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«Nos sentimos seguros. Teresa nos está ayudando»
No les gustan las cámaras, ni están acostumbrados a ser el foco de atención. «¡Que se ponga Marta, que ella sale muy bien!». Ya llevan una hora de entrevistas y Fernando de la Calle, uno de los cuatro médicos que atienden a Teresa Romero, intenta evitar una nueva ronda de preguntas.
No les gustan las cámaras, ni están acostumbrados a ser el foco de atención. «¡Que se ponga Marta, que ella sale muy bien!». Ya llevan una hora de entrevistas y Fernando de la Calle, uno de los cuatro médicos que atienden a Teresa Romero, intenta evitar una nueva ronda de preguntas. Pero somos muchos y no hay opción. «No van a hablar del parte de Teresa», nos advierten, pero no pueden evitar que su nombre salga durante la conversación. «Es una valiente. Teresa es una profesional que se ofreció voluntaria para tratar al primer paciente con ébola que llegaba a Europa. Está claro que el que se implica es el que más posibilidades tiene de sufrir un percance», afirma De la Calle. Él, junto a Mar Laso, Marta Arsuaga y Germán Ramírez, completan el equipo médico de Medicina Tropical del Hospital Universitario La Paz-Carlos III. Son un equipo joven que se ha especializado a marchas forzadas. «No teníamos experiencia ni aquí ni en ningún otro país de Europa. Con Miguel aprendimos sobre nosotros mismos. La profesión sanitaria es una continua evolución; aunque ojalá no hubiera tenido que llegar Teresa, la valiente», apunta el especialista. Saben que están en el punto de mira, que lo que digan ellos va a misa y al ser preguntada sobre los posibles cambios en los protocolos a raíz del caso de la auxiliar insiste: «El traje sigue siendo el mismo porque es el adecuado, así nos lo ha confirmado el ECDC. Estamos muy tranquilos, aunque es cierto que puede que ahora estemos más atentos cuando nos tomamos las temperaturas en casa». Marta Arsuaga, con rostro algo más cansado, lo reafirma: «Ahora tenemos algo más de estrés, pero me siento segura. Sabemos que los accidentes ocurren, pero si pensara que el equipo no funciona no entraría en la habitación».
Los cuatro especialistas en enfermedades tropicales trabajan en turnos repartidos. «Tengo que subir a planta», le comenta la joven a otro periodista que intenta sacarle más declaraciones. «Cada uno hacemos 24 horas de guardia y contamos con el apoyo de profesionales de medicina intensiva», explica De la Calle. A ellos se suma un equipo de enfermeras y auxiliares que se reparten en tres turnos. «Son los que más expuestas están porque ponen vías, toman la temperatura y recogen los desechos. Su labor es fundamental».
Lo que sí reconocen es que «lo de Teresa ha servido para maximizar la alerta», aunque ella no les ha vuelto a hablar de cómo pudo contagiarse. «Lo que nos dijo se tanteó por la tranquilidad del equipo y de la opinión pública». Son ellos los que limitan las especulaciones de la última semana: «Siempre se ha supervisado la colocación del traje. Miramos si nos hemos podido hacer algún rasguño. Nadie debe ayudarte a quitarte el equipo y si nos cayera algún fluido contamos con el líquido para rociarnos antes de retirarlo», recalca el médico. «El quid de la cuestión está en quitártelo. Es cierto que quieres hacerlo lo antes posible, pero sabes que dentro de esa habitación todo va más lento», afirma Arsuaga. ¿Cómo está Teresa? Insistimos. «Emocionalmente quiere pasar la enfermedad. Es la mejor paciente. Nos habla. ‘‘No toques eso’’, dice». La doctora saca una sonrisa. «Está pendiente del tiempo que pasamos dentro y nos lo recuerda. ‘‘Sal ya’’», comenta De la Calle.
El trabajo de los que podrían convertirse en «los héroes de Teresa» no es sólo clínico. «Estamos aprendiendo mucho desde el punto de vista científico porque nuestro día a día también incluye teleconferencias con la OMS (Organización Mundial de la Salud), con otros países donde también hay infectados y también contamos con la experiencia de personas que trabajan sobre el terreno», sostiene el médico. Pero tiene claro que lo que se vive en África no tiene nada que ver con lo suyo. Allí, «no pueden poner vías porque están desbordados y si no vigilan al paciente, se desangran». Tampoco cuentan con los tratamientos experimentales con los que cuenta el Carlos III, aunque aún no saben cuáles pueden ser las consecuencias de éstos. «Es tan simple como contar o no con suero. Cuando nos visitaron Paciencia y Juliana nos dijeron que allí sobrevivían con una botellita de agua». La lucha de los cuatro especialistas se aúna en un único deseo: «Sólo espero poder abrazar a Teresa», remata Arsuaga.
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