Religión

El Papa, contra «las tumbas» de la guerra y la corrupción

Tras su ausencia en el viacrucis del Coliseo, Francisco preside la Vigilia Pascual en la basílica de San Pedro

El Papa Francisco, durante la celebración de la Vigilia Pascual en la basílica de San Pedro
El Papa Francisco, durante la celebración de la Vigilia Pascual en la basílica de San PedroEuropa Press

Francisco no quiere una Iglesia ni un mundo atrapados en las «tumbas selladas» provocadas por «el cáncer de la corrupción» o «los vientos gélidos de la guerra». «¡Resurjamos a una vida nueva!», manifestó durante la eucaristía más importante del año para los católicos, la Vigilia Pascual en la que se rememora la resurrección de Jesús de Nazaret tras su muerte en la cruz.

Tras su ausencia en el viacrucis del Viernes Santo en el Coliseo por el intenso frío, el Papa presidió la misa que arrancó a las siete y media de la tarde con la basílica de San Pedro en penumbra, reflejo de ese paso de la muerte a la vida que se visibiliza con el encendido del cirio pascual y una liturgia que repasa la acción de Dios en la historia del hombre desde la creación a Cristo. Como viene siendo habitual desde que sufre la artritis en su rodilla derecha, el pontífice se desplazó por el templo en silla de ruedas y se ubicó en un lateral del baldaquino. Además, en el trascurso de la celebración, ocho personas recibieron los sacramentos de la iniciación cristiana: el bautismo, la confirmación y la primera comunión.

En su homilía, Francisco reivindicó «la alegría del encuentro con Jesús» frente al «no hay nada más que hacer», «las cosas no cambiarán nunca», «mejor vivir al día». El Papa empatizó con quienes se siente «atenazados por el dolor» u «oprimidos por la tristeza» en las más diversas circunstancias. Así, se refirió tanto a quienes experimentan «la fatiga de llevar adelante la cotidianidad», pero también a aquellos que se sienten «cansados de exponernos en primera persona frente a la indiferencia de un mundo donde parece que siempre prevalecen las leyes del más astuto y del más fuerte». Así, el Sucesor de Pedro enumeró algunas situaciones como los conflictos personales y globales, la enfermedad la injusticia…

Solos e impotentes

Frente a todo este contexto desalentador que lleva a vernos «solos e impotentes», el Papa instó a los fieles presentes en la basílica a «ir a Galilea», esto es, al lugar al que Jesús citó a sus discípulos después de resucitar para reencontrarse. Para el pontífice, implica «salir de lo escondido para abrirse a la misión, escapar del miedo para caminar hacia el futuro», a la vez que «volver a los orígenes, porque precisamente en Galilea había comenzado todo, donde encontró y llamó por primera vez a los discípulos». A partir de ahí, se sirvió de un juego de palabras: «recuperar la memoria que regenera la esperanza, la ‘memoria del futuro’».

Este planteamiento de Francisco entronca directamente con uno de los principios reformadores de su pontificado, que pasa por una renovación eclesial que tenga como partida no el tradicionalismo sino los orígenes del cristianismo, con los pies en el mundo de hoy y la mirada en cuál tiene que ser el papel de la Iglesia mañana. En esta línea, el Papa comentó que «la Pascua del Señor nos impulsa a ir hacia adelante, a superar el sentimiento de derrota, a quitar la piedra de los sepulcros en los que a menudo encerramos la esperanza, a mirar el futuro con confianza, porque Cristo resucitó y cambió el rumbo de la historia». «Hoy la fuerza de la Pascua nos invita a quitar las lápidas de la desilusión y la desconfianza», reiteró.

En una clave más personal, Jorge Mario Bergoglio quiso dirigirse de tú a tú a los cristianos que le escuchaban en el templo para proponerles que este particular viaje a Galilea, «no al encuentro de un Jesús abstracto, ideal, sino a la memoria viva, concreta y palpitante del primer encuentro con Él». «Si recuperas el primer amor, el asombro y la alegría del encuentro con Dios, irás hacia adelante», aconsejó a su auditorio para recobrar el instante en que «Él para ti dejó de ser un personaje histórico como otros y se convirtió en la persona más importante de tu vida».

«No es un Dios lejano, sino el Dios cercano, que te conoce mejor que nadie y te ama más que nadie», apostilló. Y añadió que «cada uno de nosotros conoce dónde tuvo lugar su resurrección interior, ese momento inicial, fundante, que lo cambió todo». A la par, lanzó una advertencia: «Cuando has olvidado ese primer amor, cuando has pasado por alto ese primer encuentro, ha comenzado a depositarse el polvo en tu corazón».

Más allá de estas reflexiones, en su homilía Francisco volvió a poner en valor el papel de la mujer. De hecho, arrancó su alocución subrayando que fueron ellas las primeras que «pasan del triste camino hacia el sepulcro a la alegre carrera hacia los discípulos, para decirles no sólo que el Señor había resucitado».

Entre los múltiples detalles simbólicos que salpican una celebración como la Vigilia Pascual destacó especialmente la capa pluvial que llevó el Papa desde el inicio. Se trata de un regalo que procede de la tierra natal de su familia, la localidad italiana de Asti. Es la ciudad visitó el pasado noviembre para celebrar el cumpleaños de una de sus primas. La capa está confeccionada por una costurera dentro del un nuevo taller de sastrería litúrgica promovido por el padre Simone Unere, rector del Santuario de la Beata Virgen del Portone de Asti. Se trata de un proyecto social creado por Cáritas para general empleo en la ciudad entre los más vulnerables.

[[H2:«Hay que decir ‘no’ al rearme que vivimos»]]

►Una de las mayores preocupaciones de Francisco es el contexto que percibe de una «tercera guerrra mundial a pedazos» que tiene su rostro más palpable en la guerra de Ucrania, a la que él suma las decenas de conflictos armados invisibilizados. Por ello, estos conflictos concentraron las meditaciones del viacrucis celebrado en el Coliseo que supervisó personalmente. Ayer incidió en esta llamada a la paz en un mensaje publicado por el semanario italiano ‘l’Espresso’.

«Hay que tener el valor de decir “no” al rearme al que desgraciadamente estamos asistiendo, porque la verdadera paz no puede nacer del miedo», expone. «El criterio de la ausencia de guerra que se basa en el equilibrio de los armamentos debe ser sustituido por el principio de que la verdadera paz sólo se puede construir en la confianza mutua», añade. A buen seguro que hoy retomará esta denuncia en la bendición ‘urbi et urbi’ que dirigirá desde la logia vaticana.