Solidaridad

Las 40 operaciones diarias de Elena Barraquer en África

La Fundación Elena Barraquer viaja cada mes a África para devolver la vista a cientos de personas. «Aquí, unas cataratas se operan en siete minutos, pero allí son más complicadas»

Elena Barraquer en Níger.
Elena Barraquer en Níger.larazon

La Fundación Elena Barraquer viaja cada mes a África para devolver la vista a cientos de personas. «Aquí, unas cataratas se operan en siete minutos, pero allí son más complicadas»

Cuando el doctor Ignacio Barraquer dejó el Hospital de Sant Pau en 1940 para fundar la famosa clínica de Oftalmología en la calle Laforja de Barcelona, abrió un dispensario para que nadie dejara de ver bien por no poder pagar a un médico. Él mismo atendería gratuitamente a las personas que viniesen con un certificado de pobreza firmado por el alcalde del barrio. Elena Barraquer heredó ese espíritu solidario de su abuelo. Cuando estudiaba en el National Institute of Health de Maryland (EE UU) a finales de los años 70, se animó a seguir a un equipo de oftalmólogos que iba a operar cataratas a Haití. Y allí descubrió que «podía ayudar haciendo lo que sé, operando cataratas». «¿Sabías que es la principal causa de ceguera del mundo? ¡19 millones de personas no ven por culpa de unas cataratas!», constata. «¡Quién no daría una semana de su vida por devolver la vista y con ello la posibilidad de volver a estudiar y tener un trabajo a un niño!», exclama. Y recuerda, todavía emocionada, una de las muchas historias que operó en su último viaje, en Kenia. Una abuelita que acompañó a su nieto 50 kilómetros a pie para que el equipo de Elena le quitara las cataratas. «Al acabar la intervención, la abuelita me dio un bombón. ¡Y qué bien me supo!».

Elena no se hubiera comido ese bombón, que ni el mejor maestro chocolatero es capaz de hacer, si en 2003, de vuelta a Barcelona, a su padre no se le hubiera ocurrido que vendiendo el Mercedes-Benz 540K que le había regalado el Rey Faruk de Egipto –del que sólo hay tres ejemplares en el mundo– podía conseguir fondos para crear la Fundación Barraquer. Un año después de esa ocurrencia, hacía su primer viaje a Senegal. «Mi padre siempre me apoyó en la idea de ir a operar a África», recuerda Elena Barraquer, que se puso al frente del proyecto.

Hasta que falleció su padre, en 2016, la Fundación Barraquer hizo más de cien expediciones, visitó a cerca de 80.000 pacientes y operó más de 12.000 cataratas. Devolver la vista a poblaciones con pocos o ningún recurso sanitario era la principal labor de la entidad, pero su hermano, Rafael Ignacio Barraquer, director de la clínica oftalmológica quería reinventar la Fundación Barraquer, hacer menos expediciones a África y apostar por la investigación. A Elena, no le gustó la idea, porque cree que «el impacto de la Fundación lo ves cuando a una persona ciega le devuelves la vista». Dejó el patronato familiar y con el apoyo de amigos como Isak Andic, presidente de Mango, o el Nobel Mario Vargas Llosa, el pasado verano se animó a crear la Fundación Elena Barraquer, a cien pasos de la clínica familiar, donde sigue pasando visita. En octubre, ya estaba operando en Kenia. Y este año tiene cerrados una docena de viajes. Uno al mes.

Su Fundación funciona diferente a la de su familia, donde en casi todas las expediciones los equipos que van a operar a países en vías de desarrollo están formados por personal de la Clínica Barraquer. La suya es una plataforma donde Elena pone la experiencia que ha adquirido en 13 años de expediciones y a la que pueden dirigirse cirujanos, enfermeras y voluntarios de todo el mundo. «En menos de medio año ya tengo un pequeño equipo, Joaquín Fernández, en Almería, que es el patrono de la fundación; Gonzalo Bernabéu, de Alcalá de Henares, o Gerardo Valvecchia, de Buenos Aires».

Como es menuda, de complexión atlética y con el entusiasmo de una recién graduada en su primer día de trabajo, Elena aparenta menos años de los que tiene, pero ya ha cumplido los 60. No se ha perdido ni una expedición. Éstas son siempre iguales, las historias humanas que hay detrás de cada intervención, únicas. Los viajes duran una semana. El primer día, el equipo se dedica a montar el quirófano. «Nos llevamos todo el equipo, 500 kilos por cada cirujano, desde los gorros al ecógrafo», explica una de las voluntarias que acompaña a la doctora Barraquer en sus expediciones. Al día siguiente, el despertador suena a las 6.00 horas. El equipo desayuna y sobre las 8.00 horas llega a los quirófanos. Entonces empiezan las operaciones, que duran entre 20 minutos a una hora. «Aquí, unas cataratas se operan en siete minutos, pero las cataratas que operamos allí son más complicadas», comenta la doctora. A las 14:30 paran para comer durante 40 minutos. Y por la tarde, vuelta al ruedo, «hasta las nueve de la noche, aunque hay días que nos tocan las doce». «Así, durante cinco días. Al sexto día ya no tenemos fuerzas», admite. Es con todo este esfuerzo con el que consigue realizar unas 40 operaciones cada día.