Sociedad

La paciente que no puede abrir la boca por Vitaldent

María José de Andrés tenía un problema de sensibilidad dental. En la clínica le propusieron endodonciarle toda la dentadura, lo que le causó infecciones y varias operaciones quirúrgicas.

María José muestra una radiografía y la imagen de una de sus encías. Ha pasado hasta cuatro veces por quirófano. Debe usar un aparato y sufrirá las secuelas de por vida
María José muestra una radiografía y la imagen de una de sus encías. Ha pasado hasta cuatro veces por quirófano. Debe usar un aparato y sufrirá las secuelas de por vidalarazon

María José de Andrés tenía un problema de sensibilidad dental. En la clínica le propusieron endodonciarle toda la dentadura, lo que le causó infecciones y varias operaciones quirúrgicas.

Cuando saltó la noticia el pasado martes, María José recibió la llamada de una familiar. «¿No te has enterado? ¡Han apresado a toda la cúpula directiva de Vitaldent!». Es escuchar el nombre de la clínica dental y en su entorno se acuerdan de ella de forma instantánea. No lo pudo evitar: casi instintivamente, María José marcó el número de su abogado, Sergio García-Valle, el hombre que la ha ayudado en los momentos más difíciles de su vida desde que en 2011 pisara una clínica de Vitaldent. Independientemente de las presuntas tramas financieras del empresario Ernesto Colman y sus socios, a los que se les acusa de ocultar 17,5 millones de euros a la Hacienda Pública, María José de Andrés, madrileña de 47 años, no pudo evitar su satisfacción. A día de hoy arrastra las secuelas de una grave negligencia odontológica. Fue indemnizada por ello, cierto. Antes de llegar a juicio, y con la compañía viéndose contra las cuerdas ante un pleito que veía perdido, hace poco más de dos años le ofrecieron una cantidad que aceptó. Con todo, la víctima cree que ese dinero no le va a cubrir los cuidados a los que tendrá que someterse de por vida. Por la cabeza se le pasan muchas palabras que podrían resumir lo que ha supuesto para ella la experiencia. Al final, lo sintetiza: «Me destrozaron la boca y parte de la vida», asegura a LA RAZÓN.

María José sufre a día de hoy una alteración de la articulación temporomandibular (ATM). Se trata de una enfermedad crónica de la mandíbula. «Me cambió la mordida y, con ello, la mandíbula se me quedó descolocada de por vida. Te produce un dolor horrible. No sólo a nivel del hueso, sino también del músculo. La musculación me ‘‘tira’’. Hay días en los que no puedo hablar y vocalizo mal. Mis amigos ya se han acostumbrado a que hable entre dientes», afirma María José, que reconoce que, en el momento de esta entrevista, debe realizar un esfuerzo para poderse expresar con claridad. «No puedo abrir la boca más de dos o tres centímetros. Si un día he hablado más de lo normal, me duele. Si me tienen que operar con anestesia general, no me pueden introducir el tubo necesario para respirar a través de la garganta. Me tienen terminantemente prohibido morder cosas duras», relata. Reconoce que el porcentaje de que ocurra es pequeño, pero corre el riesgo de que se le desencaje la mandíbula.

Desde que sufre la enfermedad, debe dormir todas las noches con una férula Michigan. Se trata de un aparato rígido, duro y transparente, hecho a medida para su boca. «Te mantiene la mandíbula sujeta y la dentadura un poco abierta. Hay gente que lo lleva muy mal, pero yo ya me he acostumbrado. Hay días en los que, al llegar a casa, me duele la boca debido a que he hablado más de lo habitual. Y es ponerme la férula y tomarme una pastilla para el dolor, y sentirme mejor», afirma.

Pero todo esto no es más que la consecución de un calvario que comenzó hace cinco años. María José sufría de sensibilidad dental, debido quizá a que «de pequeña tenía que tomar muchos antibióticos». Consultó a varios dentistas y, como muchos clientes, se vio tentada por los precios que ofrecía Vitaldent en una de sus clínicas en Madrid. «Me hicieron presupuestos en varias, y el que más me convenció fue el de ellos. Finalmente eran 19.000 euros, que pagué a tocateja», recuerda. ¿La solución propuesta? Endodonciarle todos los dientes, es decir, matar todos los nervios, pulirlos y después colocarle fundas, quedando los dientes originales como base. Como le dijo el perito que estudió su caso, «lo que hicieron fue matar moscas a cañonazos. Van a experimentar contigo y a sacarte el dinero».

Lo primero que le extrañó fue que no era un odontólogo quien la examinó. «Se trataba de un comercial, que te habla como un dentista». Fue quien la ofreció este tratamiento a todas luces excesivo. Le realizaron las endodoncias y le colocaron unos dientes provisionales, que no debían permanecer más de 15 días, para, finalmente, ponerle las piezas definitivas. «El problema es que las endodoncias empezaron a fracasar. Empezaron a infectárseme los dientes. Lo mínimo que tenía eran flemones; lo máximo, pus. Me fracasaron más de 20 piezas. Y lo siguen haciendo: hace tres meses, se me infectó un diente». El remedio fue peor. «Me tuvieron que hacer reendodoncias: una endodoncia sobre otra ya hecha. Me empezaron a sacar dientes. Al tercero y cuarto que me sacaron, me planté: dije que no confiaba más en ellos. Me mandaron a otra clínica. Y como siguió ocurriendo lo mismo, me fui a un dentista de verdad», cuenta. En vez de 15 días, y ante la posibilidad de nuevas infecciones, se tuvo que quedar dos meses con los dientes provisionales, lo que le causó la enfermedad en la mandíbula que hoy padece. Tuvo que someterse a cuatro operaciones quirúrgicas conocidas como apicectomías: cortar la encía, quitarle el hueso, curarle la infección, colocarla un hueso sintético, coser y esperar entre seis y ocho meses a que el hueso vuelva a crecer. A día de hoy, tiene ya las fundas definitivas, pero no está exenta de riesgos. «Conservo pequeñas infecciones en la encía, que se quedan ahí y que pueden ir a más». En el camino ha contado también con la ayuda de un experto en enfermedades de la ATM.

María José se ha convertido, a su pesar, en toda una experta en odontología. Continúa recibiendo en su mail correos de pacientes que, como le ocurrió a ella, sufrieron graves negligencias. Si de algo cree que servirá la operación policial contra Vitaldent es para que, a partir de ahora, «los jueces sean más sensibles en estos casos. Las víctimas contarán con más apoyo moral».