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El padre Pajares se encuentra «estable, tiene posibilidades»
El misionero llegó ayer en un avión militar medicalizado e ingresó en el Hospital Carlos III junto a la hermana Juliana, cuyos análisis confirman que no tiene ébola
El religioso Miguel Pajares, el primer español contagiado de ébola, presenta una «situación clínica estable» y «tiene bastantes posibilidades» de salir adelante. La misionera Juliana Bohi está en «muy buen estado» y está a la espera de los resultados de las pruebas para descartar definitivamente el ébola.
«El paciente está estable, tiene buen pronóstico, bastantes posibilidades», afirmó ayer el director general de Atención Primaria de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Antonio Alemany. Ésta es la primera conclusión a la que llegó a primera hora de ayer el equipo del Hospital Carlos III de Madrid tras recibir al sacerdote Miguel Pajares, de la Orden de San Juan de Dios, y a Juliana Bonoha, de la congregación de las Misioneras de la Inmaculada Concepción. Los dos salieron de madrugada del aeropuerto de Monrovia (Liberia) tras esperar más de ocho horas a que las autoridades del país autorizaran al avión de las Fuerzas Armadas su despegue. «Una de las condiciones del Gobierno liberiano es que nuestro vuelo no coincidiera con otros para evitar alarmas», afirmó ayer Mercedes Vinuesa, directora de Salud Pública del Ministerio de Sanidad. Durante el vuelo no han presentado síntomas de hemorragia y «sólo el padre Pajares llevaba suero; a la monja no se le puso ningún tratamiento», añadió Pedro Martínez, gerente del Summa, que participó directamente en el traslado del religioso al centro madrileño –en su rostro aún se apreciaba la marca de la mascarilla, una de las muchas medidas de seguridad–. «Los dos estaban desorientados, pero él ha ido todo el rato con los ojos abiertos», añade Martínez.
El Hospital Carlos III ya tenía habilitada una planta entera en la que se reservaron tres habitaciones con presión negativa –no deja salir el aire sin filtrarlo previamente–. Cuatro enfermeras y cuatro auxiliares, junto a los médicos, son los únicos que entrarán en ellas y siempre con un equipo «similar al de los astronautas, para que nada de lo que toquen pueda entrar en contacto con su piel», añadió el consejero de Sanidad, Javier Rodríguez. «Ningún fluido toca la piel del profesional. «Estamos sellados en el interior y en el exterior. Hasta el calzado está aislado y todo el material se destruye después de utilizarse», afirma el gerente del Summa. Es más, hasta las cabinas en las que han viajado los dos misioneros también han podido ser destruidas para evitar cualquier contagio al cien por ciento. Así, Vinuesa aseguró que «el margen de seguridad de con el que estamos trabajando es muy amplio porque es una enfermedad que tiene una alta letalidad. Por ello, la probabilidad de nuevos contagios es muy baja porque hay mucho margen de seguridad y los profesionales que le van a tratar están muy bien entrenados».
Fuentes del interior del hospital aseguraron ayer por la tarde a LA RAZÓN que «los dos habían pasado buena tarde y que permanecían estables». Además los resultados de los análisis de la hermana Juliana confirmaron los tests que se le hicieron para el virus del Ébola en Liberia; no tiene la enfermedad y como afirmó el consejero durante su intervención, «se le dará el alta». Y es que, aunque lo habitual es que el centro médico dé el parte de su evolución, los dos repatriados solicitaron que sólo la Orden hablara de su estado de salud. La estabilidad que presenta Pajares, el único que ha mostrado síntomas, es lo que permite mantener esperanzas, aunque «no todos sufren los mismos síntomas», afirma Miriam Alia, enfermera de Médicos Sin Fronteras (MSF), que llegó hace dos semanas de Guinea Conakry, donde ha combatido el ébola. «Nosotros determinábamos que tenía ébola si, además de tener fiebre, presentaba tres de los síntomas generales». Los más evidentes, «en el 80 por ciento de los casos», tenían dolor de cabeza, astemia y náuseas, aunque se pueden dar otros como diarrea, problemas al tragar, fatiga física e hipo. «Éste último es un síntoma de gravedad», añade Alia. Un infectado pasa por dos fases: la aguda y la de convalecencia, pero en este brote pocos llegan a la segunda, ya que la cepa ebola-Zaire tiene una letalidad de cerca del 90 por ciento. Los estudios no lo saben de forma certera, pero una de las hipótesis que se barajan para entender por qué algunas personas llegan a la convalecencia y otras no es la cantidad de virus inoculado. Tras la infección, que nunca se puede dar por el aire, «la fase aguda dura unas dos semanas y es cuando comienza la fiebre» y un cuadro parecido al de la gripe. El siguiente reflejo del virus son las erupciones, que aparecen en forma de ampollas hemorrágicas y que pasados diez días desencadenan un fallo multiorgánico, ya que el sangrado se extiende por todos los órganos. «Pasados quince días el enfermo empieza a generara anticuerpos y se hace un test en el que da negativo al virus», añade la enfermera.
Es cierto que las tasas de mortalidad de esta cepa son muy elevadas, pero las condiciones de cuidado también son peores en los países donde avanza el virus, por eso no se descarta la recuperación del misionero. Si lo consiguiera, «se haría inmune a esta cepa». La trabajadora de Médicos Sin Fronteras no sabe con qué operativos trabajan los hermanos de la orden por el que se pudieron contagiara, pero «nosotros trabajamos siempre en pareja porque el cansancio también genera errores. Es más, entre nosotros no nos tocamos».
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