Sevilla
Las cuatro «carreteras de la muerte» para los linces de Doñana
Ya son 13 los linces muertos en accidentes de tráfico a lo largo de este año. La cifra se ha triplicado por culpa de la mala conservación de las carreteras, la falta de conejos y el aumento de la población. 'Materia' geolocaliza los atropellos para visualizar los focos que provocan la alta siniestralidad
Este año 2013 que aún no ha acabado es el peor para el lince ibérico en lo que a atropellos se refiere: 13 ejemplares han muerto arrollados sobre el asfalto durante estos 11 meses largos. Una cifra que triplica las de 2010 y 2011, cuando se atropelló a cuatro y cinco linces, respectivamente. Y en 2011 fueron nueve las víctimas de la carretera (aunque las cifras oficiales dijeran siete), lo que venía anunciando un sangriento cambio de tendencia. 22 linces ibéricos muertos por atropello en dos años, en una población total que ronda los 300 ejemplares es un dato que merece una reflexión, ya que se trata de una especie en peligro crítico de extinción en la que se gastan millones de euros que no debería diezmarse por una causa evitable.
Más aún cuando son los propios datos los que señalan claramente los puntos negros que golpean a los linces. Como se observa en el mapa, cuando geolocalizamos los atropellos sucedidos desde 2010 resaltan varias vías en las que se repite la tragedia una y otra vez. En concreto, cuatro tramos de asfalto que apenas suman un puñado de kilómetros pero que concentran 16 de los últimos 31 accidentes mortales, más de la mitad. De oeste a este: la onubense N-422 junto a Doñana (tres atropellos); la sevillana A-481, junto a la población de linces de Aljarafe (cinco atropellos); la cordobesa A-421, en la zona de reintroducción de Guadalmellato (cuatro atropellos); y la autovía A-4, a las faldas de Sierra Morena (cuatro atropellos).
"Es un número muy importante, muy por encima de lo normal", reconoce Miguel Ángel Simón, director del proyecto LIFE-Lince, al cotejar los datos de atropellos de este año recogidos por Materia. Simón se encuentra estos días preparando el informe de 2013 del censo de poblaciones de linces y aunque no tenía aún presente el número de atropellos todo indica que este mal dato se sumará a otros factores -como la falta de conejo- para provocar una caída en la población global de lince ibérico. Entre 2002 y 2012, el número de animales creció de forma más o menos sostenida hasta el año pasado, en que se censaron 305 ejemplares, siete menos que en 2011. Un mal dato de este año podría confirmar el frenazo en la progresión de una de las joyas de la corona de la conservación en Europa.
En cuanto a las carreteras, la responsabilidad es tan evidente como las marcas que se agrupan en el mapa. Hace algo más de dos semanas, la Junta de Andalucía y el Ministerio de Fomento, en colaboración con la organización WWF establecieron una serie de actuaciones directas sobre estas carreteras, que en muchos casos se han convertido en un coladero para los linces del proyecto LIFE-Lince. Los tramos en los que se intervendrá -que aparecen señalados en el mapa según la administración encargada- cuentan por primera vez con la colaboración del Ministerio de Fomento, ya que hasta ahora el problema parecía ser únicamente competencia andaluza.
"Por fin hemos conseguido que Fomento se suba al carro", celebra el responsable de WWF en el proyecto LIFE de recuperación del lince, Ramón Pérez de Ayala. Hasta hace bien poco, casi todos los atropellos se producían en las carreteras del entorno de Doñana en las que poco tenía que decir Fomento, al ser de titularidad regional. Pero el problema ha ido creciendo junto al tamaño de las poblaciones de linces y se ha desbordado hacia carreteras de mayor importancia, como la autovía A-4 y la N-422, que dependen del Ministerio. Los tramos señalados son las intervenciones "más urgentes que se van a realizar en los puntos donde se concentran los atropellos y que comenzarán a realizarse en los próximos meses", según explica la Junta a esta redacción.
Carreteras abandonadas
Desde Fomento se habla de "coordinar acciones en zonas sensibles que se han podido identificar", aunque según el plan que manejan en Sevilla su labor estaría bien delimitada: limpieza de cauces para el paso de la fauna y reparación de mallas perimetrales de la autovía A-4 y desbroce de márgenes y señalización de peligro de atropellos y reducción de velocidad en la N-442.
Muchas de estas importantes carreteras están valladas para evitar que linces y otros animales, como jabalíes y ciervos, crucen sobre el asfalto provocando su muerte y un grave accidente que también puede provocar lesiones en las personas. Pero no se trata únicamente de poner puertas al campo, sino de hacer bien: hasta hace poco las alambradas no se enterraban y los linces las evitaban excavando. "Buena parte de este vallado se encuentra en los pasos auxiliares de las carreteras y tienen agujeros gigantescos", denuncia Pérez de Ayala, quien critica el abandono de muchos tramos.
Además, a los animales se les ofrece una vía de paso por encima o por debajo de la calzada. Los carísimos pasos elevados no son la única alternativa, ya que hay numerosos pasos de agua inferiores, pasos auxiliares por los que el felino amenazado podría discurrir sino fuera por su lamentable abandono, que impide cruzarlos, según denuncia WWF. Lo cierto es que uno de los objetivos del plan de recuperación es mantener los atropellos por debajo de un 3% del total de la población y los datos de 2013 se elevan hacia el 5%.
Pero más allá de las acciones directas en las carreteras, cabe preguntarse qué está ocurriendo para que se dé este notable aumento de atropellos. En algunos aspectos, la teoría se contradice con los datos recogidos (ver tabla). Por ejemplo, lo normal es que el grueso de los animales encontrados en carretera fueran ejemplares jóvenes o subadultos: los linces, muy territoriales, provocan la dispersión de los más jóvenes que se ven obligados a buscar un nuevo hogar. Sin embargo, seis de los 13 atropellados este año son ejemplares adultos (y hay tres con edad sin definir).
También es lógico que el mayor número de accidentes en carretera tengan lugar alrededor de diciembre y enero, que es cuando los linces entran en celo y expulsan a los posibles competidores de su área de influencia. En cambio, en las últimas temporadas se han producido numerosos atropellos en primavera y verano. El fenómeno que se ha observado es que antes los accidentes se daban únicamente en el entorno de Doñana (Huelva y Sevilla) y ahora el problema se ha desplazado a las poblaciones emergentes de Sierra Morena, Guadalmellato y Guarrizas (Córdoba y Jaén).
"Tenemos dos problemas: la escasez de conejos y el aumento del número de linces, que más que un problema es una bendición", resume Miguel Ángel Simón. En sólo una década se han triplicado los 95 ejemplares que se censaron en 2002 (PDF). Se han comenzado a repoblar nuevas áreas de introducción y las zonas tradicionales florecen: Doñana pasó de 41 a 84 linces en estos diez años. "Por ejemplo, la zona del Aljarafe es un núcleo magnífico de animales que se encuentra en medio de un nudo tremendo de carreteras, al lado de todas las ciudades dormitorio de Sevilla", explica Simón.
En la zona del Aljarafe está la carretera A-481, que discurre junto a un arroyo natural, y en el que los linces caen como moscas bajo las ruedas de los coches: nada menos que cinco animales muertos desde 2010 en una decena de kilómetros (ver mapa). Algo parecido sucede en las zonas repobladas de Sierra Morena, en el entorno de la localidad jienense de Andújar han muerto cuatro linces en dos años: un tramo de diez kilómetros de la concurrida autovía de Sevilla se ha convertido en una trampa mortal.
La culpa es del conejo, más bien de su escasez. Una nueva enfermedad, un virus que ha mutado y que desangra a la principal fuente de alimento del lince, provoca que este se mueva a buscar comida más allá de su territorio. "El conejo está en el centro de todo", indica Simón, "cuanto menos alimento, más se mueven buscándolo".
El presidente del Consejo de Doñana, Miguel Delibes de Castro, trata de ponerle sosiego a las cifras. "Antes no veías una nutria atropellada, porque no había casi, y ahora los ves a cientos", razona Delibes, miembro del Consejo Editorial de Materia. Y añade: "Estas cifras eran impensables porque no había tantos linces y menos cerca de las carreteras; ahora son muchos". "El mayor riesgo es que la mala imagen de los atropellos asuste a los políticos y quieran desligarse del proyecto", concluye el biólogo.
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