Alimentación

“Imbecelíacos”: ¿Por qué hago dieta sin gluten si no soy celíaca?

El movimiento “gluten free” ha llegado para quedarse. Un 10% de los españoles ha eliminado de su dieta esta proteína, pero existen riesgos al autodiagnosticarse. “No consumir gluten no es sinónimo de estar sano”, dicen los expertos

Flor Fernández lleva cuatro años sin probar el gluten pese a no ser celíaca / Foto: Cipriano Pastrano
Flor Fernández lleva cuatro años sin probar el gluten pese a no ser celíaca / Foto: Cipriano Pastranolarazon

El movimiento “gluten free” ha llegado para quedarse Un 10% de los españoles ha eliminado de su dieta esta proteína, pero existen riesgos al autodiagnosticarse. “No consumir gluten no es sinónimo de estar sano”, dicen los expertos.

El asunto que hoy nos ocupa tiene como protagonista un nuevo villano: el gluten. Pero de camino a nuestra cita, un olor a pan recién horneado nos golpea sin ninguna clemencia en la nariz. Sin duda, está ahí, irresistible. ¿Quién vencería la tentación? El 10% de la población española parece tenerlo muy claro. Ni por asomo atravesaría la puerta del obrador, a pesar de no tener ningún diagnóstico médico que le aconseje eliminar el gluten de su dieta. En ese porcentaje está Flor Fernández, que nos recibe unos metros más allá en un espacio de alimentación orgánica y natural. Ella ha accedido a responder a nuestro imperioso interrogante: ¿Por qué haces dieta sin gluten si no eres celíaca? «Tomé la decisión hace cuatro años –contesta–. Me notaba continuamente hinchada y las digestiones se me hacían lentas y pesadas. Sentía, además, falta de energía y vitalidad general durante el día y dificultad para conciliar el sueño».

Cuenta que la exclusión fue progresiva. «Primero probé a reducir el consumo de alimentos con gluten y, al notar una mejoría casi instantánea, entendí que mi cuerpo necesitaba este cambio». Su convencimiento es tan firme que promueve su ejemplo en Hygemon (hygemon.com), una plataforma virtual de nutrición natural y energética que lanzó junto a Suso Valcárcel, quien se une a la conversación. En su caso, la motivación para dejar estas proteínas contenidas en la harina de algunos cereales fue su alergia severa al polen de gramínea y olivo que, dice, le producía asma de origen alérgico. «Con ello he conseguido hacer desaparecer los efectos de la alergia sin vacunas ni antihistamínicos».

¿Nutrichorradas o, como dijo en una ocasión el científico José Miguel Mulet, imbecilíacos? A pesar de que la palabra le generó una sarta de críticas en redes, la opinión de este médico es inmutable: «El gluten es una proteína y, salvo que seas celíaco o que tengas intolerancia al gluten no celíaca, no representa ningún problema. Se digiere como cualquier otra proteína». Pero el movimiento «gluten free» ya no hay quien lo pare. En Estados Unidos, por ejemplo, el porcentaje de población que ha dejado de consumir gluten a capricho alcanza ya el 30 por ciento. Son personas que, como Flor, hablan de esta proteína como un tóxico. Después de cuatro años, se siente feliz. «A nivel emocional e intelectual he alcanzado una mayor claridad mental, lo que ha derivado en una mejor capacidad para la resolución de conflictos y una mayor productividad en el trabajo. Al tener menos trastornos digestivos y digestiones más livianas, he potenciado también mi rendimiento físico. Sin gluten, me siento con más energía».

¿Sabemos exactamente qué es la enfermedad celíaca? Hablamos de un trastorno autoinmune que padecen en España unas 500.000 personas. Según la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE), más de cuatro millones de españoles desarrollarán a corto plazo alguna sensibilidad o intolerancia al gluten. Es cierto que más de la mitad de la población española tiene predisposición genética, pero solo uno de cada 200 la desarrolla. La prevalencia de celiaquía en Europa es del 1 % y es más frecuente en mujeres. Son personas que sí tienen que excluir totalmente el gluten. De lo contrario, los daños en su intestino podrían ser irreversibles.

¿Qué está pasando? «Ocurre que mucha gente se autodiagnostica celiaquía sin serlo. Simplemente, por la moda», asevera Mulet. Esta extravagancia, antojo o tendencia provoca, de acuerdo con la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD), una peor detección de la enfermedad, ya que el 15 % de los casos son formas atípicas difíciles de ver. Como consecuencia, el diagnóstico llega tres años tarde. «No debe iniciarse una dieta sin gluten sin una biopsia intestinal previa que lo justifique. La prescripción de esta dieta por simple sospecha o por el resultado de los anticuerpos específicos elevados es un error que lleva a retrasar o enmascarar el diagnóstico», advierte.

Por otra parte, la cruzada contra el gluten la están aprovechando, según denuncian las asociaciones de celíacos, muchos establecimientos con menús como reclamo que no cumplen los protocolos de manipulación en la cocina. Jaiza Matesanz, autora de la web Supercelíaca, cuenta a LA RAZÓN cómo sufre esta situación en su vida cotidiana: «Esta moda está restando gravedad a la enfermedad. Cuando en un restaurante advierto de mi celiaquía y me intereso por si puede haber habido contaminación cruzada (contacto con gluten a través de un producto o un utensilio) en mi menú, la respuesta habitual es que no pasa nada, que incluso ha visto celíacos con un poco de pan».

En el caso de Flor, ese pedazo de pan del que hablan los camareros para ella es impensable. No por principio, sino por pura demanda por parte de su organismo. «No fue fácil –advierte–, pero cada vez que introducía el gluten notaba los efectos negativos muy rápidamente. Está tan presente, que no te das cuenta del beneficio hasta que lo dejas, a nivel emocional e intestinal». Tal es la pasión que pone, que nos vemos abocados, sin suerte, a buscar evidencia científica que aconseje este hábito. Realmente, no hay nada. «Ni para bien, ni para mal. La principal repercusión está en la cartera, ya que una dieta sin gluten es carísima», indica Mulet.

Aprovechamos la presencia de Flor para corroborar con ella estos datos y, efectivamente, nos confirma que mucha gente elimina el gluten, no para tomar más verduras y tubérculos, sino comida industrial y repostería sin gluten. «Es el resultado de hacerlo sin el asesoramiento de un profesional, ya que se tiende a calmar la ansiedad que produce el abandono con alimentos perjudiciales, como el azúcar refinado o las grasas saturadas. No consumir gluten no es sinónimo de estar sano», explica.

El sector de la alimentación factura más de 80 millones de euros al año y crece un 15 % anual. Aunque la oferta ha hecho la vida más fácil a ese 1% de la población afectada, el incremento de las ventas parece tener más relación con potentes campañas de mercadotecnia. También lo piensa Flor, que ha empezado el día con fruta o tostadas de pan de trigo sarraceno con aguacate y tomate. Y, en plena hora del almuerzo, la sorprendemos dispuesta a engullir una gran ensalada con tomate, aguacate y pepino, que acompañará con arroz integral. Con este panorama, no es difícil sentirse un bicho raro al evocar con congoja el aroma que desprendía el obrador.