
Psicología
Las fortalezas mentales de las personas que crecieron en los años 60 y 70: hoy en día son muy raras según las psicología
Hay algo de las generaciones anteriores que seguimos admirando y podríamos recuperar

Mientras hoy vivimos rodeados de pantallas, urgencias inventadas y una gratificación inmediata que nos tiene siempre acelerados, hubo una generación que creció justo al revés: con calma, con menos recursos y con una vida que te obligaba a apañarte sin atajos.
No había pantallas que llenaran cada silencio, ni notificaciones que funcionaran como anestesia contra el aburrimiento. La vida se vivía sin prisa, cara a cara, con menos recursos y con un nivel de responsabilidad que se asumía desde muy temprano.
Por ello, se han analizado nueve fortalezas mentales que estas generaciones desarrollaron casi sin darse cuenta, habilidades que hoy son más necesarias que nunca para sobrevivir a un mundo acelerado y saturado de estímulos.
Las 9 fortalezas mentales
1. Paciencia profunda ante la incertidumbre
Quienes crecieron en esas décadas sabían que nada era instantáneo. El correo tardaba, los trámites eran lentos y las metas importantes necesitaban meses o años de constancia. Este ritmo pausado fortaleció su paciencia y su capacidad para seguir adelante incluso cuando el resultado no era inmediato. Hoy, la inmediatez digital ha erosionado esa capacidad en muchas personas.
2. Emociones bajo control
La vida exigía decisiones basadas en la lógica: pagar facturas, mantener un hogar, cumplir obligaciones. Las emociones estaban ahí, pero no gobernaban cada movimiento. Esta habilidad es lo que hoy llamamos regulación emocional: sentir intensamente sin que el impulso mande. Investigaciones recientes confirman que esta capacidad se asocia a más bienestar y menos ansiedad.
3. Satisfacción con lo esencial
Sin la presión constante de las últimas modas o tecnologías, estas generaciones aprendieron a disfrutar lo que tenían. La gratitud y el desapego eran casi naturales. La psicología moderna lo define como satisfacción vital: una fortaleza que protege contra la envidia y la ansiedad causada por la comparación continua.
4. Sentido de responsabilidad personal
Para ellos, el mensaje era claro: si quiero algo, tengo que ganármelo. La idea de depender exclusivamente de factores externos no tenía tanto peso. Esto alimentó un “locus de control interno”, es decir, la creencia de que las acciones propias influyen en los resultados. Esta mentalidad es una de las mayores predicciones del éxito a largo plazo.
5. Tolerancia al malestar
Aceptar incomodidades formaba parte de la vida: esperar colas, lidiar con personas difíciles, reparar objetos rotos, hacer tareas domésticas sin protestar. Gracias a ello desarrollaron tolerancia a la frustración, una habilidad que hoy se ve reducida en un mundo donde muchos intentan evitar a toda costa cualquier sensación incómoda.
6. Resiliencia práctica
En los 60 y 70 no había tutoriales, GPS o soluciones automáticas. Resolver problemas implicaba probar, equivocarse y aprender. Esto fortaleció la resiliencia basada en la experiencia directa: la confianza que surge cuando superás algo difícil con tus propias manos.
7. Concentración real y prolongada
Antes de la distracción permanente, la mente tenía espacio para enfocar: leer por horas, escuchar un álbum entero, escribir cartas con dedicación. Esta atención sostenida se ha erosionado en la era digital, pero quienes crecieron entonces aún conservan esa capacidad casi como un superpoder.
Habilidad para enfrentar conflictos de frente
No existía la posibilidad de desaparecer detrás de un mensaje o bloquear a alguien. Los desacuerdos se resolvían conversando, con el cuerpo presente. Esto desarrolló habilidades sociales profundas: lectura del lenguaje corporal, escucha activa y expresión clara. No siempre era cómodo, pero sí auténtico —y formador de carácter—.
Un legado que aún podemos recuperar
No se trata de romantizar aquellas décadas porque también tuvieron desigualdades y problemas. Pero es innegable que el ambiente en el que crecieron moldeó una solidez mental que sigue generando admiración.Y la parte más inspiradora es que esas fortalezas no son exclusivas ni irrepetibles.
Siguen ahí, dormidas dentro de cualquiera que esté dispuesto a reconectarse con lo esencial, a bajar el ritmo y a reencontrar valor en el esfuerzo y la incomodidad. La resiliencia no nace del confort. Nace del desafío, de la constancia y de la voluntad de atravesar la vida con presencia y valentía.
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