Educación

«El sistema educativo mata la creatividad del superdotado»

Los padres de niños con altas capacidades denuncian las trabas de los colegios a la hora de reconocer la capacidad intelectual de los pequeños: «Le estaban enseñando la “i” cuando ya sabía leer un libro».

Jimena va a empezar este curso sexto de Primaria cuando por edad debería estar en quinto. Además, ya ha comenzado sus clases de chino. Foto: Cristina Bejarano
Jimena va a empezar este curso sexto de Primaria cuando por edad debería estar en quinto. Además, ya ha comenzado sus clases de chino. Foto: Cristina Bejaranolarazon

Los padres de niños con altas capacidades denuncian las trabas de los colegios a la hora de reconocer la capacidad intelectual de los pequeños: «Le estaban enseñando la “i” cuando ya sabía leer un libro».

Nadie duda de que en España hay talento, pero el problema viene cuando el sistema educativo no es capaz de que los más pequeños se desarrollen en plenitud en los primeros años de aprendizaje, un periodo que es clave para el futuro. Esta es una de las principales denuncias de los padres de niños con altas capacidades, que aprovecharon la publicación ayer del dato de que en las aulas de los colegios nacionales hubo el curso pasado más de 27.000 escolares superdotados para denunciar la ineficacia de los centros y los responsables de la administración en este aspecto. «El sistema educativo mata la creatividad y el desarrollo de estos niños», lamenta uno de ellos en una conversación telefónica con LA RAZÓN.

Según los familiares de estos pequeños genios, la red educativa falla desde el inicio, es decir, desde el momento de la detección y diagnóstico. «Yo misma solicité en el colegio que le hicieran las pruebas y me dijeron que con tres años era pronto, que esperase al menos hasta los seis. Al final, tuve que hacerlas fuera», recuerda Silvia Paños. Después de muchas horas de lucha incansable, esta madre consiguió lo que aún es impensable para otros progenitores: que su hija Jimena pueda saltarse un curso y empezar este mes sexto de Primaria.

«Infantil terminó siendo un infierno. Acabó dando la lata porque es una niña y los niños son inquietos. Le estaban enseñando la “i” cuando ella ya sabía leer un libro», cuenta Paños. Después de mucho «dar la lata» y a pesar de la oposición de los responsables del centro donde estudia su hija, esta madre consiguió que, a modo de prueba, la pequeña pudiera el año pasado cursar dos asignaturas –Matemáticas y Lengua– con los niños que son un año mayores que ella. Y Jimena superó la prueba con sobresaliente.

Todos coinciden que uno de los grandes retos cuando se trata de la educación de estos niños con altas capacidades es conseguir que estén motivados. Pero en la mayoría de los casos no se consigue. «El problema es que se acaban haciendo súper flojos porque no están acostumbrados a tener que esforzarse. Yo incluso deseé que suspendiera para que se viera obligado a hacerlo, pero incluso en un curso más avanzada siguió sacando dieces», explica Paños.

Pero, a pesar de insistir y hablar directamente con los docentes, no todos los padres de superdotados consiguen que puedan saltarse algún curso. Es el caso de los dos hijos de Pedro –nombre ficticio–, de nueve y trece años, ambos con altas capacidades. «El sistema no está preparado, solo sirve para los que están en la media. Nosotros lo sufrimos porque nuestros hijos están por encima, pero supongo que ocurre lo mismo con los niños que tienen alguna discapacidad», indica. Y es que sus hijos no han tenido ningún mecanismo de apoyo en sus años de escolarización y por ello han tenido «todo tipo de problemas».

¿El primer obstáculo? Al igual que en el caso de Jimena, la lucha empezó para conseguir que a los niños se les reconocieran sus altas capacidades. «Con el pequeño aún estamos en proceso», afirma, a pesar de que a sus nueve años ya va por su tercer curso en el conservatorio, tiene un nivel muy avanzado de inglés y está empezando a aprender francés. «A este lo cogimos con más tiempo, pero es que desde el colegio no dicen nada, no avisan. Eso fue lo que pasó con el mayor, que como tenía problemas de audición en un oído no sabíamos exactamente qué era lo que le pasaba en clase», explica, y añade que por esa detección tardía aún están intentando acabar con el problema de «pasotismo» de su hijo de trece años: «No tiene interés. Cuando era más pequeño sí lo mostraba, pero al final lo han ido matando».

Por eso, es importante la labor que desarrollan entidades como Arca, cuya misión es atender a «alumnado con altas capacidades con cursos de diferentes disciplinas, asesorar a familias y formar al profesorado», según explica Fátima Martí, psicóloga experta en Psicología Educativa y presidenta de la asociación. Los dos hijos de Pedro pertenecen a ella. «Hacen muchas actividades externas porque pueden con ellas, el problema está en el colegio», reitera su padre.

La misma postura tiene Eva Vaquero, cuyo hijo Kevin ha tenido que saltar los mismos baches: «Pasa, se aburre, no hace nada. Con siete años los tests mostraron que tenía el coeficiente intelectual de un niño de once». A pesar de que ha llevado el caso a los inspectores educativos, incluso ha llegado a presentarlo a responsables del Ministerio de Educación, Vaquero no ha conseguido ningún avance en el centro educativo de su hijo: «El niño ha estado mal, ha tenido la autoestima por los suelos».

Un problema de base

P

ara los expertos, el diagnóstico está claro. «Atender a los niños y niñas con altas capacidades –y a los demás–, en la misma aula convertida en comunidad de aprendizaje requiere abandonar el obsoleto sistema de transmisión grupal de contenidos orientados a la mera reproducción y apostar decididamente por la educación inclusiva o personalizada para todos», subraya José de Mirandés, secretario general del Consejo Superior de Expertos de Altas Capacidades. También destaca el papel de los padres a la hora de sacar el máximo partido a la inteligencia de los pequeños: «Deben asumir con firmeza su rol de primeros responsables de su educación».