La opinión de Marina Castaño
La monarquía y el pueblo
Da mucha envidia, a quienes consideramos que la tradición es una joya digna de ser conservada con el paso de los siglos, ver a la Familia Real británica posando en el balcón de Buckingham
Da mucha envidia, a quienes consideramos que la tradición es una joya digna de ser conservada con el paso de los siglos, ver a la Familia Real británica posando en el balcón de Buckingham en el día del cumpleaños del rey, que este año despertó gran expectación por la vuelta a la vida oficial de la princesa de Gales. Ya sé que las comparaciones son siempre complicadas, pero en nuestro país se conmemoraban casi al mismo tiempo los diez años de reinado de Felipe VI, y como si nada.
Algunos periódicos dedicaron varias páginas desgranando un poco esta efeméride, pero actos oficiales, ni medio. Ni mucho menos apariciones en uno de los balcones de esa joya de nuestro patrimonio arquitectónico que es el Palacio Real de Madrid, que aprecian más los visitantes extranjeros que los propios cazurros nacionales y que incluso denuestan las clases izquierdosas, que se divierten manifestándose con la bandera tricolor pidiendo el final de una institución que tanto trabajo costó restaurar y que tanto armonizó nuestra convivencia en tiempos en que había dudas de si se produciría un baño de sangre con el final del anterior régimen.
En la última década se han reducido casi a la nada los miembros en activo de los representantes reales, siendo el monarca y su consorte los que asumen toda la imagen y, vagamente o puntualmente la Reina Sofía. La Princesa anda en el «training» que la llevará en un futuro a ocupar el trono y su hermana, la Infanta Sofía, muy oscurecida también como sus tías Elena y Cristina, pero con la justificación lógica de los estudios, la preparación y la formación que el día de mañana la llevarán a ocupar un puesto de trabajo y también, se supone, algún que otro deber institucional, si bien al paso que vamos, ya veremos qué se le asigna, porque la fotografía actual resulta un poco desangelada apareciendo tan solo el matrimonio huérfano de arropamiento familiar.
Buena diferencia con Carlos III, acompañado al menos de dos de sus hermanos, cuñada, hijo, nuera y nietos. O sea, como aquí en otro tiempo.
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