Huelga de estudiantes
Rebelión en las aulas contra los piquetes
Nuevo baile de cifras en la huelga general educativa de ayer. Mientras los sindicatos hablan de una movilización del 72% de la Educación pública, el Ministerio cifra el seguimiento en torno al 20%. Pese a las presiones sindicales, fueron muchos los alumnos que decidieron asistir a sus clases, especialmente en Primaria y Secundaria. En el caso de los universitarios, permanecieron el día en las aulas –soportando la presión de los piquetes–, aunque ocuparon principalmente las bibliotecas u optaron por quedarse en casa para preparar los exámenes que están a la vuelta de la esquina. Así se vivió la octava huelga estudiantil durante el casi año y medio de Mariano Rajoy al frente del Gobierno. En la madrileña Plaza de Neptuno se citaron miles de personas, una cifra lejana a las casi tres cuartas partes de la Educación pública de la que hablan los sindicatos. De nuevo, la concentración organizada por la izquierda simboliza el fracaso, ya que no consiguieron «vaciar las aulas y llenar las calles», como pretendían.
La escena se repetía en todo el país: mucho ruido de agitación y violencia, pero un respaldo real minoritario. En Valladolid, los agentes del orden detuvieron a dos personas cuando intentaban entrar en la Consejería de Educación, mientras que en Barcelona, ante la sede del Gobierno de Cataluña, en la plaza Sant Jaume, algunos manifestantes tiraron varias botellas de plástico y unos globos de pintura. En otros casos, los convocantes intentaron aprovecharse de la situación. Así ocurrió en la Universidad de Sevilla donde algunos alumnos convocaron una asamblea extraordinaria que duró 14 horas. De esta forma, no perdieron ni un euro por hacer huelga.
En Madrid, tanto padres como niños encabezaban la manifestación que terminó su recorrido frente al Ministerio de Educación. Un mar de camisetas verdes se dio cita para protestar contra la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), que los sindicatos volvieron a tachar de «franquista» e «ideológica», y para exigir la dimisión del ministro de Educación, José Ignacio Wert.
Un estudiante de Bachillerato de 18 años que lideraba un grupo de jóvenes que portaban banderas republicanas, calificó el ambiente de «combativo», aunque «poco se parece a la lucha sostenida que deben llevar todos los estudiantes para frenar estas reformas antipopulares que está iniciando el Gobierno».
Las protestas comenzaron desde muy temprano, sobre todo en las universidades. En el campus de Somosaguas de la Complutense los estudiantes formaron piquetes en las puertas de acceso a los edificios para tratar de convencer al resto de alumnos de que no entrar en clase, pero, a veces, las palabras se convertían en actos porque los sindicalistas no permitían a cada estudiante decidir si secundaba o no la huelga. Les intentaban convencer, aludiendo, por ejemplo, a que muchos de sus compañeros se quedarán sin estudiar por el aumento de las tasas educativas. Hacia las 11:30 horas, los manifestantes se acercaron a la Facultad de Económicas y entraron en las dos únicas aulas en las que se daba clase para convencer a alumnos y profesores de que se unieran a la protesta. Lo cierto es que por las convocatorias de exámenes, la mayoría de centros de enseñanza superior permanecen cerradas. Los universitarios quieren sacer adelante sus estudios, al margen de la huelga.
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