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No comprendemos ni «El Quijote»
Cervantes se lamentaría si supiera que el 66 por ciento de los españoles se pierde leyendo «El Quijote», por mucho que sea una de las obras maestras de la literatura universal, o le cuesta mucho extraer conclusiones de cualquier otro texto de cierta profundidad y riqueza. Y no sólo eso, el 71 por ciento de los españoles tiene dificultades para discernir en todos los casos si es más ventajosa una oferta de un tres por dos de un supermercado o la compra de un producto suelto de otra marca, para distinguir entre varios paquetes turísticos y para elegir el más económico, entender el gráfico del recibo de la luz, e incluso para encadenar cálculos aritméticos de forma correcta para hallar el precio final de la compra.
La conclusión es parte de la fotografía fija que ha hecho la OCDE del nivel de comprensión lectora y matemática de 157.000 adultos de 23 países con edades entre los 16 y los 65 años. En España, participaron 6.055 personas en lo que se llama el Programa Internacional para la Evaluación de la Competencia de Adultos (Piacc), lo equivalente a un Pisa (que se hace a los niños de 15 años), pero de adultos.
Nunca hasta ahora se había medido la competencia lectora y matemática que tienen los ciudadanos españoles adultos, es decir la capacidad que tienen para aplicar en la vida cotidiana lo que han aprendido. Los resultados no pueden ser más desalentadores. Literalmente, junto con Italia, somos los últimos de la clase en matemáticas y los penúltimos en comprensión lectora. Es decir, de un ránking de 23 países ocupamos el puesto 22 y 23 respectivamente.
En una escala de uno a cinco, el 66 por ciento de los españoles está entre el nivel 1, menos 1 y 2 en lectura (nivel medio- bajo), frente al 51% de los ciudadanos de la Unión Europea y el 49 por ciento de los países de la OCDE que están a esa misma altura. En rendimiento matemático, en el nivel uno, dos o inferior a uno se encuentra el 71 por ciento, frente al 53% de la Unión Europea y el 52% de la OCDE.
En España, la proporción de adultos en el nivel 4-5, el de los mejores, es muy baja: un cinco por ciento en comprensión lectora y un 4 por ciento en matemáticas.
Los mejor parados en la clasificación son Japón, Finlandia, Países Bajos, Australia, Suecia y Noruega.
Una visión más optimista de los datos es la que aporta Julio Carabaña, catedrático de Sociología de la Educación de la Universidad Complutense, quien no considera que los datos sean tan negativos para España. «Simplemente estamos un poco por debajo de EE UU y más o menos como Italia. ¿Por qué estamos los últimos? Porque han participado los mejores. Podríamos decir que estamos los últimos de la élite mundial, a la misma altura incluso que los ingleses». Carabaña asegura que «aunque parezca mentira, las puntuaciones dependen sólo un poco de la escuela, pero sobre todo, de la experiencia personal de cada uno en la casa y en el trabajo. En nuestro país hay muchos trabajadores manuales que no usan tanto esta clase de competencias lectoras y matemática, como pudieran hacerlo los oficinistas», añade.
Otro punto a tener en cuenta, en su opinión, es que «los resultados nada tienen que ver con la calidad de la escuela. Si nos comparamos los jóvenes de otros países, los españoles están más cerca de los de EE UU, Francia o Alemania que los españoles de mayor edad con los de otros países por la sencilla razón que hace años eran muchos los que no iban a la escuela, entre ellas mujeres, que no acababan la Primaria. Hay menos desigualdad entre los jóvenes nuestros que entre los mayores, entre los que hay muchos analfabetos. Los resultados nada tienen que ver con las reformas educativas, que no tienen efecto en este tipo de pruebas». Una opinión que no comparte la secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, quien considera que las leyes socialistas que han estado vigentes en nuestro país han tenido un efecto negativo. Ayer recalcó que el Piacc ha evaluado mayoritariamente a los españoles que estudiaron en torno al periodo comprendido entre 1956 y 2000, un espacio de tiempo que está caracterizado por dos grandes leyes educativas: La primera, la Ley General de Educación, de 1970, y la segunda es la LOGSE, aprobada en 1990 y que ha llegado hasta nuestros días con algunos retoques convertida en lo que hoy conocemos como LOE. Ambas fueron aprobadas por gobiernos socialistas.
Según Educación, los mayores avances se ha n producido entre los españoles que estudiaron en los años setenta, pero a partir de los noventa, «el avance educativo se estanca para quienes estudiaron tras la entrada en vigor de la Logse. Con esta norma se produce un cambio de tendencia:apenas si se avanza en competencia lectora y en competencia matemática».
Lo que no deja de resultar dramático, según han puesto de manifiesto representantes de la OCDE, es que en algunos países, los titulados en Bachillerato y Formación Profesional de grado medio obtienen mejores resultados en comprensión lectora y matemáticas que los universitarios españoles. Así ocurre entre los titulados de Bachillerato y FP de Grado Medio de Países Bajos, Japón, Suecia, Austria, Eslovaquia y Dinamarca.
Si hablamos de sexos, el «examen» realizado por la OCDE pone de manifiesto que los hombres, por regla general, obtienen mejores resultados que las mujeres, aunque también tiene que ver el hecho de que las mujeres antes tenían un menor acceso a la educación.
Lo cierto es que tener mayores competencias repercute positivamente a nivel laboral e incluso de salud. En los países de la OCDE existe una clara correlación entre el nivel de salario de las personas que participaron en la prueba. Lo cierto es que, según el estudio, «tener una formación ajustada al puesto de trabajo contribuye a lograr mejores puntuaciones. También los trabajadores indefinidos logran mejores puntuaciónes en compresión lectora y matemática que los temporales». No obstante, el informe concluye que «es necesario un gran esfuerzo de los poderes públicos y de la sociedad para mejorar las competencias de los jóvenes y de los adultos, además de la formación continua», un asunto sobre el que alertó ayer la secretaria de Estado de Educación.
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