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Obra social

«He pasado de sentir odio hacia mí misma a tener una gran ilusión por vivir»

Elsa, participante en el programa Siempre Acompañados: «Estaba destrozada mentalmente y llegué a preguntarme para qué vivir»

Elsa, participante del programa Siempre Acompañados de Fundación La Caixa, junto a Patricia, una de las técnicas David Campos

«Pensaba que nadie me necesitaba, que no servía para nada y que era una carga para mis hijos. Cada día que pasaba me sentía más invisible y cada vez ese peso era más difícil de llevar», recuerda Elsa Leonor, quien, debido a esos sentimientos, llegó a «enfermar».

«Estaba destrozada mentalmente, sobre todo después de la pandemia y la muerte de mis padres, y llegué a preguntarme para qué vivir», confiesa para a continuación recordar que su voluntad era quitarse del medio «para no ser una carga para mis hijos».

Y es que Elsa Leonor estaba viviendo «una tormenta por dentro», como ella misma lo define, que empezó a gestarse en el año 2017, cuando, con 57 años de edad, emigró a Barcelona procedente de Honduras en busca de una vida mejor.

Lo hizo junto a su hija menor, de 27 años, quien pronto encontró pareja y formó su propia hogar, mientras Elsa vivía de alquiler en una habitación y trabajaba por horas cuidando a mujeres mayores y cobrando en negro, lo cual no facilitaba el que pudiera gestionar los papeles para regularizar su situación en España y eso, a su vez, no le permitía encontrar un trabajo en condiciones.

«Cuando una emigra, lo hace solo con una maleta y muchas ilusiones, pero al llegar, la realidad es que me sentí muy excluida de la vida de mi hija y me quedé muy sola», lamenta Elsa Leonor, que recuerda que «carecía de un abrazo de mis hijos», los cuales, excepto la pequeña, seguían en Honduras. Todo ello tuvo un gran impacto en su situación anímica y mental, hasta que tocó fondo e incluso llegó a desear morir.

Cambio de rumbo

Fue entonces cuando en televisión oyó hablar del programa Siempre Acompañados de Fundación La Caixa y decidió acercarse a la Cruz Roja de Santa Coloma, entidad que despliega el programa sobre el terreno, para informarse.

A partir de ese momento, Elsa Leonor empezó a recibir ayuda psicológica y a participar en los diferentes talleres y actividades que se desarrollan en el marco de este proyecto y hoy, un año después de aquel primer contacto con Siempre Acompañados, esta mujer hondureña puede afirmar con orgullo que ha «pasado de sentir odio hacia sí misma a construir una nueva versión de Elsa Leonor, que ahora hace gala de una gran ilusión de vivir».

«A mis 65 años, sigo estando muy sola, pero ya no es una soledad destructiva, sino que ahora amo la vida y me amo a mí misma», asegura para a continuación reconocer que en la actualidad, cuando echa la vista atrás, siente pena por cómo llegó a Cruz Roja a pedir ayuda. Toda yo era negatividad, y lloraba día y noche».

Pese a que sus circunstancias vitales han cambiado poco, puesto que sigue con un trabajo precario, aún vive en una habitación alquilada y apenas tiene compañía familiar, su mente ha experimentado un cambio radical.

«He sanado. Ahora siento que valgo, ya no dependo de mis hijos, me amo y me cuido, me pongo guapa para mí», asegura Elsa Leonor, quien además, gracias a los talleres y actividades que se enmarcan en Siempre Acompañados, ha tenido la ocasión de conocer a gente.

Una de estas actividades que ofrece el programa es la clase de gimnasia que Marina lleva a cabo todos los lunes en la Cruz Roja de Santa Coloma.

«Es una actividad muy rítmica, para la que utilizo mucho la música y a menudo hacemos coreografías», explica, y deja claro que «no se trata de la típica gimnasia para personas mayores, sino que son clases muy divertidas». La mayoría de participantes en las mismas son «mujeres, desde los 65 a los 80 años de edad, aproximadamente, las cuales son viudas o bien cuidan de sus maridos y, por lo tanto, todas ellas están muy solas», pero a las clases acuden «muy motivadas».

«Vienen con mucho interés por la actividad, pero también por relacionarse», asegura Marina, quien dice tener constancia de que sus alumnas coinciden en otras actividades del programa y quedan fuera a tomar algo.

De hecho, esta voluntaria de Siempre Acompañados destaca que sus alumnas «no se saltan ni una clase». «Hay gente que viene con el tacatá, quejándose de dolor y de lo mal que están, y cuando pongo música, lo aparcan y se ponen a bailar».

Y es que, como indica el último estudio realizado, tras pasar por el programa, que en 2025 ha atendido en Cataluña a 1.400 personas, más del 80 por ciento de los participantes dice haber aumentado su confianza en sí mismos, comprender mejor sus emociones y conectar más con familiares y amigos. Asimismo, coinciden en que el sentimiento de soledad se reduce de forma significativa.