
El cambio tranquilo
León XIV: tres meses discreto y sin prisas
Sin pistas sobre su magisterio ni nombramientos significativos en la Curia, el Papa Prevost se presenta por ahora como el gestor eficaz del cambio tranquilo que refuerza y apuntala las reformas de Francisco

Sin detenerse, pero sin hacer ruido. Esta es la máxima que, según ha podido confirmar LA RAZÓN, León XIV trasladó hace unos días a un equipo de curiales con los que se reunió con el horizonte de continuar aterrizando los procesos iniciados por Francisco, pero consciente de que todavía se mantienen las resistencias a las múltiples reformas abiertas que precisan ser aterrizadas.
Este es el estilo que marcaría de alguna manera estos tres meses de pontificado del primer Papa agustino de la historia, que se cumplieron este viernes. Sin prisa y con discreción. Esa parece ser la filosofía de esta primera etapa de Robert Prevost como pastor de la Iglesia universal, sabedor de que el hecho de haber sido elegido con 69 años –cumplirá 70 el 14 de septiembre–, le permite asomarse a su hoja de ruta con un mayor horizonte temporal y sin necesidad de pisar el acelerador como sí lo hizo Jorge Mario Bergoglio, que llegó al papado con 76.
León XIV estaría afrontando este arranque tanteando el terreno y con el perfil bajo que le ha carac-terizado en el liderazgo que ha asumido a lo largo de las misiones que se le han encomendado. Quienes conocen de cerca al Santo Padre nacido en Estados Unidos y nacionalizado peruano subrayan la cautela como el rasgo que le ha definido tanto en los doce años
que estuvo al frente de la Orden de San Agustín, pero también en los dos años en los que ha llevado las riendas de uno de los departamentos más complejos y determinantes del Vaticano: el Dicasterio para los Obispos. Prevost vendría a ser el hombre del cambio tranquilo, el gestor eficaz que pasa desapercibido.
De hecho, en estos tres meses en la Sede de Pedro apenas ha improvisado en sus alocuciones, sean homilías o discursos fuera de las celebraciones litúrgicas. Ni en la primera salida a la logia de las bendiciones tras la fumata blanca, pero tampoco en los actos vinculados al Jubileo de los Jóvenes, se ha salido prácticamente del guion. «Dice lo que quiere decir porque lo tienen bien meditado de antes, pero prefiere dejarlo por escrito, no es amigo de la espontaneidad», detalla un compañero de congregación.
Se da por hecho que su escapada a Castel Gandolfo, lejos de ser unas vacaciones como tal, habría sido un tiempo propicio precisamente para establecer una agenda de prioridades para los próximos meses, tanto en lo que vendría a ser su primer gran documento magisterial, como en lo que a los viajes apostólicos se refiere, con la mirada puesta en Turquía para conmemorar los 1.700 años del Concilio de Nicea, de la mano del resto de confesiones cristianas, tal y como tenía previsto su predecesor.
En este sentido, en estos casi cien días de León XIV, más allá de las pistas ofrecidas a través de su nombre de apostar por una actualización de la Doctrina Social y de su llamamiento constante y gestiones para denunciar la barbarie de la guerra y hacer realidad una «paz desarmada y desarmante» lo mismo en Gaza que en Ucrania, no ha dejado entrever pistas que permitan constatar cuáles van a ser sus ejes de acción. Tampoco ha hecho ningún nombramiento significativo en la Curia. Va piano, piano.
Aunque si algo ha dejado claro es precisamente su identificación con Bergoglio. «Era de las personas de confianza de Francisco y comparte su modelo de la Iglesia y la necesidad de rematar lo que se podría denominar una segunda recepción del Concilio Vaticano II», expone una de las personas que mejor conoce al actual Papa, que pone como ejemplo cómo enderezó las diócesis de Chiclayo y de Callao, de las que fue obispo y administrador apostólico respectivamente. Entre las medidas aprobadas por él en este tiempo habría algunas especialmente significativas que hablan de cómo, no solo está dispuesto a respetar la voluntad del Papa argentino, sino que se le ve convencido de apuntalarlas, sumando su particular aliño.
Así, ha dado vía libre para que se aplique el plan supervisado por Francisco de aquí a 2028 para que la sinodalidad, esto es, su sueño de una Iglesia más participativa, horizontal y menos clerical, se haga realidad lo mismo en las parroquias que en las diócesis y demás realidades eclesiales. No solo ha respaldado a la Secretaría General del Sínodo, máximo órgano dinamizador, sino que les ha instado a buscar la manera de que tener mano izquierda para rebajar la resistencia entre los cerca de treinta cardenales –y quienes les respaldan– que no acaban de estar convencidos con este modelo eclesial de corresponsabilidad.
Con la ecología integral
León XIV ha hecho suya también la aprobación de la misa por la custodia de la creación. Introducir en el Misal Romano esta fórmula para rezar por la naturaleza y por quienes la habitan viene a reforzar uno de los principales desafíos de Bergoglio, que puso en primer plano como compromiso primordial de los cristianos con la ecología integral. Diez años después de publicar la encíclica «Laudato si», esta incorporación litúrgica habla de una apuesta integral frente a los católicos negacionistas del cambio climático. El Papa agustino podría haberse limitado a dar luz verde sin más. Sin embargo, quiso visibilizar que se identifica con esta novedad, siendo el primero en celebrar esta eucaristía en los jardines de Castel Gandolgo. La herencia compartida de Francisco más reciente que ha ratificado Prevost es la reciente declaración del converso británico John Henry Newman como doctor de la Iglesia.
El Pontífice jesuita ya había dado su visto bueno frente a otros candidatos, pero la muerte le sorprendió cuando solo faltaba la firma definitiva que ha otorgado León XIV.
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