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¿Debe vivir la vaca Margarita?

Al no tener documentos en regla, este bovino no está a salvo pese a estar en un santuario. La ley establece que debe ir a un matadero. Más de 173.000 firmas piden su indulto porque lo consideran un animal de compañía.

La vaca Margarita
La vaca Margaritalarazon

Al no tener documentos en regla, este bovino no está a salvo pese a estar en un santuario. La ley establece que debe ir a un matadero. Más de 173.000 firmas piden su indulto porque lo consideran un animal de compañía.

La vaca Margarita era sólo un bebé cuando su propietario, un ganadero, se la regaló a un amigo que tenía una finca en Tortosa (Tarragona). No quería sacrificarla. Al ser una vaca de lidia, si se le daba de mamar su madre nunca iba a alcanzar el peso considerado correcto. De ahí el obsequio. Desde entonces Margarita ha disfrutado de una vida tranquila hasta que, «hace un año, alguien denunció al dueño por no tenerla con los papeles en regla. Cuando los vecinos que cuidaban de ella se enteraron de que el departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de Cataluña había ordenado su sacrificio, llamaron a un santuario de Madrid, Wings of Heart, y éste se puso en contacto con nosotros», explica Jon Amad, director de la Fundación Provegan, el santuario de Tarragona donde está hoy la vaca. Su traslado el pasado martes a este edén de los animales no ha evitado que a Margarita la vayan a sacrificar. Al menos, no por el momento.

Con el objetivo de que esta vaca pueda seguir viviendo, Hogar Provegan puso en marcha una petición en Change.org para que sea salvada de una muerte inminente. Por el momento, ya son 173.884 las firmas obtenidas. Diez mil más de las entregadas por la directora de Hogar ProVegan, Elena Tova, en el registro de Atención Ciudadana de la Generalitat. Y la cifra, al cierre de esta edición, no paraba de aumentar por instantes.

«Estamos muy sorprendidos porque quieran seguir adelante con su sacrificio. Cuando les conviene actúan de un modo y, cuando no, en contra», incide Jon, que recuerda que hace un año los agentes rurales les llevaron cerdos vietnamitas sin identificar y pudieron legalizarlos. «Fue inmediato. Se inició un proceso de legalización, fueron castrado, se les puso microchip, saneamiento... todo lo necesario para regularizarlos. ¿Por qué ahora no nos lo permiten?». «Es inadmisible que Margarita tenga que pagar con su vida un error burocrático», añade Tova.

La explicación que dan desde el sector es que todos los animales del sector ganadero han de contar con la identificación correspondiente por temas de trazabilidad, sanidad animal y salud pública. Y al no contar con esos documentos en regla, la ley obliga a su sacrificio. Además, para llevar a cabo un traslado de un animal, previamente hay que conseguir autorización, algo que no se hizo.

En el caso de las vacas «han de tener dos crotales, dos pendientes. Si a un ganadero le falta un crotal en una de sus vacas se le puede penalizar», explica Matilde Moro, directora técnica de Asprovac, que representa el 70% productoras de carne de vacuno en España.

Matilde, tras incidir en que ella misma ha «comprobado que desde la misma IP se puede firmar dos veces sin pedir DNI ni nombre», explica que, por seguridad alimentaria, hoy la trazabilidad de «un bovino es 100 veces mayor que una persona». Dicho de otro modo, las exigencias son para todos.

Aunque esta vaca no va a ser destinada a consumo humano, el temor es que pueda suceder como con otra vaca, Carmen, ésta sí con tuberculosis, una zoonosis transmisible al hombre. En ese caso, en 24 horas se alcanzaron las 70.866 firmas también a través de Change.org, lo que evitó que se cumpliera la orden del Departamento de Ganadería de la Comunidad de Madrid, que había pedido a Wings of Heart que la enviara al matadero. Desde entonces, «este santuario no puede acoger nuevos animales», explica Jon. De ahí su traslado a Provegan.

Pero en el caso de la vaca Margarita se desconoce si tiene o no alguna enfermedad. «Está en cuarentena, por lo que no hay peligro de transmisión de enfermedades. Está allí a la espera de que nos dejen hacerle los correspondientes análisis a esta vaca dulce para descartar toda enfermedad. Aunque no hay ningún indicio de que pueda tener alguna enfermedad», incide Jon.

Además, si logran que el Departamento de Agricultura de Cataluña cambie de opinión, lo que está algo más difícil después de su traslado sin previa autorización, Margarita ayudaría a otra vaca. En el santuario «tenemos casi 200 animales, pero hace dos meses tuvimos una tragedia. Murieron dos vacas, una se cayó por la mañana, se puso nerviosa y murió. La otra se cayó por la noche. De modo que ahora sólo tenemos una vaca, Rubí, que está sola. Es importante que los animales estén con otros de su misma especie para hacerse compañía».

Pero, ¿por qué tanta polémica por una vaca? Para Provegan es «por la presión que están ejerciendo los ganaderos. No quieren que la ciudadanía conozca que estos animales tienen otras opciones». Además, dado que su anterior propietario había tenido a Margarita como un animal de compañía, sin ningún tipo de fin lucrativo, castigar a la vaca con la muerte es injusto, máxime cuando sus defensores consideran que debería tratarse como un animal de compañía y regirse, por tanto, bajo otra normativa, no por la que regula las explotaciones ganaderas. En el caso de este santuario, lo cierto es que «está registrado como una explotación ganadera, aunque no lo somos, y también como un núcleo zoológico similar a las protectoras de perros», explica Jon. Desde el sector, en cambio, aseguran que la normativa es y debe ser igual para todos.

Sin embargo, el hecho de darles nombre hace que despierte aún más la empatía que tenemos hacia los animales. «Cuando los niños se conocen, lo primero que se preguntan es el nombre, porque ya le das una entidad a ese otro ser sintiente. Es alguien. No un individuo más. Con nombre ya pasa a ser único. De ahí que los niños dejen para un segundo, tercer o cuarto lugar las preguntas de color favorito, juegos, etc. Con los animales pasa igual, ya que así se construye una afinidad», explica Mariví Vaquer, psicóloga y presidenta de Profesionales para la Defensa Animal (Proda).