Valencia

La historia de Juli Leal: «Querían ocultarla tras una cortina»

Juli tiende la ropa en casa mientras sus hermanas preparan la comida en Montilla del Palancar
Juli tiende la ropa en casa mientras sus hermanas preparan la comida en Montilla del Palancarlarazon

Juli Leal se pone triste cuando escucha contar a una de sus dos hermanas lo que les pasó esta semana. Las tres asistieron a una charla comercial de Mediasalud en el Hotel Sol. Un empleado les dijo que Juli se tenía que ir y que «nosotras nos quedáramos. Fue indignante».

Juli Leal lleva cinco años viviendo en casa de su hermana Chon, en un bloque de pisos construido a principios del franquismo. «Entonces eran los más lujosos, con cochera individual, ahora ya apenas quedan vecinos». Nos lo cuentan mientras subimos las escaleras con esa hospitalidad propia de los pueblos de La Mancha. En Motilla del Palancar (Cuenca) no hay gente apenas por la calle, están todos en la cabalgata de Carnaval. «Aquí se celebra después», apunta Irene, la hermana mayor. Las tres nacieron en Valencia, pero pronto se trasladaron a Motilla. Mientras Chon y su padre Fructuoso se dedicaban a la labranza, Irene ayudaba a su madre con la pasamanería. «Eran tiempos difíciles», comentan. La pequeña, Juli, nació con síndrome de Down y hasta que falleció su madre, vivió bajo su ala protectora. Nunca ha ido al colegio, «antes no había integración», lamentan sus hermanas, pero «sabe algo de lectura y escritura». Eso sí, el móvil lo maneja a la perfección.

«Antes vivía conmigo –explica Irene–, también estaba nuestra madre, pero Juli la vio morir en la habitación y todo le recuerda a ella». Sus hermanas son su refugio y no dan un paso sin contar con ella. Por eso cuando a Chon le llegó una carta de Medisalud –una empresa especializada en productos sanitarios– invitándoles a asistir a una charla en el Hotel Sol, de Motilla, pensó que sería un buen plan para ir las tres juntas y «distraerse».

Así que el martes pasado, pese que la cita estaba prevista a las seis, ellas salieron un buen rato antes. «Los de la empresa dijeron que llegamos tarde, ¡pero si nos dio tiempo a parar en un bar a tomar una manzanilla!». Una vez en el hotel, vieron salir al anterior turno y entraron, tras mostrar su documentación. «Juli necesita sentarse, tiene problemas circulatorios, de hecho está operada de varices, así que fui rápidamente a por una silla, como suelo hacer cuando salgo con ella», relata Irene. Entonces fue cuando un empleado de Medisalud reparó en ellas. «Me dijo que qué estaba haciendo. Le contesté que era para mi hermana y que no queríamos molestar, que nos pondríamos atrás por si se cansaba». Pero él, «un chico joven, nos dijo que Juli no podía quedarse allí, que ya habían tenido experiencias previas con otras personas con Síndrome de Down, que se ponían agresivas y fastidiaban la reunión». «Nos llegó a decir que la dejáramos fuera de la sala, tras una cortina, y que nosotras nos quedáramos. Fue indignante», añade Chon. En este punto hay que cortar la conversación. Juli se emociona y llora. Aunque parece que está jugueteando con el móvil y que la charla no va con ella, sigue cada una de las palabras de su hermanas, que nos cuentan que lleva varios días sin dormir y que este asunto le está afectando. «Está muy sensible y también cansada, muchos medios se han hecho eco, han sido días muy intensos». Las tres están sentadas en el sofá de la casa de Chon, pequeña y muy limpia. «Esperamos que os llevéis una buena sensación de nosotras, ¿subo la calefacción?».

Irene retoma el relato. «Después de aquello nos fuimos. Nos siguió un matrimonio vecino nuestro que había presenciado la escena». Isabel y José fueron los únicos que se levantaron de la sala: «Oímos cómo dijeron que no podía estar allí. Mi mujer le espetó que si era por problemas de sillas que ella encontraría más, pero se negaron a que Juli permaneciese, querían que esperara fuera». Por solidaridad, este matrimonio se fue con ellas. «Juli se enteró de todo, estaba muy mal». Al día siguiente Chon decidió contar lo ocurrido a ''Radio 90 Motilla'' y luego corrió como la espuma».

No esperaban esta repercusión, que le ha costado el boicot al hotel que alquiló el espacio para la reunión, pese a que ellos solo ejercían de intermediarios. Hasta el punto de que muchos clientes están cancelando las reservas. Y una campaña de desprestigio a Medisalud por la actitud de su empleado, si bien han negado que se echase a nadie de esa charla organizada para San Valentín, en la que al parecer se regalaba un móvil a cada pareja. Según su versión, las hermanas Leal pretendían llevarse un teléfono cada una y, al no conseguirlo, «se enfadaron». Ahora, dado el eco que ha tenido el caso, planean con denunciarlas.

La familia de Juli asegura que han hecho público este episodio de discriminación únicamente «para defender su dignidad, y para que ninguna persona, por diferente que sea, tenga que pasar por lo mismo». Porque, asegura, no es la primera vez que esta empresa actúa así: «Una madre de Requena se puso en contacto con nosotros para avisarnos que a su hija con Down también la trataron mal». Ellas reiteran que sus fines no son económicos: «Un día después Medisalud nos llamó para llegar a un acuerdo, nos ofrecieron móviles, pero nos negamos. Las tres tenemos teléfono, ¡sólo fuimos a distraernos!».

Y esta mujer con síndrome de Down, que a sus 50 años asegura «no haber sentido algo así nunca» sólo quiere pasar página y volver a sus películas de Chuck Norris, a su serie preferida, «Ranger de Tejas», y a su cantante por antonomasia, Manolo Escobar. Y «a pintarse el labio de rojo, y a combinar el color de sus gafas nuevas», agregan sus hermanas. Cierto, las lleva a juego con sus zapatillas rosas.

«Venga, echa una sonrisa a la cámara», le apremia la fotógrafa. «Pero es que no tengo ganas de reír». La contestación sirve para imaginar lo que puede estar sintiendo, pese a que no encuentre las palabras exactas para comunicarlo. A veces no hace falta. Por suerte, las cosas han cambiado. Ya no quedan apenas individuos que obligan a las personas con Down a bajarse del tiovivo de la feria «para no asustar a los demás niños», como le ocurrió a ella cuando a penas pasaba de los 10 años. Lo que ha vivido Juli es cada vez mas raro gracias a la labor de concienciación de entidades como el Cermi. Su delegación de Castilla-La Mancha condenó los hechos «gravemente discriminatorios» que «constituyen una violación de los más elementales derechos que asisten a todas las personas». La avalancha de muestras de apoyo que han recibido son una muestra de que algo se ha avanzado en la integración de las personas con discapacidad. Motilla del Palancar al completo, con su alcalde a la cabeza, les ha brindado su apoyo, también el resto de asociaciones de Síndrome de Down, «¡hasta del presidente de Cantabria y de gente de Portugal nos han llegado muestras de cariño».

Ahora Juli sí sonríe. Sabe que la gente la quiere.