No a más guerras

El Papa exige que "se conozcan los intereses que mueven los hilos de las guerras"

En la bendición Urbi et Orbi de Navidad, el Papa va más allá de pedir la paz y pide "que se hable de los fondos públicos para armamento"

Desde la logia central de la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco ha lanzado esta mañana un grito renovado por la paz y de denuncia hacia quienes la quebrantan, con la vista puesta especialmente en Gaza y Tierra Santa. Si cada vez que tiene oportunidad en estos últimos meses, de manera informal ha alzado la voz contra la industria armamentística, ayer oficializó su protesta en su discurso en el marco de la bendición Urbi et Urbi. El obispo de Roma ha apuntado de manera directa a los gobiernos de los países de ser responsables de actual violencia global e invitó a la ciudadanía a desenmascarar esta lacra: "La gente, que no quiere armas sino pan, que le cuesta seguir adelante y pide paz, ignora cuántos fondos públicos se destinan a los armamentos. ¡Y, sin embargo, deberían saberlo!".

"Que se hable sobre esto, que se escriba sobre esto, para que se conozcan los intereses y los beneficios que mueven los hilos de las guerras", ha provocado el pontífice a quienes seguían sus palabras desde la Plaza de San Pedro, pero también por televisión.

Este fue el clímax en fondo y forma de su provocador mensaje navideño, en el que no rebajó el tono en una alocución en la que los pontífices radiografían las principales heridas abiertas en el mundo para ejercer de voz de conciencia de la humanidad en nombre del "Príncipe de la paz", tal y como denominó el profeta Isaías al Emmanuel que el Pueblo de Israel esperaba. "Decir ‘sí’ al Príncipe de la paz significa decir ‘no’ a la guerra, a toda guerra, a la misma lógica de la guerra, un viaje sin meta, una derrota sin vencedores, una locura sin excusas», ha sentenciado, con un añadido: "Para decir ‘no’ a la guerra es necesario decir ‘no’ a las armas".

A escondidas

"¿Cómo se puede hablar de paz si la producción, la venta y el comercio de armas aumentan?", ha criticado abiertamente. Así, dejó caer cómo "las intrigas del mal, que se oponen a la luz divina, se mueven a la sombra de la hipocresía y del ocultamiento". Su reflexión la completó lamentando "cuántas masacres debidas a las armas ocurren en un silencio ensordecedor, a escondidas de todos".

Y si en otras ocasiones Jorge Mario Bergoglio se permitía una primera reflexión sobre el sentido de estos días relevantes para los católicos, esta vez ha arrancado su alocución sin circunloquios, poniendo la mirada en la tierra donde nació Jesús: "La mirada y el corazón de los cristianos de todo el mundo se dirigen hacia Belén. Allí, donde en estos días reinan dolor y silencio, resonó el anuncio esperado durante siglos: 'Les ha nacido un Salvador'.

"Que llegue en Israel y Palestina, donde la guerra sacude la vida de esas poblaciones; abrazo a ambas, en particular a las comunidades cristianas de Gaza y de toda Tierra Santa", ha expuesto para referirse a la crisis abierta en la región donde la Iglesia ha condenado tanto el acto terrorista de Hamás como la respuesta israelí. Por eso no resulta baladí que subrayara que "llevo en el corazón el dolor por las víctimas del execrable ataque del pasado 7 de octubre y renuevo un llamamiento apremiante para la liberación de quienes aún están retenidos como rehenes".

Y justo después ha añadido la mirada del otro bando: "Suplico que cesen las operaciones militares, con sus dramáticas consecuencias de víctimas civiles inocentes, y que se remedie la desesperada situación humanitaria, permitiendo la llegada de ayuda". Este ten con ten lo recondujo en su discurso a un llamamiento para encontrar una solución dialogada que, para la Santa Sede, al igual que para Naciones Unidas, pasa por la creación de dos Estados: "Que no se siga alimentando la violencia y el odio, sino que se encuentre una solución a la cuestión palestina, por medio de un diálogo sincero y perseverante entre las partes, sostenido por una fuerte voluntad política y el apoyo de la comunidad internacional".

En relación a la guerra de Ucrania, cuando están a punto de cumplirse los dos años de la invasión rusa, el Papa ha expresado: "Con los ojos fijos en el Niño Jesús imploro la paz". "Renovemos nuestra cercanía espiritual y humana a su martirizado pueblo, para que a través del sostén de cada uno de nosotros sienta el amor de Dios en lo concreto", ha añadido.

Engranaje diplomático

Lo cierto es que en sus diez años de pontificado, Francisco ha reforzado todo el engranaje diplomático vaticano para que la Iglesia ejerza de mediadora activa ante las principales tragedias humanitarias del planeta. Para ello, no solo ha dinamizado a la Secretaría de Estado y a las nunciaturas, que configuran la red diplomática más eficaz en resolución de conflictos, sino que ha añadido su impronta personal. Esa que le lleva a Jorge Mario Bergolio, lo mismo a plantarse en la embajada de la Federación Rusa ante la Santa Sede que levantar el teléfono para pedir ayuda al presidente de un país para que rebaje la tensión, sea en Ucrania o Gaza.

En el conflicto europeo que parece enquistado, Francisco activó lo que él mismo denomina como «ofensiva de paz» y está detrás de la presión al presidente Putin para que los niños robados por su Ejército sean devueltos a sus familias. En el caso de Tierra Santa, mantiene una conversación telefónica prácticamente todos los días con el único párroco de Gaza, el argentino Gabriel Romanelli, que comparte con él cual es de verdad la crisis humanitaria que padece la población en la Franja.

En el plano más espiritual de su discurso navideño, Francisco ha explicado que la "gran alegría" del nacimiento de Jesús "que cambia el curso de la Historia" no es "la felicidad pasajera del mundo, ni la alegría de la diversión". "Es la alegría que consuela el corazón, que renueva la esperanza y da la paz; es la alegría del Espíritu Santo, la alegría de ser hijos amados", ha aclarado. Por ello, subrayó una vez más que "hoy en Belén se ha encendido una llama inextinguible; en medio de la oscuridad del mundo, hoy prevalece la luz de Dios".

En sus palabras finales, además de invitar a toda la Iglesia a preparar el Jubileo de 2025 que convocó Juan Pablo II, Francisco a cerrado su bendición como la abrió, con su relato antibelicista: "Que este periodo de preparación sea ocasión para convertir el corazón; para decir ‘no’ a la guerra y ‘sí’ a la paz; para responder con alegría a la invitación del Señor que nos llama a esta misión pacificadora".