Investigación científica

El débil genoma del lince

Científicos españoles han ordenado los 2.400 millones de letras de los genes de un ejemplar de Sierra Morena. El resultado indica una muy escasa variabilidad genética, lo que convierte al animal en una víctima propicia para la extinción.

Un lince en cautividad en el centro de cría de La Olivilla (Jaén)
Un lince en cautividad en el centro de cría de La Olivilla (Jaén)larazon

Científicos españoles han ordenado los 2.400 millones de letras de los genes de un ejemplar de Sierra Morena. El resultado indica una muy escasa variabilidad genética, lo que convierte al animal en una víctima propicia para la extinción.

Ya sabíamos que el lince ibérico es uno de los felinos más amenazados del planeta. Ahora, después de que un equipo de científicos españoles haya presentado por primera vez la secuencia completa de sus genes, también sabemos que es un animal genéticamente débil, una de las especies con menor diversidad biológica de nuestro hábitat y, por lo tanto, con un menor margen para adaptarse al entorno. En otras palabras, la recuperación de este animal es una tarea realmente ardua.

La revista «Genome Biology» ha publicado un trabajo dirigido por la Estación Biológica de Doñana y en el que han participado instituciones tan prestigiosas como el CNIO, el CSIC o la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA) y que ha sido financiado por el Banco Santander, que constituye el primer genoma de referencia de un mamífero que se genera íntegramente en España. Se trata de la secuenciación del ADN de la especie «Lynx pardinus», uno de los emblemas de nuestros bosques mediterráneos.

La traducción del genoma del felino ha permitido leer y ordenar por primera vez los 2.400 millones de letras que componen los genes de Candiles: un macho nacido en Sierra Morena y que actualmente se encuentra protegido dentro de un programa de cría en cautividad. El ADN de esta especie tiene un número de genes similar al del ser humano, 21.257. Muchos de ellos son iguales a los de otros felinos como el gato, el tigre o el guepardo. Pero algunos han evolucionado de manera específica en la especie ibérica. Por ejemplo, se han detectado variaciones interesantes en genes relacionados con la audición, la vista y el olfato. No en vano, a lo largo de los siglos, este animal se ha convertido en un cazador excepcional de sus presas habituales, sobre todo de conejos. Esta virtud biológica única se ha convertido, precisamente, en una de sus principales debilidades. La dependencia alimentaria de este tipo de presas ha provocado que, en muchas ocasiones, la escasez de alimento haya puesto en peligro la supervivencia del lince.

Los científicos españoles, además de traducir el genoma completo de Candiles, han comparado los datos con genes de otros ejemplares de lince ibérico de Doñana y Sierra Morena, las dos únicas poblaciones estables supervivientes en la Península Ibérica, que han permanecido aisladas entre sí en los últimos tiempos.

Con todos estos datos se ha podido reconstruir la historia genética del animal. Al parecer, el lince ibérico se separó de su hermano de sangre, el lince euroasiático («Lynx lynx») hace unos 300.000 años. Pero entre ambos tipos de felino existió contacto hasta hace 2.500 años, cuando las poblaciones se dividieron definitivamente. Antes de esa fecha, ambos linces se encontraban esporádicamente, sobre todo en periodos interglaciares, cuando los hielos de Europa se fundían y era posible el viaje desde el centro y el sur del continente.

Una vez aislada la población ibérica para siempre, las posibilidades de cruzarse con otras especies y, por lo tanto enriquecer el genoma, desaparecieron. Por eso, el lince ibérico presenta hoy una variabilidad genética especialmente pobre. Y ya se sabe que una especie animal con un genoma empobrecido es una víctima propiciatoria para la extinción.

De hecho, en los últimos 2.000 años, el lince ibérico ha pasado por varios episodios de práctica desaparición. Uno de los más graves ocurrió hace 300 años, cuando la población de «Lynx pardinus» quedó reducida a menos del 10 por ciento. Pasó de 10.000 ejemplares, a sólo 1.500.

En esas condiciones, el siglo XX terminó de dar el último y casi definitivo golpe a la especie. Las sucesivas epidemias que diezmaron la población de conejo, la presión de la urbanización de parte de su hábitat y la caza hicieron que, en los peores momentos de su historia, el lince sólo contara con 100 ejemplares vivos. Hay que recordar que, durante décadas, esta especie era considerada una alimaña y su caza fue legal.

Todas estas amenazas han causado un daño especial al tratarse de una especie muy deteriorada genéticamente. De hecho, el déficit genético es muy acusado en la población de Doñana. Durante siglos ha llovido sobre mojado: sobre un material genético empobrecido ha caído la presión natural y humana más severa.

En el año 2002, después de que desaparecieran las últimas poblaciones en Portugal, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza declaró al lince el felino más amenazado del planeta. Se comenzó a proteger al animal con medidas críticas y la especie comenzó a vislumbrar algo de luz al final del túnel de la evolución.

Ese año sólo se habían contabilizado 94 ejemplares en nuestro país. Hoy, gracias a los programas de cría en cautividad y a la legislación que lo protege de cualquier amenaza, hay más de 400. El lince ya no encabeza la lista de los felinos en peligros de extinción. Pero su estado sigue siendo muy débil.

Si dibujáramos un mapa de la distribución de la especie durante el último siglo veríamos cuán dramáticamente se ha reducido su hábitat. En el año 1900 podrían encontrarse familias de lince en prácticamente todo el país (Andalucía, Castilla-La Mancha, Castilla y León, bosques de Madrid, Galicia y parte de la cornisa cantábrica, sur de Pirineos, Cataluña y toda la costa mediterránea. En 1980 sólo quedaban áreas dispersas de cría en bosques de Extremadura, Toledo y las provincias del norte de Andalucía. En 2015 el mapa se limita a los montes de Toledo (8 ejemplares), Sierra Morena (294), Matachel, en Badajoz (16), Doñana (76) y el portugués Parque Natural Vale do Guadiana (10 ejemplares).

El que fuera denominado «fantasma del bosque ibérico», uno de los felinos más bellos del mundo, grácil depredador y compañero inseparable de monte bajo, del matorral y del conejo, tiene aún un futuro incierto. Pero la publicación de su genoma abre una vía a la esperanza. Ahora los expertos en conservación tiene una poderosa herramienta para diseñar las estrategias de cría, cruce y desarrollo de la especie: la genética.