Cárcel

Rosario Porto temió por su vida en prisión

Rosario Porto temió por su vida en prisión
Rosario Porto temió por su vida en prisiónlarazon

Llegaron desconcertados a la cárcel. Rosario Porto y Alfonso Basterra, los padres de Asunta, habían dado todo tipo de explicaciones al juez Vázquez Taín, pero las respuestas no le habían convencido. Nunca antes habían pisado una prisión. Aturdidos, esposados y anímicamente hundidos, entraron en Teixeiro. Alfonso leyó el miedo en los ojos de su adorada Rosario y trató de infundirle fuerza: «Tranquila. Ánimo. De ésta vamos a salir», le repitió dos veces con voz firme. Ella esbozó una leve sonrisa, pero no le duró mucho. Después de hacer el «check-in» en la cárcel, Rosario llegó al módulo de ingresos. Allí se le disparó la adrenalina y el instinto de supervivencia la hizo recomponerse. Al grito de «¡asesina!» y algún que otro exabrupto fue recibida por las reclusas que tenían noticia de su llegada.

Tuvo miedo, verdadero pánico. Temió por su integridad física, por su vida. No era la primera vez que la despreciaban a gritos. Durante el registro de su casa en Santiago, una masa de gente ya la había insultado y culpabilizado. En aquella ocasión las descalificaciones quebraron su ánimo, se sintió humillada, pero el miedo no la poseyó. Estaba protegida por la Guardia Civil. Nada le iba a pasar. Pero la cárcel dibujaba ante sus ojos un panorama mucho más terrorífico.

Rosario, abogada, conoce el régimen penitenciario e hizo uso de él. Pidió al director que se le aplicase el artículo 75.2, que básicamente dice: «A solicitud del interno, el director podrá acordar mediante resolución motivada, cuando fuere preciso para salvaguardar la vida o la integridad física del recluso, la adopción de medidas que impliquen limitaciones regimentales». Como avanzó ayer el programa especial de Antena 3 «El crimen de Asunta: el pacto», el director de Teixeiro accedió. Se establecieron medidas más estrictas, que ya de por sí había, para tranquilizar su ánimo y mitigar sus miedos. Ninguna reclusa iba a atentar contra su vida. Con el paso de los días, Rosario fue dándose cuenta de que los gritos con los que fue recibida no presagiaban una agresión física. Su relación con las internas con las que tenía contacto fluía con normalidad. Sus temores se disiparon y, a los pocos días, ella misma solicitó que se le retiraran las medidas de protección.

Ambos tienen una vida normalizada en prisión. Ella trabaja en las labores de limpieza del comedor y se ha interesado por el funcionamiento del club de lectura. Él quema su tiempo entre el gimnasio y la enfermería, donde continúa ingresado, y dispone de una pequeña biblioteca que usa frecuentemente. Entre rejas siguen los avances de la investigación. Tratan de estar al tanto de todo lo que ocurre. Las pesquisas de la Guardia Civil avanzan con paso firme. El juez espera tener sobre su mesa en los próximos días los informes de los expertos que han analizado los móviles de Alfonso y Rosario. Ya le han avanzado que del iPhone 5 de Rosario se borraron datos, pero todavía no maneja las conclusiones. También aguarda con impaciencia los resultados de biología del Servicio de Criminalística y las conclusiones definitivas de la autopsia. El resto de piezas ya las conoce. El magistrado ha dibujado el mapa del crimen en función de los indicios que maneja. Está convencido de que los dos deben sentarse en el banquillo acusados de asesinato. Sabe que Alfonso tiene una mejor defensa. Taín cree haber construido un caso mucho más sólido contra Rosario. Según la investigación, es un hecho incontrovertible que estaba con su hija cuando a Asunta le suministraron la brutal cantidad de Lorazepan que Toxicología ha encontrado en su pelo. Ella insiste en su inocencia. Su abogado, José Luis Gutiérrez Aranguren, llega incluso a apuntar la posibilidad de que una tercera persona, con malvados propósitos, no sólo acabara con la vida de Asunta, sino que dejara pistas que implicaran a Rosario: «Ella no tiene enemigos, pero estoy convencido de que es inocente y que hay alguien que lo hizo. La mancha del semen encontrada en la camiseta de la niña es clave».

Con esto, se supone que el juez no tardará mucho en levantar el secreto de sumario. Los letrados defensores se quejan de indefensión, de irregularidades graves con micrófonos ocultos de por medio, de autos nulos de pleno derecho... Una vez recibidos los informes, poca base habrá para prorrogar ese secreto. Mientras los investigadores terminan de coser los flecos, incluso ya se perfila un móvil, que nada tiene que ver con el económico. Nada tan prosaico y sí más psicológico.