Asuntos sociales
«La vida merece la pena vivirla si se sabe cómo»
Antonio Gordo sufre una distrofia que le ha paralizado el cuerpo
«En alguna ocasión he pensado en tirar la toalla, pero con la ayuda de Dios y de los amigos, las ganas de continuar viviendo siguen intactas», dice Antonio Gordo, una de las personas que ofrecerá su testimonio en la concentración «Sí a la vida» del próximo sábado en Madrid. Antonio, de 47 años, sufre desde los cinco la enfermedad degenerativa conocida como distrofia muscular de Duchenne, una de esas patologías raras que le impide moverse, pero no sentir. Aunque sus síntomas son similares a los de la tetraplejia, se diferencia de ésta en que, aunque ha perdido la movilidad de las extremidades inferiores y superiores, la sensibilidad permanece. Tiene dificultad también para expresarse, debido a la insuficiencia respiratoria que padece, que va ligada a la enfermedad, pero es de los que voluntariamente quiere levantar su voz este sábado en Madrid contra los 300 abortos diarios que se producen en España. La esperanza de vida de aquellos que sufren esta distrofia muscular oscila entre los 25 y los 30 años.
Antonio vive desde hace algún tiempo en una residencia de manera muy intensa. «Aunque mi día a día parezca aburrido, no lo es tanto; soy una persona muy activa», explica a LA RAZÓN. Entre sus aficiones se encuentran viajar, leer, escribir y, sobre todo es un gran seguidor del Real Madrid. Antonio es de las personas que contagian esperanza: «Hay que continuar luchando, nunca darse por vencidos. La vida, si se sabe cómo, merece la pena vivirla; es muy bonita».
Es una persona comprometida por la vida. De hecho es de los que anima a la gente a salir de sus casas y acudir a las concentraciones que tendrán lugar el sábado en distintos puntos de España: «Es muy importante que todos nos impliquemos, porque defender causas como ésta es imprescindible. Luchar por la vida es luchar por todos nosotros».
El viaje que cambió su vida
Una de sus mejores amigas, Begoña, cuenta a este periódico la experiencia que provocó que Antonio abrazara la fe y cambiara su concepto de lo que es la vida. «En 2008, le convencí para que me acompañara a una peregrinación a Lourdes (Francia), y desde entonces es otra persona», afirma Begoña, que define a su amigo como alguien «alegre, positivo y con muchas ganas de vivir». Además, asegura que es una persona a la que le encanta escuchar: «Cuando acudes a él con un problema, no sólo te presta mucha atención, sino que también te aconseja y anima». De Antonio, Begoña destaca su sentido del humor: «Es muy gracioso. En uno de sus viajes a Lourdes, pidió que no le bañaran en el agua, no fuera a ser que se curara y perdiera su pensión», comenta entre risas.
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