Demografía

Llegar a viejo alarga la vida

¿Tiene nuestra existencia límite biológico? La respuesta no está clara, pero los últimos estudios científicos certifican que la curva de la mortalidad del ser humano se achata en los extremos: a los 105 años el riesgo de fallecer se estabiliza y a partir de los 111 las posibilidades de perecer llegan a decrecer

Elisabetta Barbi es la encargada de realizar este estudio que podría modificar los actuales modelos geriátricos
Elisabetta Barbi es la encargada de realizar este estudio que podría modificar los actuales modelos geriátricoslarazon

¿Tiene nuestra existencia límite biológico? La respuesta no está clara, pero los últimos estudios científicos certifican que la curva de la mortalidad del ser humano se achata en los extremos: a los 105 años el riesgo de fallecer se estabiliza y a partir de los 111 las posibilidades de perecer llegan a decrecer

Llegar a viejo no es fácil. Y llegar a muy viejo, tampoco. No son muchos los habitantes humanos del planeta que superan los 105 años de edad aunque, a decir verdad, el número de centenarios y supercentenarios no ha dejado de crecer en las últimas décadas; superar esa barrera de los 100 años es ya de por sí un privilegio que no está al alcance de cualquiera. Lo que no se conocía es que la naturaleza tenía reservada una sorpresa para aquellos que han tenido acceso a él. Y es que, según publicó ayer la revista Science, a partir de los 105 años de edad el riesgo de mortalidad desciende e, incluso, se estabiliza. La noticia ha vuelto a abrir un viejo debate aún sin saldar en la gerontología: ¿Existe algún límite fijo para la longevidad humana? Si se mantienen las condiciones de salud, bienestar y cuidados necesarias... ¿hasta dónde podría extenderse nuestra vida? Hasta ahora se ha asumido que las probabilidades de morir una vez superada la etapa crítica del nacimiento aumentan exponencialmente y sin frenos con el paso de los años. Así, un hombre de 40 años tiene mayor riesgo de perecer que uno de 30. Pero es menor que el de uno de 50. Lo que no se ha estudiado suficientemente es si esta tendencia se mantiene a lo largo de toda la vida o si por el contrario el peligro se modifica en las edades extremas.

Un estudio presentado por la científica italiana Elisabetta Barbi que ha tenido en cuenta los historiales clínicos de más de 4.000 habitantes de Italia acaba de demostrar que una vez que se han superado los 105 años el riesgo de mortalidad parece disminuir. Con sus datos se aprecia un aplanamiento de la curva de riesgo por edades en los extremos vitales de la población. Esta es la primera vez que se vislumbra con datos fehacientes esta modificación en nuestras probabilidades de fallecer, aunque la idea de que existe es antigua. Las primeras hipótesis sobre el comportamiento de la curva de riesgo en edades avanzadas datan de 1825. Por aquel entonces, los demógrafos eran capaces de justificar con datos estadísticos la idea de que las oportunidades de morir aumentan con la edad. Pero también apreciaban que llegada una edad muy elevada, el peligro de perecer desciende.

Lo malo es que no existían ni herramientas suficientemente afinadas para realizar estudios más precisos ni una masa crítica adecuada de personas centenarias que pudieran ser analizadas. En la década de los 90, los análisis más exhaustivos reflejaron que la curva de mortalidad descendía a partir de los 80 años, una tendencia que contrastaba con el riesgo que corrían los adultos más jóvenes. Como nunca se dio total validez a las muestras, los expertos concluyeron que era imposible saber si esas desviaciones en la mortalidad se debían a que realmente la evolución humana produce algún tipo de expectativa de longevidad a altas edades. Por el contrario, la otra opción que estaba sobre la mesa era si simplemente eran errores estadísticos por la falta de instrumentos de medición exactos.

Extraer datos fidedignos sobre la mortalidad de personas de edad muy avanzada no es fácil. En la mayoría de las bases de datos estadísticas que se emplean con fines científicos o sociales suelen englobar en un mismo grupo de estudio a las personas de más de 75 u 80 años. Esa es la razón por la que, por ejemplo, se habla de Tercera Edad tanto para referirse a una persona octogenaria como a un individuo de 110. Pero es evidente que con el paso del tiempo y la mejora de las condiciones sanitarias de las personas más mayores un hombre o una mujer de 80 poco tienen que ver hoy con uno de 120... Y de estos últimos casos cada vez hay más.

Para superar estos problemas, se ha creado un grupo internacional de trabajo que ha recopilado datos de individuos de más de 115 años –los llamados supercentenarios– de 15 países distintos. Con esa información, que se ha recogido utilizando varios métodos científicos, los conductores del estudio han podido establecer el índice de mortalidad de la población a partir de 110 años de edad. Al mismo tiempo se han recogido y validado datos de miles de italianos que cumplieron 105 años o más en el periodo comprendido entre los años 2009 y 2015. Las personas estudiadas fueron 3.886, la mayoría de ellas mujeres; solo hubo 463 casos de supercentenarios varones. Históricamente, la esperanza de vida siempre ha sido mayor entre las féminas. Todos habían nacido en 15 años consecutivos, entre 1896 y 1910. Durante todo el periodo del estudio se produjeron un total de 2.883 muertes. Si se dibujara una curva con el porcentaje de fallecimientos producidos en cada periodo de edad se observaría un curioso dibujo: entre los 80 y los 105 años es ascendente, lo que muestra un aumento del riesgo de mortalidad cada año que pasa. A partir de los 105 la línea crece a un ritmo menor, y desde los 111 parece que se estabiliza y permanece plana hasta los 114. A partir de ese punto los datos son insuficientes para realizar estimaciones fiables, según apuntan los científicos encargados del estudio. De alguna manera, cuantos más años pasan por encima de los 100, los individuos tienen menos probabilidades de morir.

Esta deceleración de la mortalidad en la edad muy avanzada es un fenómeno que no resulta exclusivamente humano. De hecho, esta tendencia se ha apreciado también en otras especies animales: se ha descubierto que en ciertos insectos, entre ellos en las moscas, el riesgo de morir desciende dramáticamente durante los últimos años de vida. Por contra, los científicos no lo han tenido fácil para hallar pruebas de que este fenómeno suceda en otros mamíferos. Pero, ¿por qué? No existe una explicación convincente.

Algunos teóricos postulan que evolutivamente la porción de población que llega a edades extremas es la mejor dotada genéticamente para sobrevivir. Otras teorías encuentran el motivo de este descenso de la mortalidad en los cuidados y atenciones que se reciben en edades extremas y también en que en ese momento de la vida se asumen menos riesgos No existe una razón única para explicar la paradoja, pero parece evidente que cuánto más viejo se es, menos probable es morir.