Salud
Es posible no pensar en un elefante
Expertos del Centro Vasco sobre Cognición, Cerebro y Lenguaje y de la Universidad de la Universidad de California han mostrado por primera vez la red de regiones cerebrales que permiten la interacción entre el área prefrontal lateral y el hipocampo durante el control de memorias.
No pienses en un elefante es el título de un influyente libro, publicado por George P. Lakoff, que ha inspirado estrategias electorales de varias elecciones presidenciales estadounidenses.
Basado en recientes teorías neurocientíficas de investigadores como Daniel Wegner, sostiene que es imposible reprimir voluntariamente los recuerdos. Al estilo de la represión freudiana, por mucho que intentemos eliminar el elefante de la memoria, siempre aparecerá ahí.
Sin embargo, en los últimos años estas teorías han sido puestas en cuestión por estudios que muestran que memorias aprendidas recientemente pueden resultar temporalmente inhibidas cuando los participantes intentan suprimirlas de forma activa y repetida.
Ahora, una investigación recientemente publicada en el Journal of Neuroscience, dirigida por Kepa Paz-Alonso, científico del Centro Vasco sobre Cognición, Cerebro y Lenguaje (BCBL por sus siglas en inglés), muestra la red de regiones cerebrales implicadas en la capacidad de suprimir memorias.
Además, el estudio realizado en colaboración con Silvia Bunge, del Instituto de Neurociencias Helen Wills de la Universidad de California en Berkeley (EE UU), prueba que lo que diferencia a las personas capaces de suprimir sus memorias y las personas que no lo son es una característica fisiológica: la fortaleza de la conexión entre las regiones de esta red cerebral.
Dicha fortaleza, que une el hipocampo con el área pre-frontal lateral a través de la corteza cingulada y el lóbulo parietal, parece ser la condición necesaria para que una persona sea capaz de dañar voluntariamente un recuerdo recientemente adquirido, de modo que sea más difícilmente de recuperar por el cerebro.
Para probar esta tesis, Paz-Alonso y sus colegas desarrollaron pruebas conductuales y de resonancia magnética -una técnica que permite examinar las regiones cerebrales que se activan mientras estamos haciendo una determinada tarea-.
Durante estas pruebas, se presentaban inicialmente a los participantes pares de palabras (por ejemplo clavo-fotografía o asiento-tren) que tenían que aprender. Una vez aprendidos, dentro de la resonancia magnética funcional, se les presentaba la primera palabra de los pares y se les pedía que recordaran la palabra asociada o intentaran no pensar en ella.
De este modo, se realizaba un seguimiento de las redes del cerebro que se activan al recordar y suprimir exitosamente o no un recuerdo. Finalmente, se presentaba a los participantes una prueba de memoria en la que se les pedía que intentaran recordar todas las palabras inicialmente estudiadas y poder así examinar quienes habían sido capaces de suprimir sus recuerdos.
Gestionar recuerdos a voluntad
"El resultado de las pruebas", según Paz-Alonso, "mostró que lo realmente determinante para que una persona sea capaz de suprimir un determinado recuerdo es la conexión funcional entre el hipocampo y el área pre-frontal lateral de su cerebro". Los resultados de los tests realizados indicaron que "esta red está más activa cuando se inhiben intencionalmente recuerdos en comparación con cuando los mismos son simplemente olvidados".
A pesar de que las personas muestran la capacidad para inhibir recuerdos, estos estudios no implican necesariamente que estas experiencias hayan sido borradas de la memoria, pero sí que al menos temporalmente las mismas pueden quedar dañadas y, por lo tanto, ser más difíciles de recuperar.
La relevancia de esta capacidad del cerebro consiste en que las personas que la tienen pueden gestionar la atención de su mente más eficazmente para abandonar ciertos recuerdos a voluntad y así poder enfocar su atención en otros asuntos. Además, esta capacidad puede ser susceptible de mostrar mejoras mediante su entrenamiento.
Potencialmente y con más investigación en este campo, pueden desarrollarse programas de entrenamiento dirigidos a personas sanas y pacientes con ciertos trastornos, como por ejemplo estrés post-traumático, que favorezcan el desarrollo de estrategias de control mnémico y permitan una regulación más eficiente de los recuerdos y de su influencia en la conducta y pensamiento.
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