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Perfil / Una mente privilegiada

La Razón
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Una persona con dos caras. La amable, la que utilizaba con los vecinos más cercanos a la familia. La violenta, la que resurgía puertas adentro. Luis Briz vivía encerrado en su propio cuerpo, con los fantasmas de una enfermedad que le consumía por dentro y por fuera. Una enfermedad mental hereditaria había convertido su vida en un infierno y culpaba a sus padres. Con una inteligencia superior a lo normal, no aceptaba las frustraciones, que daban paso a la agresividad. A sus 34 años y con formación universitaria, aspiraba a más. El trabajo de contable en la empresa familiar le hacía recordar cada día que los culpables de sus problemas eran sus padres. En los últimos meses, su estado empeoró. Tras dos pasos casi inmediatos por un centro médico, las crisis se sucedían. No tomaba su medicación porque los efectos secundarios eran muy fuertes. Las continuas peleas con sus padres y obligaron a la Policía a visitar su casa en varias ocasiones. Luis no pudo más y decidió acabar con todo. Encargó unas flores, plasmó los hechos en un papel, escogió el arma, ejecutó el plan y se entregó. Luis ya estaba condenado y tendrá que seguir luchando contra sus propios fantasmas.