Inmigración

Sí, hay efecto llamada

Aunque, en España, la inmensa mayoría de los residentes extranjeros no vienen, precisamente, en patera, lo cierto es que la política basculante del Gobierno en inmigración propició el cambio de rutas de las mafias

Sí, hay efecto llamada
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Aunque, en España, la inmensa mayoría de los residentes extranjeros no vienen, precisamente, en patera, lo cierto es que la política basculante del Gobierno en inmigración propició el cambio de rutas de las mafias.

Como primera providencia, convendría desmontar el mito de la invasión migratoria sobre nuestras costas, dando a las cifras su valor relativo. Para ello, creemos que basta con señalar que en nuestro país residían en el primer trimestre del año pasado 4.663.726 extranjeros, con un incremento de 220.000 inmigrantes con respecto a 2017, año en el que, sin embargo, sólo se registraron 21.250 entradas irregulares por vía marítima.

Es decir, la inmensa mayoría de los inmigrantes no vienen en patera y, de los que lo hacen, la mayor parte prefiere seguir ruta hacia el norte de Europa, donde cuentan con amplias redes de acogida. Pero, por supuesto, eso no significa que el fenómeno de la inmigración irregular no deje de ser un problema grave, aunque sólo fuera porque en el camino miles de personas se dejan la vida –en el Mediterráneo Occidental se han ahogado, que sepamos, 769 personas en 2018– y decenas de miles sufren todo tipo de sevicias por parte de las mafias que controlan las rutas migratorias o por grupos de desalmados que se aprovechan de la necesidad ajena.

El negocio del tráfico humano es de los más lucrativos, hasta tal punto que en algunas zonas, como Libia, los traficantes se convirtieron en un factor político decisivo en la implosión de la Primavera Árabe. Por ello, incluso dimensionando las cifras, sería perentorio que los gobiernos europeos adoptaran una estrategia común para el control de las fronteras, pero dado que eso parece una utopía, convendría no lanzar mensajes equívocos a las mafias como, sin duda, ha hecho el actual Gobierno con sus cambiantes actitudes frente al fenómeno de las pateras.

En demasiadas ocasiones olvidamos que internet y las redes de comunicación global también funcionan en África, incluso con mayor eficacia social, y que a un candidato a la emigración de Mali, de Níger o de Costa de Marfil le llegan perfectamente las declaraciones del ministro del Interior italiano, las noticias de los cierres de puertos y pasos fronterizos interiores o, por poner un ejemplo interesado, las imágenes del acogimiento en España de los refugiados del buque «Aquarius».

Y si no, ahí están los mafiosos para modificar rutas y adecuar las tarifas según los distintos escenarios. No es casualidad que, tras la política inconstante del Gobierno, a la costas españolas hayan arribado en 2018 el doble de irregulares que el año anterior.