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La asesina precoz

La Razón
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Miranda Barbour tiene 19 años, la mirada limpia de una joven atolondrada que pese a su párvula boca se confiesa autora del asesinato de un hombre por medio de veinte puñaladas. Dice que comenzó a matar en Alaska y que lo hizo al formar parte de una secta satánica. Quizá esta asesina en serie es un poco precoz para admitir, sin ponerlo en duda, que fue capaz de matar al menos a 22 personas. Pero yo no me lo tomaría a la ligera. Ha cruzado América sobre heridas de sangre. Es guapa y valiente. Tiene dos cualidades para sostener el impulso asesino sin que los demás puedan defenderse.A falta de una valoración psiquiátrica, ella ha reaccionado por el momento como una asesina de verdad, que dio muerte a un hombre tras ofrecerle sexo como prostituta a cambio de cien dólares en su monovolumen. Luego advierte que le ayudó su marido, un pusilánime de veintipocos años, un tipo triste que quería experimentar qué se siente cuando se mata. Ahora ya lo sabe. Pero especialmente es de alarma mundial que esta joven de gafitas gazmoñas, melena modesta, con tendencia a la obesidad, aunque está en el mejor momento de su peso, rellenita y todavía no estallante ni ajamonada, ofrezca datos de cómo la secta satánica le sacó fuera sus peores instintos. Hace unos años que la Iglesia Católica ha disminuido la presión y seguimiento que siempre ha ejercido sobre las sectas satánicas. Y como resultado, en España los satanistas se han multiplicado por diez. Son más violentos y perversos que nunca. Destruyen cementerios, practican ceremonias de sangre y de vez en cuando asisten a misas negras en un mundo donde las sectas secretas, que quieren pasar por ONG altruistas, tratan de disfrazar como actos de gamberrismo.

Miranda Barbour es un poco joven, pero es cierto que los asesinos se han salido de su rol tradicional. Hay criminales de ochenta años y homicidas alevosos de once, aunque las leyes se esfuercen en esconderlo a la torpe sociedad, inserta en un cuento de hadas donde la peor mentira es económica, pero

la siguiente habla de moral.

Miranda Barbour, en la línea de los grandes destripadores, se ha confesado a un periodista. Lo que ella ha dicho ha sido válido en otros casos: tuvo una infancia de abusos sexuales y Satán la ha convertido en su esclava. Es posible que a todo esto ayude una mente perturbada, pero les aseguro que es una historia muy real de nuestros días.

En España puede pasar una cosa igual y que no se entere nadie. La Iglesia tendrá que sacar de nuevo a sus estudiosos para combatir a los seguidores del diablo. Aunque los satanistas los apuñalen en las playas de Levante como la última vez.