Investigación científica

El clima condiciona la eficacia de la lucha contra la malaria

Un estudio del Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona (CRESIB), integrado en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGLOBAL), ha demostrado que el clima y las temperaturas de cada zona alteran la eficacia de los insecticidas, lo que repercute directamente en la lucha contra la malaria.

El estudio, que se publica en la revista "PLoS Pathogens", ha sido dirigido por el investigador del CRESIB Krijn Paaijmans, que investiga el incremento de la eficacia de las herramientas químicas en la lucha contra el mosquito de la malaria.

Según Paaijmans, el control actual de los vectores de la malaria se basa casi exclusivamente en eliminar los mosquitos adultos con insecticidas químicos.

Aunque las mosquiteras tratadas con insecticidas (MTI) y los aerosoles residuales interiores (IRS) tienen mucho éxito en la reducción de la incidencia y la mortalidad, los expertos temen un incremento de la resistencia de los mosquitos a los insecticidas y un resurgimiento de la malaria.

Para mitigar los efectos de la resistencia, sigue siendo una prioridad la investigación para el desarrollo de nuevos insecticidas y formulaciones para emplearlas en mosquiteras e IRS.

En este estudio los investigadores han demostrado que, para aumentar la eficacia de los productos químicos disponibles, es necesario tener en cuenta las condiciones microclimáticas relevantes en las que se implementan estas herramientas.

Paaijmans ha explicado que "los insecticidas utilizados en salud pública matan a los mosquitos, que son el vector de transmisión de la malaria, al interferir con su sistema nervioso, pero la actividad metabólica del mosquito, implicado en la degradación de los insecticidas, y la sensibilidad del sistema nervioso en sí son altamente dependientes de la temperatura".

"Por lo tanto, -ha añadido el investigador- la temperatura del ambiente tiene el potencial de afectar a la toxicidad de una sustancia química".

Aunque se reconoce la temperatura como un factor importante en el control de plagas insecticidas en los sistemas de cultivo, el Plan de la Organización Mundial de la Salud de Evaluación de Plaguicidas (WHOPES, de sus siglas en inglés) recomienda que los compuestos y productos para mosquitos en fase I de los ensayos se prueben a 25-27°C.

"Pero las condiciones por la noche, cuando los mosquitos de malaria son activos, son a menudo mucho más frías", ha argumentado Paaijmans.

"Al probar el rendimiento del insecticida bajo condiciones estándar de laboratorio, se pueden eliminar compuestos en la fase de pruebas que pueden funcionar muy bien en condiciones de campo, pero sin información sobre su acción a diferentes temperaturas, es posible que los productos químicos sean menos eficientes de lo esperado en condiciones reales de campo", ha añadido Paaijmans.

El estudio, en el que ha colaborado el Centro de Enfermedades Infecciosas Dinámicas de la Universidad de Pensilvania (EEUU), ha evidenciado que pese a que los productos químicos se aplican normalmente en grandes concentraciones destinadas a abrumar la susceptibilidad de los mosquitos, la capacidad de las mosquiteras o IRS para eliminarlos puede disminuir rápidamente tras su despliegue.

Por eso, el estudio defiende que para mantener un control efectivo durante el mayor tiempo posible entre aplicaciones, es importante tener en cuenta la efectividad de los insecticidas en un entorno local determinado.

"Los productos químicos son herramientas poderosas para el control de la malaria y otras enfermedades transmitidas por vectores, como el dengue, la leishmaniasis y la enfermedad de Chagas, pero para aumentar su efectividad debe tenerse en cuenta el coeficiente de temperatura de los productos químicos desde el principio de la prueba", ha concluido Paaijmans.