Sucesos

El cazador que usó su depresión para quedar libre

Jordi Magentí pasó 12 años en la cárcel por matar a su primera mujer

La Razón
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Jordi Magentí pasó 12 años en la cárcel por matar a su primera mujer.

El día que Jordi Magentí (60) asesinó a su mujer dijo en el trabajo que se encontraba mal y que se iba a casa antes. Mintió, pues pasó por la de sus padres primero para coger su escopeta de caza. Ese día de diciembre de 1997, Josefa cumplió 37 años, de los cuales 18 los había pasado con su marido hasta que puso fin a su matrimonio a finales de abril de ese mismo año.

Poco antes, el 2 de octubre, le denunció ante los Mossos d’Esquadra por amenazas de muerte, aunque en ningún momento les relató los episodios violentos que sufrió en la intimidad. Sin embargo, según las crónicas de la época, la mayoría de sus vecinos aseguraron estar al corriente de sus frecuentes discusiones, así como de la existencia de otra denuncia –a finales de 1996– que terminó en una sentencia condenatoria.

Aquella tarde, tras acabar con la vida de su mujer con una escopeta de caza en la calle Ter (Anglès, Gerona), fue a la comisaría más cercana para ponerse a disposición de la Justicia. «La he matado porque la quería y no podía soportar la idea de vivir sin ella», reconoció mientras gritaba a los vecinos que acudían a socorrerla que avisasen a la Policía y que no se preocupasen por ayudarla, pues estaba ya muerta. Todo ello, instantes antes de ser ingresado en prisión.

Durante el juicio, se escudó en los efectos de los fármacos que supuestamente había tomado con objeto de suicidarse para explicar por qué mató a su mujer, asestándole cuatro disparos cuando ésta se disponía a entrar en su domicilio. Así, aseguró en el juicio que la esperó en el interior de su vehículo –que aparcó entre una furgoneta y un tractor para evitar ser visto– armado, pero sin haber tomado la decisión de matarla y dudando entre dispararle a ella o al aire antes de decidirse por lo primero.

De las cuatro balas disparadas, una de ellas penetró en la cavidad torácica destruyendo el pulmón y los grandes vasos, y otra perforó el abdomen lesionando el hígado y las vísceras, falleciendo inmediatamente a consecuencia de las lesiones.

Magentí insistió en repetidas ocasiones en la depresión por la que estaba pasando desde 1994 y para la que se estaba medicando desde hace años. A pesar de su necesidad, dejó el tratamiento dos semanas antes del crimen, coincidiendo con una conversación de una familiar que le dijo que su mujer «se entendía con otro hombre».

El día anterior a los hechos, intentó que ésta se comprometiese a ayudarle para salir de la situación por la que pasaba, pero ante su negativa tomó la decisión de quitarle la vida. Después, afirmó que las pastillas le dejaron dormido y que, cuando despertó, cogió el arma y fue a por ella «sin saber qué hacía».

El veredicto del jurado, decidido por unanimidad, obligó a las acusaciones y la Fiscalía a rebajar las sus peticiones de 20 a 17,5 años de cárcel, por la aplicación del atenuante por trastorno mental leve por considerar que «tenía mermada su voluntad». En cambio, desestimó el agravante de parentesco.

Así, pasó por la Modelo de Barcelona, el Centro Penitenciario de Gerona y la Quatre Camins de Roca de Vallès. De su condena, cumplió 12 años preso y 3 más con la libertad condicional. Nada más salir, se casó con su segunda y actual esposa: una mujer colombiana y aparentemente más joven con la que ha viajado y ha compartido celebraciones especiales. Así pudo observarse en su perfil de Facebook –desactivado a las pocas horas–, donde publicó distintas imágenes de cumpleaños, excursiones al campo, así como de sus alianzas de boda. Junto a ellos, la hija de ella, con la que aparece en varias instantáneas que demostrarían una relación aparentemente buena.

En muchas, además, se muestra su afición a la pesca, una actividad frecuente en la zona en la que aparecieron los jóvenes Marc (23) y Paula (21). El presunto autor de su muerte habría acudido con asiduidad a ese pantano de Susqueda para realizar esta actividad, a poco más de 40 kilómetros de distancia en coche de su actual residencia, Anglès. Hasta allí habría vuelto hace tres años para hacerse cargo de un familiar de avanzada edad. Desde su regreso a su localidad natal no había tenido incidentes destacables, salvo alguna pelea con vecinos y contadas multas de tráfico que le llevaron a quejarse a la policía. Recientemente, y según fuentes de la investigación, mostró su interés por viajar a Colombia.