Incendios

«Las llamas arruinaron nuestra boda»

Eva y Carlos pensaban casarse el día en que Hoyos fue desalojado por el fuego

Eva y Carlos, ayer, desolados en la plaza de Hoyos, tras tener que anular su boda por el fuego
Eva y Carlos, ayer, desolados en la plaza de Hoyos, tras tener que anular su boda por el fuegolarazon

La iglesia de Hoyos estaba adornada para la ocasión, pero a la hora marcada, las doce y media de la mañana del sábado, los bancos estaban vacíos. Carlos, de Perales del Puerto, y Eva, de Hoyos, llevaban un año preparando su boda pensando en pasar el mejor día de sus vidas. Pero las campanas no llegaron a repicar por ellos. El fuego, que ya había echado a perder buena parte de la Sierra de Gata, también consiguió abortar sus planes. «Las llamas arruinaron arruinaron nuestra boda», dijeron. Y es que la localidad, de no más de mil habitantes –una cifra que aumenta considerablemente en los meses estivales–, fue desalojada unas horas antes del enlace, en la madrugada del sábado, ante el avance de las llamas. La pareja, de 28 y 25 años, cuenta su desdicha entre lágrimas a las puertas de la iglesia en la que iba a contraer matrimonio mientras que los vecinos se acercan para tratar de consolarlos. No es para menos. Algunos parientes de ella se habían trasladado expresamente a Extremadura desde Cantabria y el País Vasco sólo para el acontecimiento. Se alojaron en casas rurales que también tuvieron que ser desalojadas de madrugada.

Eso no es todo. Como marca la tradición, los novios no tenían intención de compartir la noche previa al enlace. Aunque la suya fue una experiencia mucho más agobiante. «Ella estaba con los demás evacuados en Moraleja y yo en Perales del Puerto en casa de mis padres», afirma Carlos. Tras la evacuación, la familia vivió momentos de angustia cuando al hermano de Eva, que aún se encontraba en Hoyos durante la noche, las autoridades no le dejaban salir del pueblo. Los accesos estaban cortados y tampoco los familiares pudieron acudir hasta tiempo después en busca del joven. Carlos, que es militar en Salamanca, donde vive con Eva, no llega a comprender las órdenes que se cruzaban aquella noche.

Trataron de seguir con los preparativos una vez que a primera hora del sábado pudieron regresar a Hoyos, aunque finalmente los contratiempos pudieron con la voluntad de los dos jóvenes. «Ya no quería venir ni la peluquera», admiten. Regresaron a la iglesia, pero esta vez para quitar todos los adornos y flores que habían encargado para la ocasión.

«Con prisas y sin pensarlo mucho hemos puesto la nueva fecha para la boda. Va a ser el 5 de septiembre porque ya estaban cogido los demás fines de semana por el resto de bodas que hay», explica Carlos ante la visible emoción de Eva. Al menos, se encontraron con alguna que otra facilidad para no agravar aún más el episodio vivido: «El restaurante, al que teníamos que pagar por el gasto en personal y demás según marca el contrato, decidió no cobrarnos por ello ni ponernos pegas. Nos dijeron que en lo único en lo que teníamos que pensar es en la familia y en el pueblo». Ahora cuentan con el apoyo de todo el pueblo, que ha sido partícipe de la mala fortuna de la pareja para que puedan sobrellevarlo mejor. «Eso sí, al anillo no se le cambia la fecha», reconoce entre risas Carlos, que a partir de ahora no sólo recordará el día en el que se casó sino también el día en el que el fuego aplazó una fecha tan simbólica.

La suya es sólo una de las miles de historias que guardan los vecinos de los pueblos de la Sierra de Gata después de un fuego que ayer ya estaba estabilizado. Las estancias de los cacereños evacuados en las instalaciones habilitadas para ellos ya han llegado a su fin para casi todos. La vuelta no ha sido fácil. La misma escena se repetía en cada casa de Hoyos durante la mañana de ayer. Todos se encontraban con escoba o fregona en mano para limpiar las cenizas que el viento había colado bajo sus puertas.

En la plaza del pueblo, la gente se arremolinaba frente al Ayuntamiento. Allí se encontraba el alcalde, Óscar Antúnez, organizando junto a un grupo de voluntarios el reparto de agua y demás enseres básicos que la Cruz Roja y Protección Civil han aportado para que los vecinos puedan pasar el día sin apuros. Pequeños comercios optaron por abrir, y rápido se agotaron las existencias de agua ya que la que sale del grifo no puede beberse. «Ahora que estamos todos reubicados y que se están apagando todos los fuegos, vamos a reunirnos un equipo de alcaldes de toda la Sierra de Gata para valorar el impacto medioambiental de lo que ha pasado. Porque ha sido un desastre natural. Casi el 100% de todas las reservas naturales del pueblo se han quemado», comenta el regidor de Hoyos sin dejar de cargar bolsas.

En Acebo, el ambiente es similar. Apenas huele ya a humo aunque el sol sigue calentando el aire por encima de los 35 grados. José, José Antonio y Justo discuten sobre la gestión del incendio y rememoran una de las noches más trágicas para el pueblo. «Hay casas que se han salvado pero únicamente porque algunos nos quedamos aquí para protegerlas», sentencia José Antonio. Él fue de los que decidió permanecer en el pueblo pese al aviso de evacuación. El pueblo continuará con sus fiestas patronales. «Puede parecer raro, pero más pena da que nos amarguemos en nuestra pérdida», dice José María Crespo.

Perales también vuelve a la normalidad. Algunos de los actos de las fiestas se han mantenido para olvidar lo ocurrido». «Hemos perdido todos y las tierras que no se han quemado, están en las papeletas para arder la próxima vez. Esto ya nos pasó hace 17 años», sostiene Jesús Roa. A la par que remite a un dicho peraliego que dice «En Perales ofrecen viñas y dan zarzales», pero con resignación lo completa: «Ahora ni quedan viñas ni zarzales».