Religión

José Cobo, un arzobispo al «auxilio» de Madrid

Abogado de 57 años, el nuevo pastor de la capital española ha sido elegido con la supervisión directa de Francisco con el encargo de renovar la Iglesia española

José Cobo
MADRID.-José Cobo, nuevo arzobispo de Madrid en sustitución de OsoroJesús G. FeriaFotógrafos

Ya podemos contar el secreto a voces. Me presento ante vosotros y ante la diócesis con cierto vértigo, también con responsabilidad ante Dios, a la Iglesia, al Santo Padre, que me confía este servicio». Éstas han sido las primeras palabras que ha pronunciado el nuevo arzobispo de Madrid, José Cobo Cano, hasta ahora obispo auxiliar de la capital, después de que la Santa Sede comunicara oficialmente su nombramiento por parte de Francisco. Su elección, supervisada directamente por el pontífice, como sucede con todas las grandes urbes del planeta, se le comunicó hace casi un mes. La filtración casi inmediata de su designación mientras obligaba a Cobo al sigilo mientras ponía cara de póker a quienes le felicitaban por su ascenso.

«Uno conoce Madrid y el vértigo nos pone al límite», compartía ya con el secreto pontificio expirado. Tanto como para que su primer pensamiento cuando el nuncio le comunicó la voluntad del pontífice fuera «salir corriendo». A partir de ahí, «hice un proceso de acogida y discernimiento, para rezarlo y ponerlo delante de Dios».

Madrid estrena pastor con 57 años. «Soy pequeño, no solo de estatura, sino por mis pobrezas, pero confío en que no estoy solo», bromea. Nacido en la localidad jienense de Sabiote, llegó como niño a la Villa y Corte, donde se ha criado y ha forjado su vocación. Aunque en un vistazo a un perfil de Wikipedia se podría hablar de un prelado con poco recorrido al pasar de obispo auxiliar a arzobispo, un mero rastreo por su labor como párroco, su pericia como vicario y, sobre todo, los entuertos que ha tenido que resolver y los proyectos que ha puesto en marcha como mano derecha de Osoro hablan de una capacidad de gestión y pericia propia de un hombre que entró en el seminario después de terminar la carrera de Derecho. O lo que es lo mismo, con una experiencia civil previa que le vacuna de parte del clericalismo reinante en no pocas mitras.

Curtido ya antes de ser cura como voluntario de la pastoral penitenciaria y de Cáritas, en 1998, el mismo año que remató su carrera, ingresó en el seminario de Madrid. Sacerdote desde 1994, fue vicario parroquial de la iglesia de San Leopoldo y, después, párroco de San Alfonso María de Ligorio y arcipreste de Nuestra Señora del Pilar. Sabe lo que cuesta llenar el cepillo en una misa de doce, hacerse con la complicidad de las familias de catequesis de primera comunión y organizar un campamento con jóvenes. Pero, sobre todo, sabe moverse como pocos en la pastoral social, un extremo que hay quien utiliza como un dardo para menospreciarle por no tener un doctorado en derecho canónico o teología moral.

«No me ha dado tiempo a otra cosa en esta vida que ser cura. Cuando te entregas por entero a una parroquia no sales de ella ni te da tiempo ni para estudiar otra carrera o hacerte un master», comparte con LA RAZÓN. Con la misma soltura responde a la etiqueta de «progre» que se le endosa: «En la Iglesia, por encima de las etiquetas políticas de ‘progres’, ‘carcas’, no sé qué, tenemos una identidad que nos da la fe». Eso sí, no se demarca un ápice de aquel que le ha elegido para su nueva misión. «Soy de Francisco, pero cuando estaba Benedicto, yo era de Benedicto y también cuando estaba con Juan Pablo II».

Operativo en su ser y hacer, Osoro apostó por él como vicario episcopal de la Vicaría II –la zona nordeste de la ciudad–, miembro del Consejo presbiteral y del Consejo diocesano de pastoral. Cobo supo corresponder con la confianza depositada, lo que revertió en ser nombrado obispo auxiliar en diciembre de 2017. Y salió al auxilio de no pocos entuertos. Ahora, como arzobispo, se le augura un pontificado largo, en tanto que le quedan unas dos décadas para una futurible jubilación. Tiempo no solo para guiar a la Iglesia madrileña, sino también para pilotar, antes o después la Iglesia española, como lo hicieran Tarancón o Rouco. Cobo bromea sobre lo que viene. «Mira lo que le pasó al primer obispo de Madrid. Duró un año y era más joven que yo…», deja caer refiriéndose a Narciso Martínez Izquierdo, asesinado en 1886 por los disparos de un sacerdote en desacuerdo con sus reformas.

De momento, se queda sin vacaciones. No solo porque vaya a participar en la Jornada Mundial de la Juventud, con los más de 6.000 jóvenes que irán de Madrid y que se unirán al millón largo de peregrinos que se espera en Lisboa en torno a Francisco. En cuanto se celebre la eucaristía de inicio de su ministerio en la catedral de la Almudena el 8 de julio, convocará a todos aquellos con responsabilidad en la diócesis. Se reunirá con ellos uno a uno y constituirá unos equipos de trabajo para que el 1 de septiembre ya esté en marcha un renovado engranaje en la Iglesia madrileña.

Frente a un llegado de fuera que tendría que rastrear durante un año la capital y sus alrededores para saber con qué fichas contar y hacia donde virar, Cobo ya se tiene pateada cada parroquia, cada congregación y cada movimiento, sabe de qué pie cojean los suyos y dónde hay que apostar para aterrizar el magisterio de Francisco. El nuevo arzobispo de Madrid llega con el DAFO hecho y la piel curtida en no pocas batallas. A él se le debe el copyright y la materialización de las iniciativas más innovadoras de la era Osoro, como la Mesa de la Hospitalidad para acompañar a migrantes, y Repara, el proyecto de referencia de acogida a víctimas de abusos sexuales en la Iglesia. Sobre este futuro más inmediato, Cobo adelantó que toma «el tren del Concilio Vaticano II» con la mirada puesta «en ‘Evangelii Gaudium’», la encíclica programática de Francisco que sustenta la reforma papal.