Londres

Los enigmáticos puntos negros de suicidios en España

Áreas de riesgo por suicidio y lesiones autoinfligidas en hombres, 1984-2004
Áreas de riesgo por suicidio y lesiones autoinfligidas en hombres, 1984-2004larazon

El riesgo de suicidio alcanza máximos en Málaga, Asturias y Galicia. Un nuevo estudio en Andalucía niega sin embargo que el dramático aumento del desempleo en la región haya incrementado la mortalidad por esta causa

Una frase de moda entre los profesionales de la salud pública dice que «tu código postal es más importante para tu salud que tu código genético». Y aparentemente el axioma se cumple de manera estremecedora en el caso de los suicidios. Un vistazo a un mapa de mortalidad histórica por esta causa en España muestra zonas de alto riesgo de suicidio en Asturias, Galicia y la frontera entre Málaga y Granada, en el caso de las mujeres. En cuanto a los hombres, estos puntos negros del suicidio se repiten en Málaga, Asturias y el norte de Galicia, mientras que el centro de Madrid destaca por su bajo riesgo, según el Atlas de Mortalidad 1984-2004, uno de los más completos hasta la fecha.

«¿Por qué? Esa es la pregunta que todos intentamos responder», admite el psiquiatra José Alameda. Una de las explicaciones que barajan los expertos es la llamada geografía de la riqueza y de la pobreza. Los mapas de mortalidad muestran, por ejemplo, una brutal desigualdad norte-sur en España, con las enfermedades cardiovasculares, los infartos cerebrales, la diabetes y la hipertensión cebándose con las regiones más empobrecidas. ¿Ocurre lo mismo con el suicidio?

En 2012 se quitaron la vida en España 3.539 personas, hombres en el 77% de los casos. Y el patrón geográfico se repite más o menos con precisión respecto a los registros históricos. Además, el número de fallecidos supone un 11,3% más que el año anterior, según los cálculos del Instituto Nacional de Estadística, y muchos expertos vinculan este repentino aumento a la crisis económica. Sin embargo, los datos de Alameda no cuadran.

«La miseria perjudica seriamente la salud, obviamente, y también la salud mental, pero se tiende a caer muy rápidamente en el sensacionalismo de asociar crisis y suicidios», explica el psiquiatra, que acaba de dirigir un estudio que analiza la evolución de la mortalidad por suicidio en Andalucía entre 1975 y 2012. Según sus datos, desde aquel año las muertes por suicidio han crecido en todos los grupos de edad y sexo, salvo en las mujeres ancianas. No obstante, en las últimas décadas se observan tendencias ascendentes en los jóvenes, pero estables o descendentes en el resto.

Antidepresivos

Para sorpresa de los autores, el fuerte aumento del uso de antidepresivos en la última década no ha ido asociado a un descenso general de los suicidios. «Tampoco el dramático aumento del desempleo en los últimos años ha supuesto un incremento de la mortalidad por suicidio en Andalucía. Al inicio de la crisis económica, en 2008, se produjo un aumento de la mortalidad por suicidio en los hombres de edad laboral, que se ha atenuado en los últimos años a pesar del aumento del desempleo», explican los investigadores en su estudio, que se publica en Gaceta Sanitaria.

Alameda trabaja en la Unidad de Salud Mental del Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla. Desde allí, detalla, atiende a pacientes de 46 municipios, en los que las cifras del paro se sitúan desde siempre por encima del 40%. «Aquí la crisis no supone un cambio dramático, porque aquí hay crisis siempre», opina. Por eso, su equipo busca otras explicaciones.

«A veces los factores causales del suicidio son inimaginables, como ocurrió en el caso de la cantidad de litio en el agua potable», argumenta el psiquiatra. Varios estudios, en países como Japón y Austria, han apuntado que pequeñas concentraciones de litio en el agua potable tienen un efecto protector sobre la población. «El litio estabiliza el ánimo en trastornos bipolares y reduce la mortalidad por suicidio», asegura el experto.

Pelea científica

El propio Alameda explica que otros estudios previos en el conjunto de España sí han encontrado una asociación entre el aumento del desempleo y el de los suicidios. Un reciente trabajo de James López Bernal, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (Reino Unido), atribuyó un incremento del 8% en la tasa mensual de suicidios en España a la crisis económica, sobre todo al desempleo. Sin embargo, otros expertos rebatieron hace unas semanas esas cifras, en una carta enviada a la revista de la Asociación Europea de Salud Pública. En su misiva, los investigadores, encabezados por Julián Librero, del Centro Superior de Investigación en Salud Pública, argumentaban que las tasas de mortalidad por suicidio en España han disminuido sin interrupción entre 2006 y 2011, con la excepción de un incremento del 6,9% entre 2007 y 2008 en el caso de los hombres y entre 2010 y 2011 en las mujeres. En concreto, el descenso de los suicidios fue destacable en 2010.

«La asociación entre la crisis económica y la mortalidad por suicidios en España está lejos de ser probada. Hay que tener cautela y evitar alarmarse por alertas tempranas que, pese a que podrían ser buenas para proteger a los presupuestos sanitarios de peligrosos recortes, no reflejan hechos comprobados», advertían los autores.

Es básicamente el mismo llamamiento que hacía en la revista médica The Lancet el psiquiatra José Luis Ayuso, de la Universidad Autónoma de Madrid. En un breve texto, el investigador y otros dos colegas contradecían un artículo anterior que aseguraba que los suicidios aumentaban en España y Portugal. En otros países europeos, afirmaban, se ha observado que un aumento del 1% del desempleo se asocia a un incremento de casi el 0,8% de los suicidios. Sin embargo, esta correlación no se detecta en España. «Las características de la población de Portugal y España pueden ayudar a explicar su aparente resistencia a los efectos potencialmente mortales de una recesión económica sobre la salud mental», hipotetizaba Ayuso, sugiriendo un posible efecto protector del papel de la familia en la península Ibérica.

El presidente de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria, Ildefonso Hernández, también pide cautela a la hora de interpretar los datos de suicidios. «Todavía es prematuro», sostiene, subrayando la dificultad de establecer relaciones de causalidad en el caso de los suicidios. Sin embargo, alerta, «ya sabemos que los efectos de la crisis, en la educación, en la alimentación, en el estrés, van a dejar marcas indelebles en la salud de la población». Entre 2010 y 2011, por ejemplo, hubo casi un 20% más de pacientes que acudieron a centros de atención primaria por depresión respecto al periodo 2006-2007.

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