Religión

La cumbre del Papa y los obispos: ni una palabra de abusos

Francisco reúne a los prelados españoles durante cinco horas para instarles a que fusionen sus seminarios y que formen sacerdotes «maduros con los pies en el suelo»

Los obispos españoles ya tienen una hoja de ruta para reformar los seminarios con 2026 como fecha tope, tal y como ha podido confirmar LA RAZÓN. Se trata de un documento de doce páginas que este martes se les entregó en mano por parte del Dicasterio para el Clero, el organismo que supervisa la formación de los sacerdotes católicos de todo el planeta. Entre las recomendaciones que lanza el Vaticano se incluye la reagrupación y el consiguiente cierre de algunos centros educativos ante la falta de vocaciones. Esta es una de las principales conclusiones de la cumbre a la que han sido convocados en Roma los obispos de las 70 diócesis españolas después de que el Papa encargara a dos obispos uruguayos una auditoría a los seminarios que fue realizada en el primer trimestre de este año.

En la cita no se abordó en ningún momento ni la crisis de los abusos sexuales, ni tampoco el convulso contexto sociopolítico español, por lo que no se nombró ni a Pedro Sánchez ni la amnistía. El único punto de la agenda del día eran los candidatos al sacerdocio y no hubo ni un solo desliz hacia otra cuestión en las más de cinco horas de sesión. Así lo confirmaría después en rueda de prensa el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Juan José Omella. El arzobispo de Barcelona desmintió que pasara «alguna cosa grave» en la Iglesia española y despejó la idea de que la cita se hubiera convocado «para tirar de las orejas o herir a alguien, sino para generar un diálogo cordial». «Por Jesusito que digo la verdad», bromeó el presidente del Episcopado ante los medios.

Habilidad pontificia

En cualquier caso, el encuentro arrancó a las ocho de la mañana con una meditación del cardenal capuchino Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, que ejerció de «telonero» del Papa Francisco. El pontífice argentino apareció en el aula sinodal del Vaticano a pie y fue recibido con un aplauso por los prelados. Tal y como expone uno de los pastores presentes, Jorge Mario Bergoglio fue «muy hábil», puesto que evitó una confrontación directa o un «rapapolvo bronco», sino que apostó por invitar a su auditorio a preguntar libremente sus dudas sobre los seminarios. Los obispos se lanzaron a preguntar hasta tal punto que, de la hora y media inicialmente prevista para el diálogo, se pasó a dos horas. Fue entonces cuando Francisco fue exponiendo algunas de las lagunas existentes en la madurez de los clérigos más jóvenes, como las carencias afectivas y sexuales, así como el peligro de formaciones paralelas a las oficiales impartidas en las casas de formación. Quienes estuvieron en la sala confirman que el Papa estuvo «lucidísimo» en cada una de sus intervenciones. «No criticó a nadie en concreto ni dejó en evidencia a ninguna diócesis, pero solo con dibujar el perfil de los sacerdotes como hombres de Dios tocados por el Misterio y sensibles a los necesitados de alguna manera estaba lanzando dardos implícitos para marcar qué modelo de seminarios no quiere y en qué estamos fallando», expone un obispo a este diario.

Una vez que el pontífice abandonó la sala y tras una pausa de unos veinte minutos, los responsables de Dicasterio para el Clero compartieron con los obispos españoles las acciones que les sugieren para renovar los seminarios. En ningún momento se aterrizó en detalles del informe uruguayo que los llevó hasta Roma que, fuentes del departamento de la Santa Sede insisten a «Vida Nueva» que es «problemático». En este tramo de la reunión también se abrió un turno de preguntas. No se hizo referencia directa a la auditoría y tampoco se aterrizó en problemas concretos de alguna que otra diócesis, por lo que los detalles podrían comunicarse a posteriori en un foro episcopal más reducido y específico, o se transmitirían de forma personalizada a cada obispo.

La dinámica del Dicasterio del Clero pasó por lanzar algunas «banderillas» con «finezza» diplomática, esto es, utilizando la técnica del «refuerzo positivo» para motivar a los obispos. Ese es el efecto que se buscó al entregarles las doce hojas con algo más que sugerencias, puesto que se da de plazo hasta 2016 para su aplicación gradual.

Hombres de comunión

Parte de estas indicaciones fueron verbalizadas en el encuentro con los periodistas tanto por parte de Omella, como por el secretario general de la Conferencia Episcopal Española, César García Magán, y Jesús Vidal, presidente de la Subcomisión Episcopal del Clero, que será el responsable de aplicar las recomendaciones dadas por el Vaticano en los próximos años para «formar sacerdotes misioneros para una Iglesia en salida». En palabras de Vidal, el reto implica lograr «hombres muy maduros, enraizados en la persona de Jesucristo, hombres de Dios, pero con los pies en el suelo, amando a Jesucristo y amando esta tierra, y a esta gente que toca, crean o no crean». Esto pasa por ahondar en cuatro dimensiones que ya marcó hace cuatro años la Santa Sede: pastoral, espiritual, teológica o humana. «El tema de la formación humana es algo que al Papa le interesa mucho y se ha unido a la dimensión comunitaria», planteó el también obispo auxiliar de Madrid como ejes vertebradores de la formación para que sean «hombres con capacidad para generar comunión».