Prostitución

El tráfico de las princesas de ébano: Vúdú y cultura nigeriana

Los rituales de vudú y la cultura nigeriana complican la liberación de estas mujeres de las redes de la explotación sexual. Sofía sufrió abusos ya desde el viaje, pero juró silencio en una ceremonia sagrada

Una mujer africana, ayer, en el polígono de Colonia Marconi, situado en el distrito madrileño de Villaverde / Rubén Mondelo
Una mujer africana, ayer, en el polígono de Colonia Marconi, situado en el distrito madrileño de Villaverde / Rubén Mondelolarazon

Los rituales de vudú y la cultura nigeriana complican la liberación de estas mujeres de las redes de la explotación sexual. Sofía sufrió abusos ya desde el viaje, pero juró silencio en una ceremonia sagrada.

Sofía puede respirar tranquila. Hace ocho años que llegó a España aunque había salido mucho antes de Nigeria, su país de origen; un viaje que se prolongó durante año y medio y en el que no faltaron abusos y torturas. Pero el infierno no terminó al llegar a España: aquí fue obligada a ejercer la prostitución para saldar su deuda. Eran 60.000 euros, de los que, antes de huir, llegó a pagar 30.000 en poco más de un año. Ella fue víctima de trata de seres humanos con fines de explotación sexual y su historia es estremecedora pero, desgraciadamente, no es peor que la del resto de mujeres de su país que han llegado a Europa en las mismas circunstancias. Y es que las chicas de esta nacionalidad entrañan una serie de particularidades que las convierten en especialmente vulnerables y hacen muy complicada su liberación por parte de la Policía y de las ONG que trabajan ayudando a estas mujeres. «Para empezar, las rutas migratorias ya son muy duras para ellas», explica el inspector de la Policía Nacional José Luis Pérez, jefe del grupo que lleva las operaciones contra trata de mujeres nigerianas. Según Pérez, la elección de la ruta depende del nivel de la mafia: es decir, si es una «low cost» o, por el contrario, «tiene buenos contactos y trabaja bien». Así, las más barata puede estar en torno a los 30.000 euros, que son las que sacan a las mujeres de Nigeria y las llevan hasta Libia. Desde allí, vía zodiac, a Europa. La gama media sería las que ofrecen el paquete vía Marruecos (entre 35 y 40.000 euros), y la mejor es, lógicamente, la más cara: entre 50 y 55.000 euros vía directa aérea y con documentación falsa. «A lo largo de este trayecto que puede durar muchos meses viven en unas condiciones extremas y sufren agresiones sexuales y palizas a lo largo de todo el viaje, por lo que cuando llegan a Europa lo hacen ya en unas condiciones pésimas», explica el inspector. Lo peor: que el beneficio para estas mafias es absoluto porque la «materia prima» les ha salido gratis. Y es que es así, como mercancía, como desgraciadamente las tratan a lo largo de todo el proceso. De hecho, «éste sigue siendo el segundo negocio más lucrativo del mundo, e ilegal, por supuesto», destaca Pérez.

La primera ruta, la más barata, fue la que ofrecieron a Sofía. Pero ella dejó a deber, según le dijeron, 60.000 euros. Es probable que fuera la mitad, por eso, cuando se escapó dejando a deber unos 30.000 no la persiguieron demasiado. Para entonces ya llevaba un año en Málaga y se buscó un piso por su cuenta. Sólo cuando se sintió a salvo, llamó a su casa para contar lo que, en realidad, había vivido. «Antes no podía decir nada por el juramento», explica esta mujer de sólo 25 años a LA RAZÓN. Se refiere al vudú, un asunto que puede parecernos menor pero que para ellas es de vital importancia por muchos motivos y la principal razón por la que es tan complicado ayudarlas: han jurado que no dirán nada a la Policía, a su familia ni a nadie sobre lo vivido. «Ese juramento no pone en peligro sólo a su familia sino a toda la comunidad, por eso para ellas es sagrado», explican desde Apramp, una asociación que lleva desde el año 85 ayudando a estas mujeres. A Sofía se lo hicieron poco antes de iniciar el viaje hacia Europa. Tenía 17 años y estaba muerta de miedo. «Duró toda la noche. El “doctor” va diciendo unas palabras y tú tienes que repetirlas, del tipo: “Obedeceré siempre a la persona de la organización” o “no tendré relaciones con chicos de color”. Si cualquiera se entera para quién trabajamos, ese día vamos a morir o algo muy grave ocurrirá a nuestra familia», explica Sofía. Aquella noche, siempre desnuda y con varias personas alrededor de una especie de olla de barro al fuego, tuvo que comer un corazón de gallina crudo, alcohol con una fruta africana y la marcaron con unas cuchillas en pies, manos, pecho y espalda. Al día siguiente, inició el viaje que la llevó por Níger, Burkina Faso, Mali, Libia y, desde allí, una zodiac con unas 80 personas al mar. La habían estafado porque le prometieron la ruta por Casablanca y, desde allí, un vuelo a España. «En algunos países permanecimos dos meses, hasta que compraban a las autoridades. Lo peor era ver que una persona que llevaba dos días a tu lado y, de repente, un día ya no la veías más». Muchos murieron de inanición durante el trayecto porque apenas tomaban pan y agua una vez al día y cuando zarparon de Libia la zodiac, encima, naufragó. «Rescataron a 26 o 30 personas», recuerda Sofía. Tras pasar por «un campo de refugiados en Europa conseguí llegar al piso de mi contacto en Málaga». Allí se sintió a salvo y durante la primera semana sintió el cariño de su compatriota: le compraba ropa, le daba de comer... pero después le explicó cómo debía ir pagando lo que debía. Lloró y pataleó pero no tuvo más remedio que aceptar. Un año después, acudió a la Policía y la asociación Apramp le dio cobijo y oportunidades. «Dios me ayudó», dice ella. Ahora trabaja en la ONG como mediadora y se acerca a otras mujeres en su situación que ejercen en la calle.

Podría haberse topado perfectamente a Mary (nombre ficticio), la última mujer liberada por la Policía Nacional en Parla en una operación que ha permitido la detención de ocho personas. Ella se negó desde un principio a ejercer (llegó a Italia vía Libia, como la mayoría) y la primera noche que salió a «trabajar» se escapó y pasó toda la noche en un parque. Era septiembre de 2017 y un ciudadano anónimo se percató de su situación y marcó el 091. «La colaboración ciudadana en este caso ha sido importantísima», destaca el inspector Pérez. Eso y la cooperación internacional, porque aún están pendientes de la extradición de la mujer arrestada en Francia. Y es que, una vez Mary no regresó a casa, provocó la huida y el cambio de domicilio de los miembros de la organización. «Al principio muchas regresan a casa a la hora estipulada aunque no hayan ido a ejercer pero ella no volvió». Dejó a deber una deuda de 25.000 euros, lo que era peligroso para su familia. «Nunca convencemos para que denuncien ni colaboren. Depende mucho del grado de hastío y de lo que les dice su familia sobre cómo están allí las cosas». Si no ven el peligro, se animan a contar su calvario. Un hecho favorable en este sentido es que el pasado mes de marzo el rey de Edo (el 90% de las nigerianas que llegan son de esta comarca) «neutralizó» los rituales de vudú para estos fines. «Aquellos que cogen dinero de otras personas para viajar a Europa sin la inmigración, cualquiera que lo haga tendrá una maldición en la cabeza», dijo. La Policía espera que las nigerianas tengan estas palabras en cuenta y sepan que ya no caerá ningún maleficio sobre ellas si denuncian.

Un país que quiere «carne humana»

Desde Apramp denuncian que seamos un país que «demande constantemente carne humana» y por eso siguen llegando mujeres. El año pasado atendieron a 4.211 de 49 nacionalidades. Les ofrecen una asistencia integral: asesoría legal, piso y oportunidad laboral.