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Barajas

Los «milagros» de los objetos perdidos

Entrar en un vagón de tren con una silla de ruedas y salir a pie no es un milagro, sino uno de los olvidos más curiosos registrados el año pasado en Metro de Madrid, uno de los lugares en los que los despistes son más habituales junto con el aeropuerto de Barajas, donde han llegado a encontrar un traje de novia.

"No me sorprendo ya por casi nada", asegura el responsable de la oficina de objetos perdidos de Metro de Madrid, Ricardo Corazón, que lleva más de 30 años al frente de este peculiar almacén, por el que cada año pasan alrededor de 30.000 artículos.

Sillas de ruedas, bicicletas, cuadros, televisiones, biombos, armarios, carritos de niños, esquís y hasta dentaduras postizas son algunas de las posesiones que los viajeros han olvidado en el suburbano en los últimos años, aunque lo más frecuente es perder tarjetas de abono transporte.

A excepción de estos títulos de viaje (que se entregan al Consorcio de Transportes) y de las tarjetas de crédito, el DNI y otro tipo de documentación (que se dejan en la Comisaría de Policía de la Puerta del Sol) todos los objetos perdidos que aparecen en los vagones y estaciones de metro se almacenan en un cuarto ubicado en el recinto de Canillejas donde se limpian y reparan los trenes.

Pasada una semana, van a parar a la oficina de objetos perdidos del Ayuntamiento de Madrid, el gran trastero de la ciudad, de 700 metros cuadrados, en el que se conservan todos los artículos extraviados en el suburbano y en el resto de transportes públicos de la capital, así como en los taxis, en el aeropuerto de Barajas y en la vía pública.

En la actualidad guarda alrededor de 90.000 objetos perfectamente organizados por lugar de procedencia y fechas en estanterías, archivadores e, incluso, en una caja fuerte cuando se trata de cosas de valor, como relojes o joyas.

"Recibimos muchas llamadas telefónicas", asegura la responsable de la oficina municipal, Carmen Fernández, que en los últimos años se ha encontrado con objetos tan llamativos y variados como una olla a presión, unos platillos de orquesta, una taladradora, un violín y un sobre con el salario del mes que finalmente recuperó su dueña.

Aconseja que si alguna vez perdemos algo vayamos primero al lugar donde creamos que lo hemos dejado porque es más práctico y puede que todavía esté allí.

Así lo hizo un joven que recientemente olvidó su ordenador portátil en un taxi y que logró contactar con el conductor gracias a que conservaba una pista: el recibo del pago que hizo con su tarjeta bancaria.

"Me lo trajo al trabajo en su propio vehículo y tuve que pagarle la carrera", cuenta.

En última instancia, el lugar con el que deben contactar todos los olvidadizos es con la oficina municipal, situada en Paseo del Molino número 7, junto al metro Legazpi, y que en 2013 recibió un total de 52.369 objetos.

Si después de dos años el dueño del artículo extraviado no aparece, se informa por carta a la persona que lo encontró de que ha pasado a ser el nuevo propietario, una opción que suele interesar cuando se trata de aparatos electrónicos, como teléfonos con conexión a Internet u ordenadores portátiles.

Cuando el hallador rechaza esta opción, el objeto pasa a disposición del Ayuntamiento de Madrid, que le da una segunda oportunidad según sus características: los que pueden tener alguna utilidad se donan a ONG, centros sociales o residencias de ancianos; los valiosos se subastan, y el resto se destruyen.

En el aeropuerto de Barajas están muy acostumbrados a recoger objetos perdidos. Sólo en 2013 llegaron a almacenar 34.868 en las oficinas de las terminales 1 y 4, la mayoría de ellos prendas de vestir, cinturones, joyas, gafas y relojes cuyos dueños les perdieron la pista al traspasar el arco de seguridad.

"Con las prisas se lo dejan en las bandejas", comentan fuentes del recinto.

Sin embargo, en esta pequeña ciudad, en la que a diario transitan miles de personas entre turistas y trabajadores, han llegado a recoger otros artículos de lo más chocante, como una bombona de butano, un equipo portátil de oxígeno, un juego de pértigas de atletismo, una cortadora de césped e, incluso, un traje de novia cuya historia, como tantas otras, es todo un misterio.