Marta Robles

Semana Santa

Vecinos de la localidad de Cúllar Vega (Granada) celebrando el Domingo de Resurrección prendiendo fuego a más de 115.000 petardos / Efe
Vecinos de la localidad de Cúllar Vega (Granada) celebrando el Domingo de Resurrección prendiendo fuego a más de 115.000 petardos / Efelarazon

Ahora que aún andamos recordando las procesiones, se me ocurre pensar si los políticos, en este año de campaña, habrán felicitado la Semana Santa a los católicos. Me refiero a los políticos de izquierdas que, siempre respetuosos, suelen felicitar efusivamente el Ramadán a los musulmanes. Revisen las cuentas de twitter de Pablo Iglesias, Ramón Espinar, Alberto Garzón o el propio Pedro Sánchez si no me creen y comprobaran qué bonitos mensajes dejaron en el último celebrado.
A mí, que soy atea sin remedio –ya me gustaría tener el don de la fe–, me llama la atención de manera muy poderosa que los mismos que reclaman una y otra vez que España se vuelva laica por completo se empeñen en atentar contra todo lo que huela a tradición y cultura patrias –incluido el catolicismo–, mientras demuestran casi fervor ante lo que nada tiene que ver con nosotros. Mi falta de creencia no me impide saber que Europa no sería lo que es sin el cristianismo y que si hay alguna doctrina verdaderamente parecida al socialismo es la que impartió Jesucristo; por eso encuentro que está más que feo que haya políticos empecinados en quejarse a conciencia cuando aparece un símbolo de la religión más extendida en nuestro país y, sin embargo, respaldan con ardor cualquier cosa relacionada con esa otra que tanto fanatismo ha generado en algunos de sus fieles y tanta sangre y sufrimiento le anda costando al mundo. No es que me parezca mal que se respeten todos los credos
–siempre que estos hagan lo propio con la Constitución–, pero ese papanatismo de aplaudir lo ajeno y adardear lo nuestro, lo confieso, me pone la sangre a hervir.