Sevilla
«¡Mamá, cógeme!»
El funeral por la pequeña Míriam, de 16 meses, se celebró ayer en La Palma del Condado. Cuando el asesino convenció a la madre para bajar del coche por una falsa avería, la pequeña gritó para irse con ella
«¡Qué delgada está!, ¡Qué calvario ha debido de pasar!», exclamaba un grupo de vecinos de La Palma del Condado, en la provincia de Huelva, al ver llegar a Gema María Cuerda, la madre de Miriam, la bebé de 16 meses que desapareció el pasado 20 de diciembre y que, lamentablemente, apareció muerta siete días después.
Su madre, de 33 años, llegaba directamente del tanatorio de Bollullos, un pueblo vecino. Allí había pasado la noche junto a su madre y su familia, que no la han dejado sola en ningún momento. «¡Está muy delgada!», comenta su amiga Sandra. Visiblemente desmejorada, Gema, agarrada a su madre, Concha, y a su padrastro, Francisco,está en estado de shock. «¿A dónde se llevan a mi hija?», pregunta en varias ocasiones desesperada. La medicación que le han suministrado no le permiten asimilar la situación.
Sólo unas horas antes había tenido que vivir una de las peores situaciones de su vida: identificar a su pequeña. «¿Qué voy a hacer ahora?», se preguntaba en repetidas ocasiones. «Míriam era el motor de mi vida», añadió. Así lo confirma su vecina Dolores. Vive puerta con puerta con la familia Reyes-Rodríguez y «siempre le decía a Gema que era una madraza, porque iba con la niña en brazos a todas partes».
Ceremonia íntima
La ceremonia religiosa no duró más de media hora. En la homilía, Francisco José Martín, párroco de la iglesia de San Juan Bautista, insistió en la gravedad del «asesinato de Míriam», que «ha arrancado de cuajo la paz de los corazones de la familia». Gema se mantuvo firme, su mirada perdida la situaba fuera de las paredes del templo. Pasadas las diez y media, decenas de vecinos se acercaban a los primeros bancos para darle el pésame. Fue entonces cuando el dolor afloró a través de sus ojos y se derrumbó. «No sé cómo voy a salir adelante», susurraba a los que le daban ánimos. El entierro fue mucho más breve. Sólo acudió el círculo más íntimo de Gema. Después, evitó los micrófonos y las cámaras y se metió en el coche, en su refugio. Su gran corazón y su exceso de confianza se habían llevado a su cuarta hija.
«Es muy buena y siempre ha pensado que el resto también lo era. Ya no se va a volver a fiar de los hombres», cuenta Sandra.
El exceso de confianza le empezó a pasar factura pronto. Con sólo 20 años empezó a salir con un joven de Bollullos. Se quedó embarazada al poco tiempo y «cuando se lo contó, el chico se desentendió y dijo que no quería saber nada del bebé», comentan sus vecinos. Antonio, que ahora tiene 13 años, estaba muy unido a su hermanita y, aunque su familia lo intentó evitar, se enteró de la muerte de la bebé por la televisión.
Después del desencanto de su primera relación estable, Gema no dejó de buscar el amor ni el trabajo, que escasea en la zona. Los jóvenes se ven obligados a trabajar en el campo o a irse a ciudades grandes como Sevilla o Huelva. Así, la joven fue contratada para la recolección de la fresa. Allí conoció a Miguel, su marido durante seis años. Él era camionero y pronto se casaron por lo civil. Tuvieron dos hijas, «una rubia y otra morena», que hoy tienen 9 y 7 años.
Miguel era de un pueblo cercano, San Juan de Alcántara, pero decidieron comprar un chalé en una zona residencial a las afueras de La Palma. Las diferencias entre ambos se convirtieron en un escollo y decidieron terminar con la relación. Como Gema estaba en paro, Miguel se quedó con la custodia de las dos menores, «aunque trae a las niñas a menudo para que vean a su madre y a sus hermanos», asegura una vecina.
Gema seguía sin encontrar trabajo y la palmerina probó suerte en Sevilla durante unos meses, donde trabajó de camarera. «Cuando regresó a casa venía embarazada», sostiene su amiga Sandra. Sólo ella sabe quién es el padre de Míriam. En su intento por alcanzar la felicidad, hace menos de seis meses puso un anuncio en internet. Explicaba su situación personal. Sólo quería encontrar un compañero y dio con Jonathan Moya o, como él se hacía llamar, con «Juan, el valenciano».
Recelos de la familia
La relación avanzó muy deprisa. «Congeniaron. Él nos embaucó a todos, incluso a mi madre», comenta Leticia Reyes, la hermanastra de Gema. Después de varios encuentros, Juan fue a pasar unos días a La Palma. Al final se quedó un mes. «Era un chico con buen aspecto, muy formal. Incluso se llevaba a Míriam de paseo», recuerdan en la barriada. Pero algo en él suscitaba cierto recelo. «Su tío Paco no se fiaba y le pidió a un amigo de la Guardia Civil que comprobara la matrícula de su coche. De acuerdo con los datos de Tráfico, el vehículo pertenecía a un señor apellidado Moya (el padre del presunto asesino)», añaden. Por eso, cuando Gema, animada por su madre, dijo que se iba a verle a Almería, Paco se opuso. La intentó convencer de que no viajara con la niña pero la promesa de Jonathan de regalarle un vestido de bautismo –le dijo que su hermana se lo iba a hacer a medida– pudo con las críticas de su tío. «También le prometió que tenía un regalo muy especial para sus padres», añade Sandra. Sólo unos días más tarde aparecería el verdadero Juan, que no es otro que Jonathan Moya, un joven embaucador de 25 años que contactaba con mujeres por internet y que, entre otros trapicheos, se dedicaba a robar coches. «Estamos seguros de que quería vender a la niña», sostiene la tía de Míriam. «Se iba a embolsar unos 50.000 euros», concluye un grupo de vecinos de la barriada Summer.
Míriam se había convertido en una de las niñas preferidas de la zona. «Era muy ruiseña, rubita, muy divertida», sostiene Águeda, una vecina. Con sólo 16 meses, se la entendía muy bien. Cuando Jonathan Moya simuló un problema en su coche e hizo bajarse a Gema para que empujara el vehículo, la niña, según recuerda a madre, gritaba «Mamá, cógeme» mientras golpeaba el cristal de la ventanilla. Ella la tranquilizaba: «Tranquila, ahora te cojo».
Pero, en ese momento, el presunto asesino entró en el coche. Aceleró y le gritó a la madre: «¡Ahora te vas andando!». Gema recorrió más de siete kilómetros a pie hasta que llegó al cuartel de la Guardia Civil. Los agentes llamaron a Moya. Él les aseguró que en menos de ocho horas devolvería a la niña. Pero nunca lo hizo.
Prisión sin fianza para los dos imputados
La jueza de instrucción 3 de Almería ordenó ayer el ingreso en prisión de los dos detenidos por el secuestro y muerte de Míriam, a los que imputa un delito de asesinato y otro de detención ilegal en el caso del autor del rapto. Jonathan Moya González , de 25 años, autor confeso del secuestro y muerte del bebé, y su amigo Raúl R.F., de la misma edad, se acogieron a su derecho a no declarar ante la jueza, que decretó su ingreso en prisión incomunicada y sin fianza. Por ahora se desconoce si Raúl R.F. ha sido imputado como autor material, cómplice, cooperador necesario o encubridor.
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