Sucesos
«Mi padre intentó matar a mi madre, la metió a rastras en el coche»
Dos menores supervivientes de violencia de género narran este horror. Este año, 40 niños se han quedado huérfanos
Tiene 18 años. «Desde que tengo recuerdos sé que sufrí malos tratos y abusos por parte de mi padre». Cada día «discutían por mí». Pero hace tres años, «cuando volvía del instituto, me encontré a mi madre tirada en el suelo, rodeada de policías, con el ojo morado y una uña levantada». Ese día marcó el fin de la violencia en su casa, aunque fue ella la que tuvo que convencer a su madre para que denunciara, para que no volviera jamás con él. «La puse delante del espejo y le dije: ‘‘Si la cara que tienes ahora fuera la mía, ¿me dejarías seguir con él?’’». Su valentía le ha ayudado a contar a cada juez, a cada psicólogo, a cada trabajador social que se lo exigía su testimonio, sin embargo prefiere que su nombre permanezca en el anonimato. Quiere terminar sus estudios de Bachillerato artístico sin que sus compañeros la miren diferente, prefiere un nombre falso, «el mío me gusta demasiado». Será Victoria. Ella sabe que sin el empujón que le dio a su madre, podría haber formado parte de la negra lista de víctimas mortales de violencia de género. De acuerdo con la que elabora el Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad, en estos doce meses, 40 niños se han quedado huérfanos porque sus madres han fallecido a manos de sus matratadores. Dos de ellas son las hijas de Ana Aibar, que el lunes presenciaron como su padre, Raúl, la disparó y las dejó sin madre.
«Un día –recuerda Victoria– mi padre estaba especialmente enfurecido y rompió la puerta del trastero de un puñetazo. Se acercó a mi madre y le dijo: ‘‘Que sepas que la he roto por no partirte la cara a ti’’. Así era nuestro día a día». Durante esos años, y aún hoy, «tenía miedo a ducharme sola por si aparecía detrás de la cortina, cualquier ruidito me daba miedo...». Fue una asociación, Afavir, que atiende a víctimas de violencia, uno de sus principales apoyos para recuperarse, además de la terapia psicológica. «El 18 tengo la última sesión, aunque de lo que he vivido no se recupera nadie». Eso mismo opina Montserrat Plaza, psicóloga clínica y fundadora de la Fundación Conexus ,que tratan con madres e hijos que han sufrido violencia de género: «Esta situación puede crear un trauma de por vida porque la violencia afecta desde el inicio». Es más, afecta «al desarrollo integral del niño, a su conducta, a su rendimiento académico porque normalizan la violencia». Victoria lo sabe bien porque «llevo un año yendo al juzgado y he perdido un curso». Ahora, tanto ella como su madre luchan por quitarle a su padre la patria potestad de su hermana pequeña. «Ella se porta mal cada vez que vuelve a casa de estar con la familia de mi padre. Sabemos que malmeten contra mi madre y contra mí».
«Yo perdí la infancia». Así de rotundo se manifiesta José, voluntario de Ve-la luz, asociación gallega para la defensa de mujeres y niños y niñas supervivientes de la violencia de género. Pocas personas pueden ayudar a las víctimas mejor que él. No sólo sufrió en primera persona los malos tratos que recibía su madre; también los padeció en sus propias carnes. José relata que todo sucedió a finales de la década de los setenta, una época muy distinta a la actual. No había concienciación sobre el problema, ni en la sociedad ni en los juzgados. «Se solucionaba con una separación, un divorcio y ya está», dice. Mientras, tanto él como sus hermanos padecían en silencio. Eran una familia de un buen nivel económico. Su padre era militar y estudió Derecho. Iban a buenos colegios. De puertas para dentro, el hogar vivía un infierno. Cuenta que su padre tenía una amante y, además, no estaba bien de la cabeza. «Mi padre intentó matar a mi madre, la golpeaba, la intentó secuestrar metiéndola a rastras en un coche... Mientras, a mí me daba latigazos con el cinturón, eran unas broncas enormes... Pero tenías que tragarte las lágrimas». Tras consumarse la separación, y con apenas 15 años, José se puso a trabajar para sacar adelante a su familia.
Hoy en día, y afortunadamente, José, que ha superado los 40 años, puede seguir disfrutando de la presencia de su madre. Su padre nunca puso un pie en la cárcel y, además, consiguió rehacer su vida. Pero, ¿es posible superar algo así? «Los daños se te quedan de por vida», reconoce. De hecho, las secuelas comenzaron cuando cumplió los 30. «Tenía problemas de sueño, no podía dormir por las noches. Fui al psicólogo y, entonces, me vino todo. No fui consciente hasta ese momento: “¿Tú no sabías que tu padre te hizo ésto?’’, me decía». La hipnosis fue clave para sacar a flote unos recuerdos que permanecían reprimidos. Aunque a día de hoy las mujeres tengan más medios para protegerse de sus agresores, lo cierto es que ha podido constatar que, a día de hoy, «situaciones como éstas se siguen produciendo. Sobre todo en los pueblos pequeños».
La hija de la víctima de Valladolid, con la familia
La Fiscalía, con la colaboración de los Servicios Sociales, investiga actualmente la situación de la hija de la mujer asesinada en Valladolid junto a su pareja a manos presuntamente del padre de la menor para determinar el mejor entorno para la pequeña, que actualmente se encuentra en el ámbito familiar. Así lo avanzó la consejera de Familia y Servicios Sociales, Milagros Marcos, quien condenó cualquier acto violento. Marcos explicó que actualmente la pequeña de cuatro años se encuentra custodiada por su ámbito familiar, aunque no ha querido precisar más detalles para salvaguardar a la menor. La Fiscalía está llevando a cabo una investigación para dilucidar si es necesario que la Administración intervenga para garantizar el bienestar de la niña de cuatro años, quien «debe tener plenas garantías de seguridad». Del mismo modo, el Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Valladolid decretó ayer prisión provisional, comunicada y sin fianza para el padre de la menor. Le ha suspendido el ejercicio de la patria potestad y guardia y custodia de la niña de cuatro años.
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