptoe y Edward -quien recibió el Premio Nobel de Medicina en 2010- se presentaron ante la opinión pública con una foto con el bebé. Junto a ellos también estaba la embrióloga Jean Purdy, que logró implantar el embrión de Louise, que apenas eran ocho células, en el útero de su madre.

La doctora, sin embargo, fue calificada por los medios de comunicación como “la comadrona” y así ha pasado a la historia del FIV, como la gran olvidada. Louise sin embargo está decidida a reivindicar su papel. “Debemos reconocer su trabajo, ya que con el equipo hizo posible el avance científico”, matiza.

Cuatro años más tarde, Lesley y John se convirtieron en padres de otra niña, Natalie, también gracias a FIV. Pero su nacimiento no causó tanta revolución como el de su hermana.

Cuando los padres se trasladaron con Louise a su casa de Bristol, hubo una auténtica revolución. Centenares de vecinos les estaban esperando. Entre ellos, un pequeño de siete años llamado Wesley Mullinder, quien años más tarde terminaría convirtiéndose en el marido de Louise. “Todos los niños estaban enfrente de mi casa diciendo “aquí viene el bebé probeta”. Me resulta raro que él fuera uno de ellos”, matiza la protagonista.

La pareja se casó en 2004 y a la boda asistió doctor Edwards, que siempre ha permanecido muy próximo a la familia. Son padres de dos hijos, Cameron, de 11 años, y Aiden, de cuatro, que nacieron por métodos naturales. Su hermana, Natalie también ha tenido 5 hijos por métodos naturales.

La familia de Louise lleva una vida de lo más normal en el mismo Bristol. Ella trabaja en las oficinas de una naviera, mientras su marido ejerce como portero en una discoteca.

Cuando le preguntan cómo se siente al ser protagonista de un episodio histórico, responde: “Las personas realmente especiales eran mi madre y mi padre, Patrick Steptoe, Robert Edwards y su equipo, que incluía al embriólogo Jean Purdy. ¡Yo no hice nada, excepto nacer!”.

Los padres de Louise -ambos ya fallecidos- recibieron durante años multitud de cartas. La mayoría eran positivas. Pero también hubo una caja proveniente de Estados Unidos que tenía una probeta rota, sangre falsa y la representación de un feto dentro. Venía acompañada de una amenaza de los remitentes: “pronto os estaremos visitando”.

“Hubo muchos más mensajes positivos que negativos. Me quedo con eso. Muchas personas les dijeron a mis padres que, de no ser por ellos, nunca hubieran podido tener hijos”, explica.

Louise se alegra de que la controversia que rodeó a FIV cuando ella nació -el Vaticano llegó a decir que era un evento que podría tener “consecuencias muy graves para la humanidad”- se ha reducido en las últimas cuatro décadas. También valora que ahora existan otras formas de reproducción asistida, como la subrogación, que admira y cree que es “sorprendente”, y nuevos procedimientos experimentales de “tres padres”, que usan dos óvulos y un espermatozoide para eliminar los riesgos genéticos. “No importa si eres homosexual o hetero, un hombre o una mujer, si lo que quieres de verdad es tener un bebé como querían mis padres”, matiza. “La gente me dijo que 'la ciencia puede ir demasiado lejos', pero mientras los avances médicos ayuden a alguien, y se hagan por razones médicas, estoy completamente de acuerdo con ellos”. En cualquier caso, asegura que todo el mundo tiene derecho a tener su opinión.

Aunque Louise fue la primera niña que nació por FIV, no fue el primer embarazo que se consiguió por esta técnica, que investigadores del Reino Unido, Estados Unidos, India y Australia estudiaron durante los años sesenta y setenta del siglo pasado.

Tal y como explica la exposición “FIV: 6 Millones de Bebés Después”, que el Museo de Ciencias de Londres ha presentado con motivo del 40 aniversario, el primer embarazo que se logró por este método se produjo en Australia en el año 1973 pero, tristemente, solo duró unos pocos días.

Desde 1991 hasta 2016 se han llevado a cabo más de un millón de tratamientos de FIV solo en el Reino Unido, una práctica que pierde eficacia a medida que aumenta la edad de la mujer. En menores de 35 años, el porcentaje de éxito asciende a un 35 %; entre 35 y 37 años a un 27 %; entre 39 y 39 a un 19 %, mientras que a partir de los 40 y hasta los 42 se rebaja a un 13%. Tan solo un 4 % de mujeres que se someten a este tratamiento entre los 43 y 44 años consigue tener un bebé y apenas un 2 % lo logra a partir de los 44 años.

Un estudio presentado este mes en el congreso de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología (Eshre) -fundado por Edwards- reveló que España se mantiene como el país más activo en materia de reproducción asistida en Europa, con un récord de 119.875 tratamientos registrados en 2015, por delante de Francia y Alemania.

En España, el primer nacimiento por FIV también fue de una niña, Victoria Anna Perea, que llegó al mundo seis años después que Brown, el 12 de julio de 1984. Ambas recibieron el año pasado el XIII premio "Fundación Dexeus Salud de la Mujer"en Barcelona.