Investigación científica

«Aún no hemos tenido éxito contra el alzhéimer»

Después de décadas investigando la enfermedad, el experto, una 'estrella del rock de la ciencia', ha observado que la única forma de combatirla con eficacia es predecirla con precisión y atacarla antes de que se manifieste

Sam Gandy
Sam Gandylarazon

Samuel Gandy lleva desde mediados de los años 80 del siglo pasado luchando contra el alzhéimer, una enfermedad que, según sus propias palabras, "amenaza con aplastar la civilización occidental". Solo en España, los cuidados a los enfermos suponen, según las asociaciones de afectados, 24.000 millones de euros, una cifra que se duplicará en 20 años. Y eso sin valorar el incalculable sufrimiento humano de un mal que va borrando a quien lo padece.

El investigador del Hospital Monte Sinaí de Nueva York descubrió en 1989 los primeros fármacos para combatir las placas de amiloide, una pegajosa proteína asociada al alzhéimer que se acumula en el cerebro y lo devora poco a poco. Hallazgos como aquellos le han convertido en uno de los grandes expertos del mundo en la enfermedad de Alzheimer y por esos triunfos ha llegado a ser incluido entre las "Estrellas del rock de la Ciencia"de la revista GQ. La semana pasada visitó Madrid para participar en unas jornadas organizadas por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) sobre enfermedades asociadas al envejecimiento, un problema que crece al mismo ritmo que la media de edad en los países desarrollados.

Usted lleva investigando el alzhéimer durante unos 25 años. ¿Se ha avanzado tanto como esperaba cuando comenzó?

Se progresa más despacio de lo que nos gustaría o de lo que esperábamos, pero ha habido una gran reformulación de lo que es la enfermedad en los últimos años y sobre cómo tenemos que afrontarla. Ahora está claro que la patología empieza 20 o 25 años antes de los primeros síntomas así que nos hemos dado cuenta de que estábamos empezando a probar medicamentos experimentales demasiado tarde. Tenemos que empezar a observar a la gente de mediana edad, al menos hacia los 55 años, y tratar de controlar sus factores de riesgo y utilizarlos para organizar ensayos clínicos. Porque una vez que la patología se ha acumulado es mucho más difícil eliminarla o reducirla que prevenir esa acumulación desde un principio.

¿Qué tipo de tests serían útiles para poder averiguar quién va a desarrollar esta enfermedad? ¿Test genéticos, por ejemplo?

Hay tests genéticos para algunas variedades de la enfermedad. Para el alzhéimer temprano hay unos tests genéticos muy fiables, pero ese tipo solo supone el 3% de los casos. Más o menos la mitad de los pacientes con alzhéimer tienen un gen que indica un factor de riesgo, el APOE4, pero eso no garantiza que tendrán la enfermedad. Luego hay otra tecnología que se ha desarrollado desde hace tiempo pero que hemos empezado a utilizar bien hace un año y consiste en visualizar la acumulación de la proteína beta amiloide [la que se considera la causa más probable del alzhéimer] en el cerebro con tomografía por emisión de positrones. Ahora podemos ver que hay un periodo en el que el amiloide está ahí, pero el cerebro lo tolera bien y la persona no tiene síntomas. Pero a partir de ese periodo hay una segunda parte de la patología en la que algo desencadena la formación de unos nudos en las células y es entonces cuando la demencia y los problemas de memoria aparecen.

¿Este momento en el que aparecen esos nudos sería interesante como punto de referencia para desarrollar un fármaco que detuviese ese proceso tomándolo antes de que aparezcan los síntomas?

Las medicinas que están aprobadas para tratar el alzhéimer ayudan con los síntomas en algunas personas, pero no detienen el avance de la enfermedad ni afectan a sus causas, y por eso, después de unos años, dejan de tener efecto. Esos fármacos no cambiarían el rumbo de la enfermedad incluso si se empezasen a tomar antes de la aparición de los síntomas. Hay dos formas en las que podemos intervenir si encontramos este punto en el que los nudos comienzan a aparecer. Podrías intervenir con alguna medicina que bloquee la formación de nudos. Este tipo de fármacos se han desarrollado muy lentamente, probablemente porque la principal proteína que forma los nudos es una proteína con una función importante en nuestro cerebro al mantener las neuronas en una especie de forma triangular. Es difícil bloquear la función patológica sin interferir sobre la función normal, pero hay algunos fármacos que están avanzando en esa dirección. Por otro lado, sería posible dar drogas que reduzcan el amiloide, que ya existen y vemos como funcionan en el escáner, cuando se empieza a acumular o incluso antes de que comience a acumularse.

¿Hay mecanismos comunes a distintas enfermedades relacionadas con el envejecimiento, cardiovasculares, alzhéimer y cáncer?

Los procesos comunes a estos tres grupos de enfermedades incluyen la inflamación y cambios en el metabolismo, especialmente sensibilidad a la insulina como la relacionada con la diabetes, y también tienen en común la posibilidad de paliarlas con un estilo de vida que incluya actividad física, actividad mental y reducir factores de riesgo que tradicionalmente asociábamos a factores de riesgo para enfermedades del corazón y que ahora sabemos que también lo son para el alzhéimer. Hipertensión, diabetes, obesidad, alto colesterol, todos estos problemas se pueden controlar y cuentan con drogas para tratarlos de manera efectiva. Así que es posible que utilizando esos mismos compuestos podamos reducir el riesgo de alzhéimer.

La relación entre actividades de riesgo para la salud del corazón, como fumar o tomar comidas con mucho azúcar o mucha grasa, ¿está tan clara para el alzhéimer?

El vínculo epidemiológico es claro, aunque no se sabe cómo afectan esas acciones exactamente a la aparición del alzhéimer. En la enfermedad del corazón sabemos que todo está relacionado con el metabolismo del colesterol en los vasos sanguíneos. En el alzhéimer hablamos de la formación de estas placas de proteínas en el cerebro entre las neuronas. Y aunque el colesterol alto, altos niveles de azúcar o tensión elevada hacen más fácil la formación de esas placas, no sabemos exactamente cómo sucede. Uno de los objetivos de los investigadores es tratar de averiguarlo para poder diseñar fármacos específicos contra esos problemas cuando afectan al cerebro.

¿Hay algunos factores del entorno que incrementen el riesgo de tener alzhéimer, como el aluminio?

El alumnio no ha demostrado ser un problema, no creo que la gente tenga que tirar sus sartenes y sus cazuelas. Uno de los factores de riesgo más sólidos es haber tenido lesiones en la cabeza serias, que hayan hecho perder el conocimiento. Hemos mirado otros factores como la contaminación del aire y ha habido algunos registros de pérdida cognitiva en las cercanías de plantas químicas que producen mucha polución. Se ha probado a exponer a ratones a aire contaminado para ver cuál es el efecto sobre la formación de placas de amiloide y se vio que se doblaba. Es posible que esté relacionado con que la parte del cerebro donde comienza el alzhéimer está muy cerca de la región donde se localiza el sentido del olfato y la inhalación de toxinas esté relacionada con la aparición de la enfermedad.

Muchas veces se piensa en la cura del alzhéimer en forma de fármaco, pero ¿hay otros enfoques para tratar de acabar con la enfermedad?

Hay un par de nuevos enfoques, hay cosas que han estado ahí durante los últimos 25 años centrándose en el amiloide o en los nudos de proteínas, pero hay un nuevo interés en tratar de activar las células madre dentro del cerebro. Solíamos pensar que naces con todas las células nerviosas que vas a tener en tu vida, pero no es así. Hay células madre que están en un estado durmiente en el cerebro pero que pueden despertarse y formar nuevas células nerviosas y es posible que esas nuevas células se podrían integrar en el cerebro y reparar el daño provocado por el alzhéimer en etapas muy tempranas. No creo que eso será una cura, porque según progresa la enfermedad la devastación es tal que se pierde el 50% de las células, millones de neuronas, y no creo que las células madre puedan sustituirlas. En otras enfermedades neurodegenerativas, como el parkinson, las células que mueren están en un área mucho más restringida, y ahí sería posible tomar células madre y hacer un injerto y reparar ese daño.

Dado el impacto del alzhéimer en nuestra sociedad, ¿crees que se le dedican los recursos necesarios?

Puedo hablar por EEUU y la respuesta es no. El apoyo del Gobierno para la investigación en EEUU es a través de los Institutos Nacionales de Salud [NIH, en sus siglas en inglés] y allí el alzhéimer recibe aproximadamente 400 millones de dólares al año, que puede sonar como mucho, pero el VIH, las enfermedades cardiovasculares o el cáncer reciben miles de millones de dólares anuales, diez veces más que el alzhéimer o más. Hay inversión, pero no está a la par con el impacto de la enfermedad. El alzhéimer amenaza con aplastar materialmente a la civilización occidental. Estas otras enfermedades también son una carga importante, pero creo que debería haber un sentido de la proporción.

¿A qué se debe que no exista esa atención proporcional a la carga que supone la enfermedad?

Hay un par de razones. Una es que cuando miras al cáncer o la enfermedad cardiovascular, son enfermedades de gente más joven. El alzhéimer lo sufre gente mayor y hay gente que puede decir, bueno, ya tuvieron una buena vida. Y por qué no invertir en gente que aún tiene más tiempo por delante. Hay un poco de discriminación por la edad. Otro factor es que estas otras enfermedades y en particular el VIH cuentan con grupos de apoyo a la causa muy importantes, gente manifestándose en la calle para que se investigue. Los enfermos de alzhéimer no pueden hacer eso y la gente que les cuida, sus familiares, muchas veces están agotados, así que tampoco pueden hacerlo. Así que suele ser la generación más joven, los nietos, los que hacen esa labor para tener más atención, pero eso va despacio.

¿Cree que hay esperanza para encontrar una cura de la enfermedad en los próximos años?

Creo que la clave es la prevención y creo que la prevención acabará teniendo éxito. Está claro que ya podemos tener un impacto sobre la patología pero aún no hemos tenido éxito porque no estamos interviniendo en una etapa lo bastante temprana. Mi predicción es que estos escáneres cerebrales para buscar amiloide pueden ser algo así para la gente que cumpla 50 años como las mamografías ahora o las colonoscopias. Si se encuentran placas de amiloide formándose, entonces esas personas serán candidatas a tomar fármacos que reduzcan el amiloide o al menos pueden empezar a controlar los factores de riesgo como el peso, comenzar a hacer ejercicio... Creo que ese es el futuro. Prevenir e intervenir veinte años antes de lo que lo estamos haciendo ahora.

¿Ya se están empezando a aplicar este tipo de políticas de prevención?

Hay experimentos para ver si este planteamiento es correcto. No podemos empezar a aplicar esas políticas hasta que sepamos que van a funcionar. Hay varios ensayos en este sentido centrados principalmente en estas formas raras de alzhéimer temprano y más predecible porque en esas formas es posible no solo predecir quién va a tener la enfermedad sino exactamente cuándo. En la misma familia, la edad de aparición es la misma en todas las generaciones así que si sabes a qué edad tuvieron los abuelos la enfermedad, sabes a qué edad van a tener los nietos la enfermedad. En estos casos tan predecibles es posible que la gente esté deseando tomar esos anticuerpos o esos fármacos que puedan prevenir la enfermedad cinco o diez años antes de la edad a la que suele aparecer el alzhéimer en sus familias. Lo que esperamos es que los participantes en estos experimentos lleguen hasta esa edad y la pasen y no tengan la enfermedad.

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