La opinión de Antonio Pelayo

El Papa y la tortura

«La tortura de los prisioneros es algo malísimo, no es humano", dijo el Papa durante su audiencia general

Ciudad del Vaticano (Santa Sede), 27/03/2024.- El Papa Francisco a su llegada para a la audiencia general semanal en la sala de Audiencias de la Ciudad del Vaticano, este miércoles. EFE/ Alessandro Di Meo
El Papa Francisco encabeza su audiencia general semanal en el VaticanoALESSANDRO DI MEOAgencia EFE

El miércoles, al final de la audiencia general Francisco condenó una vez más el uso de la tortura. Estas fueron sus palabras: «La tortura de los prisioneros es algo malísimo, no es humano. Pensamos en tantas torturas que hieren la dignidad de la persona y en tantos torturados. El Señor ayude a todos y los bendiga». Antes se había referido a las poblaciones en guerra: Tierra Santa, Palestina, Israel y la martirizada Ucrania. «Pensamos en los prisioneros de guerra –añadió–. Que el Señor mueva la voluntad de liberarlos a todos». No quiso ser más preciso pero cabe suponer que estaba pensando en los soldados hechos prisioneros por Rusia y Ucrania, y en los rehenes detenidos por Hamás.

Pero no es ni mucho menos la primera vez que el Papa argentino hace una explícita condena de la tortura. En junio del 2023 en un video afirmó que «la tortura no es una historia de ayer. ¿Cómo es posible que la capacidad humana para la crueldad sea tan grande?». Y pidió «que la comunidad internacional se comprometa concretamente en la abolición de la tortura, garantizando el apoyo a las víctimas y a sus familiares». El 22 de junio del 2014, cuatro días antes de que la ONU celebrase su día en apoyo de las víctimas de la tortura, desde la ventana del Palacio Apostólico ya había dicho: «Ratifico la firme condena de todo tipo de tortura e invito a los cristianos a comprometerse a colaborar en su abolición».

Conviene recordar que en el Catecismo (n.2297) puede leerse que «la tortura que se sirve de la violencia física o moral para arrancar confesiones, para castigar a los culpables, para asustar a los opositores, para satisfacer el odio, es contraria al respeto de la persona y de la dignidad humana». Francisco ha ido algo más lejos y ha concluido que es un «pecado muy grave, un pecado mortal».